Hoy se cumplen 27 años del atentado. Una muestra virtual llamada "Ese día" reúne 26 retratos fotográficos y testimonios de víctimas sobrevivientes
Por Ornella Rapallini – Télam
Una resignificación emocional y política del hecho que los marcó para siempre los llevó a autodenominarse «víctimas sobrevivientes» del atentado extremista contra la Amia, del que este domingo se cumplen 27 años, por lo que decidieron prestar sus rostros y voces a una muestra fotográfica virtual para seguir clamando por justicia y advertir que todo este tiempo «sufrieron en silencio».
El 18 de julio de 1994 el atentado contra la mutual judía de la Ciudad de Buenos Aires asesinó a 85 personas e hirió a otras más de 300, en quienes dejó múltiples secuelas que aún persisten. Ante la falta de justicia y la necesidad de rescatar y preservar la memoria, cada año la Amia emprende diferentes iniciativas artísticas para visibilizar ese reclamo que se mantiene vigente.
Este año, entre otras propuestas, realizó la muestra virtual «Ese día», conformada por 26 retratos fotográficos y testimonios de víctimas sobrevivientes, en los que señalan el momento bisagra que vivieron.
«Las víctimas fatales son nuestra bandera, pero también hay cientos de heridos que quedaron con secuelas de todo tipo», explicaron algunos sobrevivientes en diálogo con Télam.
Sin perder la singularidad del caso Amia, ellos se sumaron a la reconceptualización que ha tenido entre quienes padecieron este tipo de ataques en otras partes del mundo.
A partir de ello, se autodenominan «víctimas sobrevivientes». Se trata de una idea «reciente en el mundo en casos vinculados con el terrorismo», explicó a Télam Daniel Pomerantz, una de las supervivientes retratadas y actual director ejecutivo de Amia.
«Es importante que nosotros podamos contar lo que vivimos, que se vea que hay personas que sufrieron y seguimos sufriendo en silencio», dijo a esta agencia Laura Moragues, una de las víctimas sobrevivientes retratada.
«No me voy a sentir bien hasta que la sociedad no tenga una respuesta», agregó César Gabriel Romero, que también participa de la muestra.
Los retratos fueron realizados por la fotógrafa Alejandra López, con la curaduría de Elio Kapszuk, y pueden verse en http://esedia.amia.org.ar/.
A partir del ingreso a ese enlace es posible realizar un recorrido virtual en una sala expositiva 3D y acceder a cada retrato así como a sus testimonios audiovisuales que reconstruyen, desde distintas perspectivas, lo que fue «ese día» y sus vidas a partir de entonces.
A las 9.53 minutos de la mañana lluviosa del lunes 18 de julio de 1994, cuando estalló el coche bomba en la Amia, Daniel Pomerantz tenía 31 años y estaba en el segundo piso del edificio parado en el ingreso a la oficina de su compañero Salo, que lo retenía con algunas consultas laborales.
En ese mismo instante, Laura Moragues (24) atendía a una clienta en un comercio ubicado a pocos metros de la mutual, sobre la calle Pasteur; y César Gabriel Romero (18) caminaba sobre la misma cuadra junto a su amigo Cristian luego de ver pasar un coche a toda velocidad que los alarmó.
Daniel recuerda que el piso se movió por el estallido, y que con Salo intentaron sostenerse luego de trastabillar. No veían nada, solo se escuchaban gritos.
El impacto llevó a Laura dos metros más adentro del negocio. Para César, el tiempo se detuvo cuando la onda expansiva lo «voló» varios metros hacia adentro de un local y comenzó a ver vidrios caer y gente ensangrentada cubierta por un espeso polvillo blanco.
Daniel y Salo lograron llegar a una terraza que se mantuvo en pie, donde encontraron a otros compañeros que trataban de orientarse hacia una posible salida.
Daniel, ahí, pudo ver que la parte delantera del edificio de la Amia ya no estaba. Su siguiente recuerdo es escuchar a Tamara que pedía auxilio y de Ana María, que de forma desgarradora preguntaba por su hija, una de las víctimas fatales del atentado.
Por su parte, Laura, luego de recuperarse del impacto, salió a la calle a buscar a su hermano que tenía otro local a pocos metros del suyo.
Vio el desastre al salir de lo que quedaba del local entre una nube de polvo, cuerpos destrozados, personas tiradas en el piso y objetos que seguían volando.
Todo sucedía lento para ella, y en medio de la polvareda logró ver a su hermano, que se acercaba para abrazarla.
Cuando César logró levantarse empezó a caminar junto a su amigo y también vio el desastre.
Había un olor extraño, describió, luego supo que era amonio.
Junto a Cristian ayudaron a sacar personas hasta que debido al shock y las heridas decidieron alejarse del lugar y dirigirse al hospital.
«Después de ese 18 cambió todo en mí», dijo César a Télam desde su casa en Pontevedra, Provincia de Buenos Aires, donde vive junto a su esposa y sus cuatro hijos.
«Comencé a hablar hace poco -del tema- porque hace seis años empecé a sentir angustia, dolor agudo en el pecho, recuerdos, sueños y porque me despierto llorando», explicó.
Y agregó que llegó a expresar su angustia «en forma de furia, ante cualquier caso de injusticia explotaba, me afectó en la forma de socializar», agregó.
César explicó que este cuadro de estrés postraumático le impidió seguir trabajando, subirse a colectivos y hasta caminar solo.
Daniel, por su lado, logró salir por un edificio lateral sobre la calle Tucumán, y luego se dirigió a Pasteur, donde se quedó dando vueltas hasta reencontrarse con sus padres.
«Después de ese día cambié profundamente, tenía la compulsión de no parar a pensar lo que había pasado, las circunstancias que había transitado, pero estaba para contarlo», explicó Daniel en su video testimonial de la muestra.
Laura también ayudó como pudo y formó se integró a la cadena humana que asistía en la tragedia y su negocio fue utilizado como centro de operaciones de los rescatistas. «Durante mucho tiempo no toleraba el sonido de las ambulancias, y cuando hay tumulto o mucha gente me pongo nerviosa», dijo Laura en el video testimonial.
Para Daniel, participar de esta muestra es un imperativo ético.
«Esto forma parte de mi identidad, soy una cantidad de cosas, entre ellas, soy quien estuvo ahí esa mañana y todo lo que pasó después con haber estado ahí», dijo a Télam.
«Vi el retrato (su foto en la muestra) y me pareció que tengo algo adentro todavía, como que hay algo que tengo que expresar», concluyó César.
Para Laura fue importante participar de «Ese día» porque «la herida sigue abierta y es necesario visibilizar y no olvidar este desastre. Seguimos pidiendo Justicia», concluyó.