El rosarino disputó tres finales de este certamen y las perdió todas, pero ahora volverá a desafiar ese maleficio en pos de levantar su primer trofeo con el seleccionado
La Copa América representa para Lionel Messi la mayor frustración futbolística de su carrera, ya que disputó tres finales de este certamen y las perdió todas, pero ahora volverá a desafiar ese maleficio en pos de levantar su primer trofeo con el seleccionado mayor de la Argentina, en una de las últimas oportunidades que le van quedando para hacerlo cuando el calendario le marca que volverá a cumplir años nuevamente en plena competencia.
Si bien la balanza entre Mundiales y Copa América manifiesta una obvia inequidad, y Messi también padeció el revés de la final perdida en el torneo ecuménico de Brasil 2014, por suma de intentos fallidos la competencia que comenzará el próximo domingo 13 se convirtió para el rosarino en una obsesión a la que el paso del tiempo la transformó en una necesidad cada vez más perentoria.
Es que apenas 11 días después del debut, el 24 de junio Messi estará cumpliendo 34 años, y el horizonte del Mundial de Qatar que se estará disputando recién a fines de 2022, hoy aparece muy lejano, lo que consecuentemente acrecienta su urgencia por alcanzar su primer título con la selección mayor, un casillero en blanco al que no compensan ni sirven de consuelo otros logros individuales que alcanzó desde que viste de celeste y blanco.
La Copa América ya empezó siendo frustrante para «Lío» en lo colectivo desde que debutó en ella hace 14 años, en Venezuela 2007, donde justamente perdió su primera final, aunque en el plano individual le quedara el buen sabor de marcar su primer gol en la competencia ante Perú, aunque recién por cuartos de final, y después, en la semi con aquella inolvidable «vaselina» ante México que mereció la admiración de todos.
Pero apareció Brasil en la final y en una ráfaga de efectividad dejó al equipo dirigido entonces por Alfio Basile con las manos vacías al alcanzar una concluyente victoria por 3 a 0.
La revancha sonaba prometedora y al alcance de la mano para la edición siguiente, ya que la Copa América iba a desarrollarse cuatro años más tarde en Argentina, donde la localía parecía implicar el viento a favor que significaba un valor agregado para romper con la sequía que el representativo nacional venía arrastrando desde Ecuador 1993, cuando se consagró por última vez, también con el «Coco» Basile como entrenador.
Pero esta vez, y pese a algunos pasajes brillantes de exposición de su talento, el golpe iba a resultar más duro aun, ya que el equipo se quedó muy lejos de la final, al ser eliminado en cuartos por Uruguay tras igualar 1 a 1, en tanda de tiros penales. Messi se fue del torneo sin marcar goles y el impacto se llevó puesto al entrenador, Sergio Batista.
Las esperanzas se renovaron en Chile 2015, pero fundamentalmente porque la herida lacerante provocada por la caída ante Alemania en tiempo suplementario de un año antes en la final del Mundial de Brasil seguía abierta y sangrante en el corazón de todos los argentinos. Y Messi, por supuesto, quería ponerle azúcar para que empezara a cerrar.
Se había ido Alejandro Sabella de la dirección técnica y su reemplazante, Gerardo Martino, volvía a encontrarse con Messi después de su controvertido paso por Barcelona. La idea era empezar a transformar la teoría de la «Messidependencia» que usualmente se traducía en hechos, por la de un fútbol donde lo grupal le diera al seleccionado una mayor consistencia de equipo.
El 4-3-3 del «Tata», con «Lío» arrancando en el parado inicial como un puntero derecho, fue dando sus frutos más rápido que ligero y el recorrido por territorio chileno tuvo algunas jornadas de alto relieve como el triunfo sobre Uruguay por 1 a 0, la gran actuación frente a Colombia pese al 0-0 final que obligó a cerrar el pase de ronda en los penales, y la posterior goleada por 6-1 sobre el Paraguay de Ramón Díaz.
Pero la final ante los locales también fue un 0-0 que se cerró desde los 12 pasos, y allí Chile, dirigido por el argentino Jorge Sampaoli, se consagró campeón por primera vez en su historia. La decepción fue tan grande que Messi, que finalizó el torneo con solamente un gol, hasta rechazó el premio que le concedieron como el mejor jugador del certamen.
Al año siguiente se disputó por primera vez este certamen organizado por Conmebol fuera de Sudamérica, festejando paradójicamente los 100 años de la fundación de este organismo, y allí Messi y sus compañeros se juramentaron que esta vez la Copa no se escapar.
«Esta vez no se nos escapa», le repetían de continuo Messi y sus compañeros a los periodistas argentinos que cubrieron la denominada Copa América Centenario, en «off» y en «on».
Messi llegó al torneo en malas condiciones físicas por un golpe sufrido en la zona intercostal derecha, tras el amistoso previo a la competencia que el seleccionado nacional jugó en la Argentina frente a Honduras.
Por eso se lo reservó en el primer partido con victoria por 2-1 justamente frente a Chile y recién ingresó en el segundo período frente al invitado Panamá en la segunda fecha, donde se despachó con un triplete conseguido en menos de 20 minutos, para la goleada argentina por 5 a 0.
Después volvió a convertir en el 4-1 frente a Venezuela en cuartos y repetiría con un golazo icónico de tiro libre ante el local Estados Unidos en semifinales, con el que superó a Gabriel Batistuta como el máximo anotador histórico del seleccionado argentino al alcanzar los 55 tantos. Fue 4 a 0 y el pasaje a otra final ante Chile en dos años.
Pero volvió a repetirse la historia, calcada por el destino, y el empate 0-0 volvió a transformarse en triunfo por penales para el conjunto chileno ahora dirigido por otro argentino como Juan Antonio Pizzi. Esa fue la gran frustración que aun Messi no logra digerir.
En ese torneo además terminó como segundo en la tabla de goleadores con esas cinco conquistas, una menos que el chileno Eduardo Vargas, pero poco le importó a Messi lo individual, a tal punto que entre sollozos terminó renunciando a la selección apenas finalizado el partido.
Por afuera de la competencia hacía eclosión el «Fifagate» y la próxima parada era nada menos que en Brasil, tres años más tarde, pero allí Argentina no fue como candidato, sino atravesando un proceso de renovación generacional de la mano de un entrenador absolutamente inexperto como Lionel Scaloni, y el tercer puesto alcanzado al vencer en partido por el tercer puesto a Chile dolió mucho menos que la final anterior perdida.
Sin embargo en Brasil apareció «otro Messi», que le puso a su lengua la misma «pimienta» que recorre sus piernas, y después de una polémica derrota por 2-0 ante el local en semifinales y la expulsión posterior sufrida frente a los chilenos tras «pecharse» con Gary Medel, salió a cuestionar duramente a la Conmebol, lo que le valió una pena de cuatro fechas de suspensión luego conmutada.
Messi, que renunció a la selección en EEUU pero en realidad nunca se fue, porque volvió al compromiso siguiente, terminó también con un solo gol convertido, de penal en el 1-1 ante Paraguay, su paso por Brasil 2019.
Ahora es tiempo de una nueva oportunidad en Copa América, quizá la última, como el contrato que puede firmar próximamente con «su» Barcelona. Y también con «su» selección argentina, para no alejarse de ella sin haber levantado nunca la bandera «albiceleste» en lo más alto de un podio.