La amplia coalición será votada este domingo en el parlamento para finalmente destronar al primer ministro
Después de cuatro elecciones en las que ni el primer ministro Benjamin Netanyahu ni sus opositores pudieron formar una alianza estable, una nueva, heterogénea y más amplia coalición de gobierno será votada este domingo en el parlamento de Israel para finalmente destronar al premier y asumir con una agenda muy variada y llena de interrogantes.
Nadie duda dentro y fuera de Israel que el rechazo a Netanyahu es el elemento que une a toda la coalición que lideran el ultranacionalista y religioso millonario Naftali Bennet y el ex periodista secular y moderado Yair Lapid, y que además incluye figuras con un discurso xenófobo hacia los palestinos como Avigdor Lieberman, fuerzas de centro-izquierda como el Laborismo y de izquierda como Meretz, y hasta un partido islamista palestino, Lista Árabe Unida (Raam).
Pero ahora que el acuerdo para asumir se concretó y este domingo será ratificado con una votación en el parlamento -salvo alguna sorpresa de último momento-, la gran pregunta es cuál será el programa de gobierno que logre conciliar tantas posiciones diferentes, por momentos hasta contradictorias.
Según el diario Haaretz, la nueva, amplia y variopinta coalición de gobierno solo asume con un puñado de acuerdos básicos, ninguno a primera vista estructural o importante para los temas más urgentes y más sensibles en el país.
Por ejemplo, crear una comisión para investigar la estampida durante una ceremonia judía ortodoxa que terminó con 45 muertos, eliminar cuatro ministerios -Digital, Agua, Desarrollo Comunitario y Asuntos Estratégicos-, aumentar la ayuda para los adultos mayores a un 70% del salario mínimo, cambiar las reglas para la elección del máximo rabinato del país y las conversiones religiosas y, por último y quizás el más vinculado al rechazo a Netanyahu, limitar los mandatos del premier ministro a dos, es decir, ocho años.
Esto deja afuera el rumbo económico general, la política hacia la minoría palestina dentro de Israel y con los palestinos en los que territorios que el país ocupa militarmente desde 1967, según la ONU y gran parte de la comunidad internacional -Jerusalén este, Cisjordania y la Franja de Gaza-, además de la política exterior y la tensión entre sectores religiosos y seculares, entre otros puntos centrales.
El acuerdo para sellar la coalición estableció también que tanto Bennet como Lapid, las dos figuras que se alternarán en el cargo de primer ministro, en ese orden y dos años cada uno, tendrán poder de veto sobre las decisiones tomadas por el gabinete y sobre los cambios que pudieran surgir en la composición de inminente alianza oficialista.
Después, el acuerdo se concentra en la división de las carteras y cargos, algunos de las cuales, como el Fiscal General, también tendrán un sistema de rotación después de la primera mitad del mandato.
Cada fuerza, eso sí, incluyó algunas condiciones o pedidos a tener en cuenta para poner su firma en el acuerdo y sus votos en el parlamento.
Nueva Esperanza del ultranacionalista Gideon Saar, el futuro ministro de Justicia, pidió, por ejemplo, una nueva Ley Básica que regule la relación entre el parlamento y la Corte Suprema, descriminalizar el uso de marihuana y regular ese mercado, y financiar un programa que supervise las construcciones palestinas en la llamada zona C de la ocupada Cisjordania, es decir, la parte que según los Acuerdos de Oslo firmados en Estados Unidos están bajo control total de Israel, aunque la letra del texto agrega que esa situación es temporal hasta que se firme un acuerdo de paz definitivo.
Los territorios palestinos ocupados no parecen haber quedado dentro de las condiciones que logró imponer la Lista Árabe Unida (Raam).
El foco de la fuerza es conseguir, primero, una suspensión temporal y, luego, una revisión de la ley que habilita a destruir las llamadas construcciones ilegales, una noción que en Israel tiende a referirse a viviendas de ciudadanos israelí-palestinos, que tienen más obstáculos y dificultades legales para construir y expandirse que los ciudadanos judíos.
El titular de la fuerza, Mansour Abbas, quien pidió aumentar el gasto público hacia la minoría palestina, también consiguió dirigir la Comisión de Interior del parlamento, pero solo porque el acuerdo de la coalición incluye transferir la supervisión de la Policía israelí a otra comisión, la de Seguridad Pública, según Haaretz.
Pero la cuestión palestina no es el único tema que seguramente generará tensión dentro de la próxima coalición de gobierno.
Los partidos religiosos y conservadores compartirán la mesa del gabinete con Meretz, la tradicional fuerza de izquierda israelí, que pidió impulsar los derechos LGBTIQ+, promover el transporte público durante el sabbat, el día sagrado para el judaísmo, y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
En paralelo, en otro posible frente de conflicto, desde la alianza Azul y Blanca del actual ministro de Defensa, Benny Gantz, quien reeditará su cargo con el nuevo gobierno, se pidió volver a discutir una ley de conscripción nacional muy discutida por la comunidad ortodoxa, que desde la fundación del Estado tiene el beneficio de estar exenta del servicio militar obligatorio, una institución central en un país que no solo ha vivido numerosas guerras, sino que ocupa territorios vecinos con millones de habitantes desde hace más de medio siglo.