Es la más grande de la Región de Magallanes, cubriendo un área de 100.000 hectáreas. Una historia de paz entre especies
La depredación del ganado doméstico ―ovejas, llamas y otras especies― por los pumas (Puma concolor) es usual en muchos rincones del mundo donde habita este felino. Como respuesta, también lo es su persecución. Chile no es la excepción ante este hecho, y menos la Patagonia que es una zona dedicada a la ganadería. Además, en este territorio se ubica el Parque Nacional Torres del Paine (PNTP), uno de los mejores lugares del mundo, según expertos, para observar a este animal. Pero esta historia no es sobre esta majestuosa área silvestre protegida y su relación con estos felinos, sino sobre la iniciativa que busca la convivencia pacífica entre el ganado doméstico y la fauna salvaje, y que ocurre en terrenos colindantes al PNTP: la Estancia Cerro Guido (CG).
En una extensa y reveladora nota realizada por la periodista Barinia Montoya para el portal especializado Mongabay, Jorge Matetic, propietario de CG, cuenta que la cercanía con el Parque “puede ser un problema o una oportunidad”, dependiendo del ojo con el que se mire.
La Estancia Cerro Guido cuenta con aproximadamente 30 mil ovejas y “el puma puede atacar 30 ovejas en una noche”, asegura José Rivera, administrador de CG. Esta situación, si se repite en reiteradas ocasiones, puede generar un importante impacto económico.
Pero, al mismo tiempo, Matetic detectó que muchos visitantes y agencias de turismo mostraban cada vez un mayor interés por ingresar a la estancia para avistar a los pumas.
Fue este detalle, el que impulsó al propietario de la estancia a romper los paradigmas de ver a este animal como una amenaza y en el 2019 convocó a un grupo de expertos para darle forma a esta idea en la que convergen la ganadería, turismo y conservación.
El proyecto lleva ya dos años en funcionamiento y los logros obtenidos son alentadores. En 2019, la población de puma avistada bordeaba los 16 individuos y en 2020 la cifra aumentó a 25. De ellos hay al menos diez ―3 machos y 7 hembras― que se han mantenido durante los dos años en las áreas, por lo que se podría decir que son residentes del lugar.
Pero, además, la depredación de ovejas ha disminuido en un 28 %, pasando de 410 muertes registradas a 296.
El puma como aliado
La Estancia Cerro Guido es la más grande de la Región de Magallanes, cubriendo un área de 100 000 ha. El paisaje es de una variada diversidad vegetal compuesta en su mayoría por bosques de lenga (Nothofagus pumilio) o roble de Tierra del Fuego como también es conocido, acompañado de matorrales preandinos, estepa patagónica y desierto andino. Esta zona recibe la visita de cóndores, ñandúes, zorros, guanacos, huemules y, por supuesto, del puma.
Pangui, pantera y cougar son solo algunos de los 80 nombres con los que se conoce también al puma, nombre quechua que quiere decir “animal poderoso”, y en toda su distribución geográfica, que abarca desde el sur de Canadá hasta el norte del Estrecho de Magallanes, “ha coexistido con más culturas que cualquier otro felino en el mundo”, comenta Nicólas Lagos, asesor en conservación del proyecto y experto en pumas.
Lagos le sigue la pista al león de montaña desde hace 10 años y comenta que en Chile, así como también en casi toda su distribución, la vida de este poderoso animal no ha sido nada fácil. La caza del puma es ilegal, ya que es una especie protegida, sin embargo puede ser autorizada por el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG). “Está permitido matar uno o dos pumas al año, pero demostrando que han matado cierta cantidad de ovejas”, dice Pía Vergara, directora del proyecto.
Fuentes consultadas por este medio aseguran que es una costumbre en la Región de Magallanes matar al puma para defender el ganado, labor que es ejercida por los denominados leoneros, personas encargadas de perseguir y dar muerte al animal. “Ha disminuido ese tipo de caza, pero sigue existiendo y actúan acompañados de una jauría de perros”, cuenta la directora del proyecto.
Frente a esa problemática, el proyecto de conservación de Estancia Cerro Guido definió trabajar en una superficie de 5 mil hectáreas, destinadas a la protección, para realizar un estudio del comportamiento del puma. En la práctica el trabajo consiste en rastrear a estos animales a través de dos vías: por avistamiento directo y por cámaras trampas. Gracias a un avistamiento directo se registró a una puma con tres cachorros. “Bautizamos a la madre como Raya y a sus cachorros como Linda, Tristona y Solo”, dice Vergara, ya que a través de las cámaras trampa constataron que se trataba de un macho y dos hembras que bordeaban los tres meses de edad.
“Para identificarlos, lo principal es fijarse en cualquier marca individual como las cicatrices, además de la coloración del pelaje y de la nariz”, cuenta Lagos, y agrega que el trabajo es aún más efectivo si consigues buenas fotografías, ya que estas ayudan a sistematizar la información generada en terreno.
Con el pasar de las semanas, fueron apareciendo más pumas a través de los monitoreos, por lo que hoy en día cada felino tiene su propia ficha de identificación, donde se registran datos de interés, como sus características físicas, conducta, lugares de avistamientos, entre otros. Lagos dice que el resultado ha sido impresionante ya que al parecer los pumas se están dando cuenta que su trabajo de monitoreo no constituye una amenaza para ellos. “Los pumas en el pasado han sido perseguidos por el humano, entonces, es evidente que tengan un comportamiento de aversión hacia nosotros”, comenta el investigador.
Vergara, por otra parte, señala que uno de los desafíos más ambiciosos del proyecto es aunar fuerzas con la comunidad local e internacional para hacer un catastro del puma. “Queremos generar un modelo que sea replicable en distintas estancias para que esta protección al puma vaya creciendo en la Patagonia chilena y ojalá se traspase a Argentina”.
De Italia a Cerro Guido
Inicialmente el proyecto de conservación de Estancia Cerro Guido buscó estudiar el comportamiento de los pumas para identificarlos y conocer sus rutas para hacer turismo de avistamiento. Pero a medida que la iniciativa fue avanzando, y gracias a los avistamientos directos realizados por el equipo de investigación, los dueños de CG se entusiasmaron y así pasó de “ser una iniciativa de turismo a incluir la coexistencia entre la ganadería y la fauna silvestre como una nueva arista del programa”, dice Vergara. Inmediatamente surgió la pregunta: ¿Cómo proteger al ganado de los ataques del puma y, al mismo tiempo, mantener al puma protegido y evitar su caza? La respuesta fue incorporar perros protectores.
Rivera, administrador de CG, cuenta que los perros protectores de raza Maremma son originarios de Italia y que han sido utilizados durante siglos por pastores para defender al ganado debido a que “son cuidadores innatos”. Este instinto se ha visto fortalecido debido a que desde su nacimiento están rodeados de ovejas para realizar la impronta, proceso que es definido como la socialización que tiene el animal con otras especies.
La impronta consiste en reunir a la madre que va a parir con un par de ovejas como compañía. Posteriormente, cuando los cachorros nacen y abren sus ojos, se encuentran con su mamá además de las ovejas acompañantes, a las que reconoce inmediatamente como parte de su familia. “Nacer entre ovejas les genera familiaridad y así se sienten parte del rebaño que posteriormente cuidarán”, asegura Vergara. La directora del proyecto además agrega que es importante conocer bien el carácter de cada perro para saber cuál es “el momento adecuado de soltarlos al campo para proteger al ganado”.
En el caso de CG la estrategia consiste en que los cachorros vivan diferentes etapas de convivencia con las ovejas, desde dormir en áreas más acotadas, como un potrero, hasta dejarlos pernoctar a campo abierto con el rebaño. Posteriormente, transcurridos nueve meses, se les asigna un grupo de 400 ovejas para su cuidado.
Rivera asegura que esta iniciativa ha rendido frutos, ya que las muertes de ovejas “han disminuido un 30 %” gracias al efecto disuasivo que produce el perro protector ante ataques al ganado.
En total 11 perros pastores conforman la primera línea de protección de las ovejas ante ataques de predadores, “número que se pretende aumentar”, señala Vergara, recalcando que para conseguir un trabajo eficaz “es imprescindible que el cachorro reciba una buena impronta” y que su cuidado sea personalizado, pues de lo contrario podría alimentarse de las ovejas muertas o no responder ante los ataques.