Por Ariana Operti
El 6 de agosto de 2013 marcó un antes y un después en la vida de Rosario. En calle Salta 2141, de un momento a otro, una fuga de gas natural provocó una explosión; y luego, el derrumbe de una de las tres torres de un bloque, colapsando las demás y produciendo así la peor tragedia de la ciudad. Fallecieron 22 personas y hubo más de 66 heridos.
Hugo Montefusco trabajaba por las noches en el Sanatorio de la Mujer y, cada tres días, en las ambulancias del Sistema Integrado de Emergencias Sanitarias. El día de la tragedia, debía de guardia, pero un compañero le pidió cambiar. Él, fue una de las 22 personas que perdieron la vida.
Con su esposa, Marcela Nissoria, se estaban tomando un tiempo y por esas razones, el hombre vivía momentáneamente en el edificio de la explosión. Al cumplirse un nuevo aniversario del hecho, Marcela habló con CLG sobre la pérdida de su marido y el pedido de justicia que llevan adelante las familias de las víctimas.
«Hugo era un tipo muy trabajador, responsable, buen padre, buen hijo, muy honesto»
La mujer expresó sus sensaciones por la tragedia: «Parece que estás en una pesadilla. Aún hoy nos parece mentira. Se perdió todo, no solamente a él. Nuestras historias, proyectos de vida, nuestra cotidianidad, las reuniones familiares ya no son las mismas… y uno va tratando de sobrevivir, de salir adelante, de no dejarse caer, no dejarse vencer».
«Lo que pasó no tiene explicación, era algo evitable. Fue fruto de la idiosincrasia de este país donde está todo atado con alambres. Un país que no nos cuida, no controla, que cuando sí los hace, también hay coimas. El Enargas no hizo las cosas como corresponde. Los gasistas se reciben y nadie controla cómo trabajan. El consorcio tenía meses de reclamos y no actuaban», detalló.
La lucha de las familias
Las familias de las víctimas buscan que haya justicia por lo sucedido, cada año vuelven a remarcarlo y reclamar por ello. «No es nada fácil porque uno se cansa, está en el peor momento de su vida librando una batalla contra gigantes siendo un ciudadano común, sin un Estado que te apoye poniéndose como querellante de la causa o interviniendo la empresa para ver qué pasaba. Todos los culpables están sueltos, aún no hubo juicio y nosotros nos llevamos la peor parte: el dolor de la ausencia y la lucha», manifestó Marcela.
«La empresa siguió trabajando como si nada, sus imputados siguen trabajando. Es una falta de respeto a la vida humana lo que vivimos y lo que seguimos viviendo«, se lamentó la viuda.
La mujer aclaró: «No tiene sólo que ver con que vayan presos los responsables, sino con que cambien algunas cosas: los controles, que Litoral Gas preste el servicio que tiene que prestar como corresponde y que invierta el dinero que tiene que invertir por lo que pagamos en las facturas».
Respecto a este último punto, Nissoria se quejó porque considera que Litoral Gas no invierte en lo que debería y lo hace sólo en «aquello por lo que van a tener un lucro». «Hicimos revisar los balances de los últimos 10 años y ni un peso en seguridad«, argumentó.
Para la esposa de Hugo, tal vez es demasiado «utópico» ese cambio, pero igualmente luchan porque ocurra. «Y que los responsables paguen, porque esto nosotros nunca lo quisimos ni lo merecimos, entonces que los responsables deben ir presos. Eso no nos va a devolver la vida de los que se fueron pero nos va a traer un poco de paz, que es la que estamos necesitando», agregó.
La baja de las familias de la querella
Sólo queda una familia como querellante en la causa que investiga la tragedia ocurrida en calle Salta, la de Débora Gianángelo. «Todos los que nos hemos bajado fue por diversos motivos y tiempos, entre ellos la presión que ejercían nuestros propios abogados diciéndonos que si algún imputado quedaba libre, podíamos pagar costas nosotros», contó Marcela.
«Si uno piensa con el corazón, dice que sí, que los culpables van a pagar. Si pienso con la cabeza digo que no, pero no quiero perder las esperanzas. Quiero que las cosas cambien».
«Sobre que perdimos un ser querido, nos podemos quedar sin casa… no da garantías la justicia para que uno, aun queriendo quedarse hasta las ultimas consecuencias, continúe», comentó disgustada. «No es fácil tomar esta decisión pero como familia, decidimos estar tranquilos de esta forma y no arriesgar todo porque en este país las cosas son imprevisibles y no sabes si no te vas a quedar en la calle», adicionó.
Sobre la causa, dijo que ya no creen que los datos de las pericias sean «reales» porque «tardan mucho entre cada reunión». Todo lo sucedido en estos años en torno a la misma, llevó a que la mujer tenga dudas sobre cómo se resolverá: «Si uno piensa con el corazón, dice que sí, que los culpables van a pagar. Si pienso con la cabeza digo que no, pero no quiero perder las esperanzas. Quiero que las cosas cambien».
«La gente a veces me dice ‘esto es Argentina’ y yo no quiero vivir naturalizando que las cosas son así. Por eso es nuestra lucha, sino yo hubiese arreglado el primer día que me llamaron, en noviembre de 2013. Sin embargo, me puse adelante de la lucha, aún cuando no tenía ganas ni de levantarme», concluyó.