La Cámara de Casación porteña ratificó la pena a dos años de prisión en suspenso
Un hombre que forzó a su ahijado, de cuatro años de edad, a masturbarlo hasta eyacularle en la mano, fue condenado por abuso sexual pero no irá preso.
La Cámara de Casación porteña ratificó la pena a dos años de prisión en suspenso tras considerar que «las limitaciones del lenguaje de la víctima (propias de su edad) y su consecuente falta de mayor precisión, eventualmente pudo haber sido un escollo para que la agresión sexual no haya configurado una infracción penal de mayor gravedad».
Los jueces Horacio Días, Gustavo Bruzzone y Patricia Llerena dejaron firme el fallo del Tribunal Oral 13, integrado en de forma unipersonal por el magistrado Diego Leif Guardia.
El acusado, cuya identidad permanece en reserva para preservar a la víctima, fue condenado por el delito de «abuso sexual simple».
La acusación sostuvo que «el 1 de mayo de 2015, en horario de la noche, en el interior del domicilio (el imputado) aprovechó la circunstancia de que su ahijado se quedó a pernoctar en la vivienda y mientras miraban dibujitos en la televisión, antes de dormir, en la misma cama, lo obligó a que le tocara sus genitales hasta eyacularle en la mano».
«En igual marco –añadió el reproche penal-, le dio besos en la lengua, diciéndole que tales conductas era un juego secreto de ambos».
Para el tribunal, «la sentencia condenatoria ha arribado, en términos de lo expuesto precedentemente, a una ‘certeza moral’ respecto de la cual no se observaron fundamentos reales o racionales que permitan dudar de ella».
El condenado argumentó que se había vulnerado el principio de congruencia por una diferencia en el día en que habría ocurrido el hecho y, además, negó los cargos argumentando que la denuncia fue iniciada por la madre del niño con la «finalidad evitar que saliera a la luz la relación secreta y extramatrimonial de la denunciante con un ex novio».
Pero el tribunal valoró el relato del pequeño en Cámara Gesell, especialmente una patética descripción: «yo le toqué el pito y él se hizo pis encima».
La situación afloró durante una situación normal de la vida del niño. Cuando su madre lo estaba terminando de bañar, «éste le quiso dar un beso con la lengua, algo fuera de lo común».
«Esa conducta se repitió al poco tiempo, oportunidad en la que el niño le dijo que era un secreto, que era un juego que jugaba con el padrino, que le daba besos de lengua, que le había tocado el pito y que el padrino se había hecho pis», resumió la resolución.