John es un colombiano que en 2018 decidió cambiar su vida de raíz y comenzó a viajar con su gato Bella. Delincuencia, amores, desamores y milagros en su andar por Sudamérica
Por Gonzalo Santamaría
«El 18 de agosto de 2018 a las 8:47 de la mañana empecé a caminar sin rumbo, sin pensar y con tan solo 10 mil pesos colombianos«. Con esa precisión cuenta John cómo decidió cambiar su vida en Colombia y lo que podría llamarse el comienzo de su viaje infinito por Sudamérica. Hoy, casi tres años más tarde, es una estrella en Facebook por sus andanzas junto a su gato Bella alrededor del continente. Ya visitaron Ecuador, Perú, Bolivia y Paraguay. Ellos formaron «El Gato Mochilero», una página que suma más de 200 mil seguidores y llegó hasta Israel, México y España.
Antes de ese 18 de agosto la vida del colombiano era otra y él mismo sostiene que para llegar hasta este presente hay que hablar de su pasado John Alexander Gálvez Velázquez, pronto a cumplir 39 años, nació en Bogotá, Colombia, y habló en exclusiva con CLG. Él mismo cuenta que durante 12 años fue un delincuente en el país cafetero y estuvo en prisión, pero le «nacieron las ganas de cambiar». Sin embargo, cuando «uno está metido en el fango hasta la coronilla, es casi imposible salir», dijo, y más aún, agregó, cuando la sociedad y la política del país no colaboran: «Cuando uno está marginado y tachado como delincuente, las puertas no se abren tan fácil. Para un delincuente con un prontuario de delitos como el que yo tuve se hace difícil, mas sin embargo tuve la intención».
Es por eso que comenzó un proceso que duró más de 9 años con «caídas y desilusiones», hasta que conoció a una mujer especial que lo fortaleció y le permitió crecer. De todas formas, como muchas otras historias, la relación fue tan cerrada que John se olvidó de su familia, amigos y «hasta del mismo Dios». «Sólo vivía por los ojos de ella», retrató.
Lo que el bogotano no sabía era que lo esperaba una traición y un desamor tan grande que lo volcó a una depresión que lo tuvo por cuatro meses atrapado, sin comer ni dormir. En estas condiciones, llega agosto del 2018. Más precisamente el 17 de ese mes recibe un llamado de un grupo de delincuentes recién salidos de la cárcel, en el que lo invitaron a robar nuevamente. La comunicación puso en shock a John que había estado dos años sin cometer un delito, pero no dudó: «Okey, parcero, vamos a hacer una vuelta», le respondió, ya sin nada que perder.
El día siguiente fue clave. A las 8 de la mañana se tenía que encontrar con la banda y una hora antes comenzó a caminar hacia allí. En ese momento le fulminó un pensamiento tan grande y rotundo que sucumbió su andar. «¿Vas a volver a la cárcel por la traición de una mujer, habiendo tantas en el mundo?», recordó John con mucha claridad. «Eso fue un milagro. Miré para arriba y dije que no quería volver a las rejas. Oré y le dije a Dios que me lleve para donde quiera», y cambió su destino. «Fue así que el 18 de agosto 2018 a las 8:47 de la mañana empecé a caminar sin rumbo, sin pensar a donde ir y en mis bolsillos llevaba 10 mil pesos colombianos, es decir 2 o 3 dólares. Así empecé».
Sin dudarlos «hizo dedo» y se subía a cualquier vehículo «sin saber a dónde» lo iba a llevar: «Cuando veía la oportunidad de bajar me bajaba y así terminé en Barranquilla«. Mil kilómetros de distancia le dieron una nueva vida.
Allí empezó a vivir primero en la calle y luego, ya con amigos formados, encontró techo. Para fines del 2018 ya le rondaba una idea que lo ponía de puntas de pie: «Si llegaste hasta aquí, puedes llegar más lejos», pensaba bajo el calor colombiano de diciembre.
La investigación lo llevó a conocer la Carta Andina, o más bien conocida como el Tratado de la Mercosur, que incluye nueve países de Sudamérica y por la cual se puede atravesar la frontera terrestre solamente con una cédula de identidad.
«Vi la oportunidad», manifestó Velázquez, y sostuvo que «sólo sabía que existían» Colombia, Ecuador y Perú. «Entonces conocí a un grupo de personas que iban a mochilear, hablé con ellos pero me dijeron que estaba loco. A mí no me importaba, yo solo quería caminar», comentó y fue así que tomó Perú como su primer objetivo.
Hasta allí estaba solo en una casa abandonada de Barranquilla, sin saber muy bien qué le deparaba el destino y, como él mismo admite, no era muy amante de los animales. En caso de serlo, estaría más cerca de los perros. Por la noche decidió visitar un restaurante y cuando se sentó sintió un grupo de gatos que pasaron por debajo de la mesa. Entre pedidos de comida y caricias, a John se le ocurrió otra idea: tomó su plato y habló con la dueña para quedarse con uno. Tras el apoyo de la casera, que le insistía con que se llevara todos, metió la mano debajo de la mesa y los gatos salieron espantados. Todos, salvo Bella, que sin miedo se acercó a su futuro amo.
El camino ya no lo tenía como solitario. Ahora John y Bella salieron al mundo. El andar comenzó, siempre detallado al pie de la letra por él, un 3 de enero del 2019, «sin un peso». «Tomé al gato, lo puse arriba de la mochila y salí. Así empezó la historia caminando por las carreteras de mi país. En una de esas pasó un grupo de chicos en un auto y al ver al gato arriba gritaron: ‘Gato Mochilero’. Me gustó cómo sonó y lo acepté. Caminé como si nada, atravesé Ecuador y llegué a Perú, donde estuve 4 meses», relató el nacido en Bogotá.
A las novedades tecnológicas y redes sociales les escapó durante muchos años, pero fue en Perú que le recomendaron hacerse una Fanpage de Facebook para que la gente lo pueda ver. Es así que antes de ingresar a Bolivia, ya en el primer día en Potosí, lo reconocieron en las calles y hasta fue entrevistado. El boom mediático llegó.
Tras su estadía en Bolivia intentó ingresar a la Argentina en 2019, pero un decreto del entonces presidente Mauricio Macri no permitía ingresar a extranjeros con antecedentes al país. Por eso Paraguay sería su próximo destino en 2020 y «una bendición para el gato», describió. «Gracias a Paraguay compartimos con las personas y subsistimos de una manera más fácil, entonces fue una aventura», afirmó el colombiano y contó que caminó los 112 kilómetros del Chaco Paraguayo «al rayo del sol, con una mochila de 60 kilos y Bella, de otros 5 kilos».
Ahora se encuentra en Encarnación. El río Paraná lo separa de Posadas, Misiones, y está esperando atento que las fronteras cerradas por la pandemia se vuelvan a abrir. «Me paro en la costanera y estamos a una balsa», dijo, aunque también sueña con llegar a Brasil y ve a México como su próximo destino luego de pasear por todo Sudamérica.
Cuando llegó a tierras guaraníes nuevamente el amor tocó su puerta y fue otro motivo para transitar la pandemia allí. También creció la familia, además de Bella están Gracielita (negra) y Logan (tigresa), y comenzó a vender ropa para gatos para sortear el día a día. «Mi pasión es caminar», cerró John.
Bella, el protagonista
A pesar de que el nombre puede sugerir que es una gata, Bella es macho y «asombra» a quien se cruce en su camino. «Los animales se forman depende de cómo lo tratamos. Los gatos no deben ser de raza y cuando me preguntan de qué raza es, digo callejerito. Todos podemos formar un gato mochilero», reconoce John a este medio.
El gato es una llave para todo. La gente se llena de curiosidad al ver llegar al animal con sus lentes y atuendos. Se sorprenden al verlo ir solo, sin correa, ya sea caminando, en una moto o una balsa. «Es muy dócil y tiene facha por sus accesorios, le gusta lucir sus ropa y se convirtió en un ser muy querido por la gente», contó John Velázquez.
Uno de los inconvenientes más frecuentes con los que se cruzan es el transporte, ya que muchos no dejan llevar animales. En Bolivia llegó a pagarle un asiento aparte para Bella y cuando piden que el gato viaje en una caja transportadora, el colombiano es claro: «Antes que eso prefiero caminar».
Sonreírle a una cámara
El viaje de John es largo, pero aún queda mucho por recorrer o impresionarse como con la Plaza Kennedy en Perú, u oficialmente llamado Parque Central de Miraflores, donde cientos de gatos habitan sus arboles y son dueños de este espacio público.
Estos casi 3 años «es la recompensa» de lo perdido en la cárcel de Bogotá y si bien le gusta conocer gente y lugares, Velázquez reconoció que lo «más lindo» que le pasó fue dar una entrevista y poder sonreírle a la cámara. «Duré más de 15 años como delincuente y me ocultaba al mundo, donde no me tomaba una foto, donde los únicos que me seguían eran los policías. Hoy en día me sigue gente bonita de muchos países. Lo más lindo que me pasó fue cambiar mi vida», resumió y contó que le escriben compatriotas que salieron de prisión en busca de ayuda para «no volver a ser los malos que desperdician su vida».