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Opinión: «Newell’s entró en crisis y es grave»


Juan José García

Por José Odisio

Los Clásicos son para ganar. Ese es el deseo de jugadores, hinchas, dirigentes, de cualquiera que camine por las calles de esta ciudad. Es difícil no encontrar coincidencia en esta premisa fundamental, en especial en Rosario, donde el resultado de este partido marca el ánimo de la gente por mucho tiempo. Pero el deseo tiene que tener sustento dentro de la cancha. La victoria pocas veces llega de manera fortuita. Hay que tener un plan, y saber ejecutarlo. Si eso falla, sólo queda rezar.

Newell’s salió a jugar el Clásico a «no perder», por eso tal vez perdió por goleada. Y esa idea no tiene que ver con la voluntad ni las ganas de los futbolistas, sino por el planteo de Burgos y los nombres que estuvieron en cancha desde el inicio. ¿O acaso Burgos imaginaba que con Sforza de atacante, Maxi de no se sabe qué y el pibe Cingolani podía lastimar a Central? Una vez más el Mono priorizó tener un equipo compacto de mitad de cancha hacia atrás, apostando a una pelota parada o alguna proyección de los carrileros para intentar convertir. Demasiado poco para ir por los tres puntos. Demasiado aferrado a aguantar y ver qué pasa.

A Burgos se le puede cuestionar mucho. No es el responsable de esta pésima preparación física del plantel. Tampoco de lesiones que tienen afuera a futbolistas como Cristaldo, Gentiletti, Escobar o Panchito González, que podrían darle mejor forma a este equipo. Pero tras un inicio con buenos resultados, incluso con buenas presentaciones como ante Lanús, el DT empezó a enamorarse de una forma de plantear los partidos que hoy lo hizo chocar contra una pared. Y no fue casualidad. Si se repasa la formación de la Lepra previa al partido, la expectativa de los hinchas sólo podía ser alta sostenida desde el fanatismo. Pero se veía algo raro, un experimento que lógicamente no funcionó.

Cuesta entender de qué juega Maxi. Ni siquiera su jerarquía e inteligencia le permiten acomodarse a una posición híbrida donde lo ubica el DT. No es nueve, no es enganche, no tiene socios cerca para jugar. Así, el final de la exitosa carrera de la Fiera pasa a ser un suplicio, un sufrimiento que es peor que si el técnico lo dejara en el banco, como sucede con Scocco. Burgos parecía estar convencido de lo que hacía. Guste o no su estilo, los buenos resultados iniciales eran todo un logro con un equipo que agarró por el piso. Pero ahora entró en zona de confusión. Y si a Maxi le cuesta entender su lugar, ni hablar al pibe Sforza, que de volante central pasó a ser «extremo por izquierda», aunque lógicamente fue una forma de disfrazar la inclusión de otro volante de marca.

Sforza no supo dónde acomodarse, igual que Calcaterra, que se lucía como stopper y el Mono lo mandó de nuevo al medio, como si fuera una penitencia. Ni hablar de Nadalín, que la pasaba mal como lateral y ahora sufre más como zaguero. A eso hay que sumarle los cambios, poco comprensibles, como el planteo inicial. La salida de Cingolani, que era el único que amagaba con molestar a Central, sorprendió a todos. Como si a Burgos le costara arriesgar un poco más e incluir a más de un atacante ofensivo.

Tampoco cierra mucho lo de Pablo Pérez, quien estaba caliente y corría riesgo de ser expulsado, como casi toda su carrera, pero era el único que intentaba hacer jugar al equipo. El DT prefirió no arriesgar, pero a pesar de estar en desventaja optó por poner a otro volante de marca, no de juego. Demasiado complicado todo, difícil de entender desde afuera, y al parecer también desde adentro. Y así ganar era más un deseo que un plan de juego.

Burgos no tiene la culpa de todo. No eligió a Cabral como refuerzo, que hace todo mal. No puede hacer despertar a Capasso para que en el segundo gol de Central saliera rápido del palo y no habilitara a todos. Eso es de potrero, cuando tras un córner alguien grita «salimos». Pero desde hace un tiempo el Clásico es una maldición para Newell’s. Y no importa la calidad de los jugadores, ni el temperamento, ni el momento futbolístico. Hay un contagio a hacer las cosas mal. Un aura de partido difícil de ganar que paraliza, hace cometer errores y muestra a jugadores en un nivel difícil de justificar. Tal vez eso haya provocado que Burgos piense más en «no perder» que en ganar. O no se entiende qué quiso hacer.

Newell’s entró en crisis. Y es grave. No está al borde de descender, como en otros momentos recientes, tal vez ese sea el único alivio de este pésimo momento. Pero sin chances en el torneo local, con la Sudamericana dilapidada a partir de un partido donde el DT guardó jugadores para el Clásico, es poco lo que queda para el hincha, que está enojado, pero lo que es peor, decepcionado y desesperanzado. Hace un mes Burgos encabezaba las encuestas como el DT que necesitaba el equipo para salir, hoy muchos ya piden su cabeza. Es que los Clásicos marcan destinos. Son partidos que se deben jugar como una final. Y este Newell’s y su entrenador parecieron no entenderlo.