Por Lic. Verónica Maggio *
El Trastorno del Espectro Autista (TEA) se define como la dificultad persistente en el desarrollo del proceso de socialización -interacción social y comunicación social-, junto con un patrón restringido de conductas e intereses, dentro de lo cual se incluyen restricciones sensoriales (Manual de enfermedades mentales DSM V, 2014).
Según la CDC (Central de Control de Enfermedades de EE.UU., 2016), este cuadro se da en 1 de cada 54 niños, con una prevalencia cuatro veces mayor en varones que en nenas.
Los síntomas pueden detectarse desde los 18 meses de vida, aproximadamente, mostrando una enorme variedad de posibilidades sintomatológicas determinadas por el nivel intelectual, el nivel de actividad, la mayor o menor tendencia al aislamiento, la frecuencia de intereses restringidos, las dificultades del procesamiento sensorial y la presencia o no de lenguaje.
El área de la comunicación, es una de las más sensibles tanto para el diagnóstico como para el tratamiento. Según Rhea Paul (2016) es posible identificar tres niveles de comunicación en niños con TEA: por un lado, los niños que se encuentran en la etapa Prelingüistica, en donde está ausente la iniciativa comunicativa, estos niños no saben hablar, señalar ni hacerse entender (son sus padres quienes tratan de “adivinar” que necesitan). Luego, un segundo nivel, el de Lenguaje temprano, en donde hay intención comunicativa, palabras y algunas frases sencillas intercaladas con ecolalias (repetición de palabras y frases escuchadas de manera inmediata o diferida como la repetición de las publicidades de la televisión o partes de películas) y jerga (uso de palabras sin sentido).
El tercer nivel de comunicación en TEA es el correspondiente al de Lenguaje Avanzado, en donde el niño sabe armar frases, logra hablar de modo fluido pero con defectos en la forma de vincularse socialmente a través del lenguaje. Entre los síntomas típicos de este nivel aparecen: hablar sólo de los temas de su interés, usar entonación neutra, no saber iniciar conversaciones ni sostenerlas, o la falta de comprensión de chistes y mentiras.
Si bien la mayoría de los síntomas descriptos corresponden a aspectos ligados a la expresión del lenguaje, las mayores dificultades de los niños con TEA radican en la comprensión del lenguaje y en su uso social.
Según el experto español Juan Martos (2018), el 68% de los niños con TEA desarrollan lenguaje alcanzando al nivel Avanzado, el 11% son mínimamente verbales, esto es que pueden aprender algunas palabras y frases aprendidas para cubrir alguna necesidad, mientras que el 21% restante son no verbales y deben comunicarse a lo largo de toda la vida con medios alternativos de comunicación.
En todos los casos, la intervención temprana es el recurso de mayor valor de cara a la evolución posterior de quienes viven con esta condición.
* Directora de la Diplomatura en Trastornos del Lenguaje Infantil desde una perspectiva Neurolingüística de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral.