El mejor futbolista de la historia pasó de un día para otro de estar acompañado y monitoreado por aparatología médica y cámaras de seguridad durante 24 horas, y medicado contra el síndrome de abstinencia alcohólica, a permanecer solo, prácticamente sin controles
Diego Armando Maradona se llamó, en una suerte de ficción médica, «Ariel Gómez» durante su internación en la Clínica Olivos, donde fue operado por un hematoma subdural y externado cuando aún no estaban dadas las condiciones para ello.
El mejor futbolista de la historia pasó de un día para otro de estar acompañado y monitoreado por aparatología médica y cámaras de seguridad durante 24 horas, y medicado contra el síndrome de abstinencia alcohólica, a permanecer solo, prácticamente sin controles, encerrado en una habitación con baño sin ducha y consumiendo alcohol y marihuana en una casa de un barrio privado en Tigre.
La información, que causó sorpresa entre los médicos que integran la junta médica que deberá resolver en el lapso de un mes por qué Maradona está muerto, es parte de la documentación con la que cuentan los facultativos para elaborar sus conclusiones.
De esa documentación se desprende que durante su estadía en la Clínica Olivos, Maradona figuró con un nombre irreal y datos personales fraguados, por ejemplo la fecha de nacimiento, 15 de febrero de 1960. Maradona nació el 30 de octubre de 1960.
La historia clínica 348244 explica que tras la intervención quirúrgica por el hematoma subdural «crónico», Maradona padeció «síndrome de abstinencia alcohólica y de drogas no indicadas médicamente».
El ex astro del fútbol mundial estaba, según consigna ese parte médico, en una situación que «configura por su característica riesgo para su vida y la de los demás», por lo que «se debe iniciar tratamiento con drogas sedantes parenterales».
Los médicos y las hijas de Maradona estaban al tanto de la situación, de acuerdo con la documentación. El neurólogo Leopoldo Luque y la psiquiatra Agustina Cosachov (a quienes en la clínica se los identifica como «de cabecera»), mantuvieron una reunión con los facultativos del nosocomio Pablo Dimitroff y Fernando Villarejo.
«Todos los presentes entienden los riesgos a los que se expone el enfermo y se explica claramente que por las características del paciente también hay riesgos de no tener éxito inmediato» en el tratamiento, consignó el informe.
El tratamiento implicaba riesgos: «la administración de drogas, aún a dosis controladas con monitoreo adecuado, pueden deprimir la conciencia y el drive respiratorio de modo que el paciente pueda necesitar apoyo respiratorio y asistencia nutricional».
El reporte aclara tangencialmente que la internación se inscribe en la nueva ley de salud mental, sancionada en 2010 pero reglamentada en 2013, y hoy vigente. En ese contexto, explica que «debido a que el paciente se interna involuntariamente, los médicos de cabecera y las hijas asumen los riesgos de la internación bajo estos términos para no tener que judicializar el proceso de internación».
El tratamiento debía ser largo, a punto tal que los médicos del hospital informaron a los parientes, a Luque y a Cosachov, que «no se puede presumir a la fecha el tiempo que demandará lograr controlar el proceso de abstinencia».
Maradona estaba atado a la cama, con controles de micción, pañales para incontinencia, acompañado 24 horas por familiares y personal de seguridad propio, con controles asentados en la historia clínica hora por hora y vigilado por cámaras de seguridad internas.
Pese a la gravedad de su cuadro y el pronóstico incierto sobre la evolución de su cuadro aún en esas condiciones de cuidados intensivos, Maradona fue externado sin ningún de esos recaudos.
En la historia clínica quedó consignado que en reiteradas oportunidades el ex futbolista se había liberado de sus ataduras con un «movimiento brusco», se había quitado la sonda y se manifestaba hostil hacia enfermeros y acompañantes.