Por Pablo Bloise
Año 2000. La ruta 9 alberga a una familia que viaja desde Rosario a Córdoba. El destino es otro, pero indefectiblemente pasan por Bell Ville, la ciudad donde la pelota de fútbol es la primera dama. No hay paisaje más tentador para el chico que viaja en el asiento de atrás: cientos (o miles) de pelotas que posan en las puertas de las fábricas, hechas con pasión y sentimiento, que esperan ser vendidas. A pesar de las caras largas, el nene insiste y convence: el vehículo pone las balizas, frena y luego de un profundo proceso de selección, se hace la compra y el viaje continúa.
Aquel era un procedimiento rutinario. Y aquella familia era una de las tantas que se paseaban por los puestos eligiendo a la mejor pelota. Para que ese escenario haya sido una realidad, tuvo que haber habido una fábrica que plantara bandera desde un primer momento: y esa fue DaleMas, la más antigua del país, que tuvo un inmenso aporte para que Bell Ville hoy sea Capital Nacional de la Pelota de Fútbol.
Pasaron 53 años desde su creación. Fueron muchos los buenos momentos y también los malos, pero sus fundadores le aseguran a Con La Gente que esta es “la peor tormenta» que han pasado. La lucha contra la importación es cruel y no da tregua. Bajó radicalmente la producción y, como todo va de la mano, también disminuyó abismalmente el consumo.
En una extensa charla, CLG se metió en el mundo DaleMas de la mano de Fernando Fuglini, hijo de Roberto, su fundador. “Acá hay una clara falta de interés por parte de los gobiernos, tanto nacional como provincial y local. No se compran artículos nacionales. Realmente la situación es complicada”.
“Hoy yo, si camino por cualquier ciudad, puedo conseguir una pelota importada a 130 pesos. Eso hoy nos complica mucho. Los costos de producción y fabricación hacen que nos cueste mucho llegar a un bolsillo tan castigado como el argentino, y así el consumo cae”, aseguró Fernando, encargado de una fábrica que supo producir más 12 mil pelotas por mes y hoy ronda las 2 mil.
Al retratar la situación actual con números, explicó: “El país consume al año 3 millones de pelotas. Los fabricantes podemos hacer 1 millón, quizás menos. Y se dejan entrar dos millones. Si pasa eso, está todo bien. El tema es que si dejan entrar 10 millones, estamos en problemas. Y esas son las cosas que nos generan las complicaciones que estamos atravesando hoy”.
“Estamos en un momento donde el poder adquisitivo es bajo y sabemos que hoy en día la pelota no es primera necesidad, como sí lo era en algún tiempo para los chicos”, sostuvo Fuglini, quien detecta a la perfección que hoy los más jóvenes eligen mirar hacia otro lado.
“El Día del Niño pasado decidimos recolectar todas las promociones de los supermercados e hipermercados con artículos para los chicos. Tengo más de 300 recortes. ¡No había ni una pelota! Todo es celular, tablet, PlayStation… La pelota ya no significa lo que significaba, por lo menos, para mí”, continuó Fernando, de 53 años: exactamente la misma cantidad que tiene la fábrica. “Yo, con dos años, dormía siestas arriba de los cueros. Mirá si no he pasado por situaciones malas… pero esta la veo muy complicada”, agregó.
Por otro lado, y en referencia directa a la importación, habló de YPF: “Las promociones que tienen con el cargo de nafta, que por una mínima suma entregan una pelota, no nos ayudan en nada. Esas unidades son del sudoeste asiático (de China y Pakistán), y se importan más de 2 millones. Hemos ido todas las fábricas de Bell Ville juntas a hablar para ver si podíamos llegar a un acuerdo para que esas pelotas sean de industria nacional, pero no los vemos muy entusiasmados con la idea”.
Consultado sobre la cantidad de gente que corre riesgo de quedarse sin trabajo ante esta realidad, Fuglini habló de “5 mil familias, sólo de costureros, en la región”, que pueden perder su fuente de ingreso. “Las pelotas son en un 90% artesanales y acá se cosen a mano”, deslizó. En otro orden, adelantó que, entre todas las fábricas de la zona, hay en riesgo 300 puestos laborales. “Si no trabaja DaleMas, tampoco lo hacen las demás. Si acá nos compramos entre nosotros”, dijo.
“En este último tiempo hemos recibido cualquier cantidad de llamados. Todos de medios de comunicación que quieren reflejar nuestra situación. Ni un político nos llamó. Absolutamente nadie, ni para preguntar ‘¿en qué te podemos ayudar?’”, remarcó.
“Todo esto va de la mano con la economía del país. Este gobierno prometió un cambio y la verdad que cambiamos… pero para mal. A mí no me importa el partido político, no soy de ninguno. Lo único que quiero es trabajar y darle laburo a la gente”, enfatizó Fuglini.
La fábrica tiene el récord guiness de la colección de pelotas más grande del mundo, que cuenta con casi 5 mil unidades. Hoy, con todos los pergaminos y una historia de 53 años en el lomo, intenta batallarle a la importación con lo que tiene a mano. Sólo queda intentar patear hacia adelante. “A pesar de todo, tratamos de ser optimistas y seguir luchando para trabajar”, cerró.