El papa Francisco se mostró en alerta sobre el impacto que la mercantilización de la salud y la desigualdad global pueden tener sobre la cura del Covid-19
El papa Francisco renovó hoy su advertencia sobre el impacto que la mercantilización de la salud y la desigualdad global pueden tener en la cura del coronavirus, al señalar que «las diferencias sociales y económicas a nivel planetario corren el riesgo de marcar el orden de la distribución de las vacunas» contra la Covid-19.
El Papa alertó que la batalla contra la pandemia que azota al mundo -2,06 millones de personas perdieron la vida- y lo que podría convertirse en la campaña de inmunización más grande en la historia de la humanidad puede quedar determinada «con los pobres siempre como los últimos y el derecho a la salud para todos, afirmado como un principio, vaciado de su valor real».
En su mensaje por la 55ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que tendrá lugar el 16 de mayo en varios países, el Sumo Pontífice interrogó: «¿Quién nos hablará de la espera de curación en los pueblos más pobres de Asia, de América Latina y de África?».
Y recordó que los estragos económicos de la pandemia llegaron también a los países «más afortunados», donde el drama de las familias que han caído en la pobreza, sin embargo, queda «en gran parte escondido» de la cobertura de los medios de comunicación.
Jorge Bergoglio, de 84 años y considerado «grupo de riesgo» ante el coronavirus debido a su edad, recibió el 13 de este mes la vacuna producida por Pfizer-BioNTech, como parte de la campaña de inmunización que implementó el Vaticano para sus ciudadanos y en las que priorizó a unos 25 indigentes que viven en las inmediaciones de la Plaza San Pedro.
El pronunciamiento del Papa, lejos de ser nuevo, profundiza un eje político sanitario que el Vaticano y sus Episcopados sostienen desde el inicio de la declaración de la pandemia.
En su último mensaje navideño, Francisco calificó como «luz de esperanza» el descubrimiento de diferentes vacunas contra la Covid-19, no sin advertir que «estas luces iluminen y traigan esperanza a todo el mundo, deben estar disponibles para todos».
En ese sentido, el mapa interactivo sobre la vacuna del coronavirus que elabora Our World in Data es revelador de la inequidad global en la que parece estar sumido el mundo a la hora de inmunizar a la población.
El ranking que esa base de datos realiza con las dosis de vacunación administradas cada 100 personas está liderado por países de altos y medianos ingresos, entre ellos: Israel, Emiratos Árabes Unidos, Gran Bretaña, Bahreim, Estados Unidos, Italia, Alemania, Francia, China, Rusia, México, India y, unas posiciones más abajo, Argentina.
«No podemos dejar -dijo en aquella ocasión el Papa- que los nacionalismos cerrados nos impidan vivir como la verdadera familia humana que somos. Tampoco podemos dejar que el virus del individualismo radical nos supere y nos haga indiferentes al sufrimiento de otros hermanos y hermanas. No puedo ponerme por delante de los demás, poniendo las leyes del mercado y las patentes de invención por encima de las leyes del amor y la salud de la humanidad».
A la voz del Papa sobre la desigual distribución mundial de la vacuna contra el SARS-CoV-2 se sumó, la semana pasada, la de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuyo director general, el etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, advirtió: «Debo ser franco: el mundo está al borde de un fracaso moral catastrófico, y el precio de este fracaso se pagará con las vidas y el sustento de los países más pobres».
«Claro que todos los gobiernos quieran priorizar y vacunar primero a sus propios ancianos y personal sanitario -alertó en la misma ocasión el titular de la OMS-, pero no está bien que los jóvenes y los adultos sanos de los países ricos reciban antes la vacuna que la gente mayor y el personal sanitario de los países pobres».
En línea con el postulado de proporcionar inmunización de modo «justo y equitativo» a todos los habitantes del globo, un documento conjunto de la Comisión Vaticana Covid-19 y la Academia Pontificia para la Vida, además de reparar en la investigación y producción de las vacunas, pidió que «las inversiones en el campo de la medicina deben encontrar su significado más profundo en la solidaridad humana».
En diversas ocasiones desde que se desató la pandemia, Francisco solicitó a líderes políticos, funcionarios, empresas y organismos multilaterales que «promuevan la cooperación y no la competencia, y que busquen una solución para todos: vacunas para todos, especialmente para los más vulnerables y necesitados en todas las regiones del Planeta».
De ello se supo hacerse eco también el Consejo Episcopal Lationamericano (Celam), del que forma parte el Episcopado argentino.
Aquel organismo católico pidió a los Estados de la región que adopten medidas para asegurar que las vacunas contra la Covid-19 estén disponibles para todos los habitantes y de modo prioritario entre aquellos que están en situación de pobreza e indigencia.
«Que no sea el criterio económico el que, una vez más, margine de la salud a los más golpeados por esta crisis sanitaria», alertó la Celam.
Los dichos de hoy del Papa, quien completará su inmunización a inicios de febrero, se inscribieron en el mensaje que brindó a raíz de la 55ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.
En él, Francisco pidió un periodismo valiente que acuda al encuentro de las personas y de las historias, lo que denominó «desgastar las suelas», y abogó por controlar el «evidente» riesgo de las noticias falsas por internet, especialmente en tiempo de pandemia, aunque dijo que este medio «es una oportunidad para relatar lo que vemos».
Uno de los párrafos de la misiva de Bergoglio alertó sobre el «riesgo de un aplanamiento en los ‘periódicos fotocopia’ o en los noticieros de radio y televisión y páginas web que son sustancialmente iguales, donde el género de la investigación y del reportaje pierden espacio».
En su opinión, los medios ofrecen más espacio a «una información preconfeccionada, «de palacio», autorreferencial, que es cada vez menos capaz de interceptar la verdad de las cosas y la vida concreta de las personas, y ya no sabe recoger ni los fenómenos sociales más graves ni las energías positivas que emanan de las bases de la sociedad».