En Argentina 1 de cada 12 recién nacidos la padecen. Se trata de una reacción que puede llegar a provocar retraso en el crecimiento
La alergia a la proteína de la leche de vaca (APLV) es la alergia alimentaria más frecuente en la infancia, con una prevalencia que está en aumento y se estima que en la Argentina más de 150 mil niños menores de 5 años padecen esta condición, ya que se da en una proporción de 1 de cada 12 recién nacidos.
La APLV consiste en una reacción alérgica desproporcionada frente a la ingesta de la leche de vaca, cualquiera de sus derivados o alimentos que contengan la proteína de leche de vaca en su composición.
En ocasiones, es una patología difícil de diagnosticar, ya que sus síntomas individualmente pueden ser confundidos con otras condiciones y, entre otras, las manifestaciones más frecuentes suelen ser gastrointestinales e inespecíficas como reflujo, cólicos persistentes, diarrea y sangrado en materia fecal mientras que también puede involucrar la piel, con eczemas de difícil tratamiento, ronchas y/o hinchazón en labios y párpados.
Según los especialistas, si no se detecta a tiempo, la enfermedad puede llegar a provocar, en algunos casos, retraso en el crecimiento y, con menor frecuencia, algunos niños pueden presentar una reacción alérgica severa con riesgo potencial de muerte, denominada ‘anafilaxia’. Ante la aparición reiterada de estos síntomas, se recomienda la consulta con el alergólogo.
La doctora Karina López, pediatra especialista en Alergia e Inmunología Infantil, explicó en diálogo con NA: «Las alergias son de las más frecuentes en la Argentina por el consumo que hay en el país de leche de vaca y la mayoría las padecen dentro del primer año de vida».
«Las alergias alergias alimentarias son un grupo de enfermedades alérgicas que se producen a partir de una reacción inmunológica frente a la ingesta de un alimento contra las proteínas de los alimentos», manifestó López, quien además es Directora del Comité de Alergia Alimentaria y Anafilaxia de la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica (AAAeIC).
A raíz de la citada enfermedad, la calidad de vida cambia ya que se «requieren hábitos nuevos» y pueden haber también «problemas de sociabilización» debido a que «los matices son variados» y «hay niños que pueden hacer reacciones muy severas».
La médica explicó que la APVL «es muy diferente a la intolerancia a la lactosa», que el diagnóstico «es clínico» y que en el caso de que tras la ingesta de algún alimento el niño «hace una roncha, tose o estornuda» se realiza un «test cutáneo».
«El tratamiento es la exclusión de la leche y los derivados y en los casos de los niños amamantados, la dieta de exclusión la hace la mamá. Si no se puede hacer, hay fórmulas enriquecidas para tratar a los niños», expresó López.
La llamada «dieta de exclusión», es en la que no se puede consumir productos lácteos o derivados que contengan la proteína de la leche de vaca (como, por ejemplo, cualquier alimento que se prepare con leche: puré, panes y demás panificados, manteca, flanes y demás postres lácteos, dulce de leche, salchichas, embutidos, tartas y empanadas, entre otros).
En cuanto a las fórmulas, recientemente se introdujeron a nuestro mercado fórmulas infantiles que a sus componentes les suman prebióticos y probióticos, que son bacterias benéficas y el alimento para el desarrollo de esas bacterias.
«La APLV es una condición benigna y transitoria y se resuelve cerca de los 3 años de edad en la mayoría de los niños; un pequeño porcentaje de pacientes no logra la tolerancia. Para su atención, se requiere un trabajo grupal del que participan el propio paciente, su familia, el médico y el equipo de salud, el resto de la comunidad, la escuela y los docentes», consignó la doctora López.
La pediatra indicó que «entre las acciones para prevenir las alergias alimentarias, se recomienda fomentar a la madre una dieta variada y saludable sin restricción de alimentos alergénicos durante el embarazo o la lactancia, evitar el humo del tabaco durante el embarazo y favorecer el parto vaginal».
Además se recomienda «promover la lactancia materna exclusiva los primeros 4 a 6 meses y sostenerla aún si hay necesidad de fórmulas especiales o al introducir los alimentos complementarios independientes del riesgo de alergia».