Después de 800 años, hoy se verá la conjunción de Júpiter y Saturno, una alineación que ha despertado todo tipo de investigaciones al estar relacionada con el nacimiento de Jesús y el camino de los reyes magos
Este lunes 21 de diciembre acontecerá el último y más esperado fenómeno astronómico del año. Se trata de la conjunción de Júpiter y Saturno, conocida como la Estrella de Belén.
Aunque este fenómeno en que se se alinean estos dos planeta pasa cada 20 años, tuvieron que ser casi 800 años para que estén tan cerca uno del otro, lo que lo hace más atractivo y tenga tanto interés.
La Estrella de Belén también es llamada la Estrella de Navidad, ya que los expertos consideran que la conjunción de Júpiter y Saturno fue la estrella que guió el camino de los tres reyes magos en la historia homónima que podemos encontrar en la biblia durante el nacimiento del Niño Jesús.
Tal como relata un artículo de El Mundo, el Evangelio de San Mateo cuenta cómo los Magos siguieron a una estrella para ir a adorar a Jesús: «¿Dónde está el rey de los Judíos, que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en Oriente y venimos a adorarle» (Mateo 2, 2).
La pregunta es: ¿Quiénes eran los reyes que fueron desde otros países de Oriente, como Persia, a adorar al recién nacido? Hay muchas especulaciones al respecto. Hay quienes sostienen que eran sabios, astrólogos, que sabían que iba a nacer en aquel lugar del mundo, de acuerdo con las alineaciones de los cuerpos celestes, un hombre (si es que, como sostuvo el historiador judío Josefo, a Jesús se le puede llamar hombre) que iba a cambiar para siempre la historia de la humanidad, tal como sucedió.
Iba delante de ellos y se detuvo
En la propia Biblia, las referencias a la Estrella son muy escasas. En los Evangelios, sólo la menciona San Mateo, quien dice: «La estrella que habían visto [los Magos] en Oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño» (Mateo 2, 9).
Aunque hay referencias a una estrella en algunas profecías del Antiguo Testamento (ej. Números 24, 17), se ofrecen pocas pistas sobre su ubicación en la esfera celeste o sobre su aspecto preciso. Resulta además sorprendente que la Estrella no sea mencionada en el relato de la Navidad del Evangelio según San Lucas (los otros dos Evangelios no narran la Navidad).

Cristo nació antes
Un elemento clave para poder relacionar la Estrella con un fenómeno astronómico es la fecha exacta de su observación. La asignación de la Natividad al 25 de diciembre del año 1 no es más que una convención adoptada en los tiempos primitivos del cristianismo. La elección del 25 de diciembre pretendía sin duda aprovechar la tradición de celebrar una fiesta a la llegada del solsticio de invierno sustituyendo así otras celebraciones previas no cristianas. En cuanto a fijar en el año 1 el nacimiento de Jesús, proviene de un error de cálculo del sabio Dionisio el Exiguo (apodado así por su corta estatura) en el año 532. Más adelante, sirviéndose de ciertos hechos referidos en los Evangelios, se ha podido determinar cuándo nació Jesús.
Tanto Mateo como Lucas ubican la Navidad durante el reinado de Herodes y la muerte de este monarca está bien datada en el año 4 antes de Cristo (a.C.). Unos años antes, Herodes había ordenado ejecutar a todos los menores de 2 años, lo que permite deducir la fecha del nacimiento de Jesús a partir del relato que le realizaron los Reyes Magos cuando les mandó llamar a su palacio (Mateo, 2, 7-16). Todo ello, junto con otros argumentos, sitúa la fecha del nacimiento de Cristo hacia el año 7 ó 6 a.C.
¿Y la estrella?
En su famoso ensayo «La estrella de Belén», Isaac Asimov analiza varias alternativas tratando de asignar a la Estrella un fenómeno astronómico real. Estas alternativas han sido reconsideradas y ampliadas después por varios astrónomos, entre otros por el gran divulgador Patrick Moore y por Mark Kidger del Centro Científico de la Agencia Espacial Europea en Madrid. Las hipótesis más populares son las siguientes.
- Un cometa: esta idea viene sugerida por la usual representación de la Estrella como un objeto cometario. Sin embargo, esta representación es relativamente reciente (procede de la Edad Media). De hecho, no hay ningún registro conocido en ninguna civilización antigua del paso de un cometa brillante hacia los años 7-6 a.C. Sí que está narrado (por astrónomos chinos) el paso del Halley en el 12 a.C., unos 5 ó 6 años antes del nacimiento de Jesús, demasiado pronto para poder ser asociado con la Estrella de los Magos.
- Una supernova: esta posibilidad fue ya avanzada por Kepler en el s. XVII. En efecto, la explosión de una supernova cercana habría sido un fenómeno espectacular que podría haber servido de base a la Estrella de Belén. Sin embargo, no hay ningún registro histórico, ni ningún resto de supernova conocido, que dé validez a esta hipótesis.
- Meteoritos: una lluvia de meteoritos no parece ser una opción, ya que Mateo tan sólo habla de una estrella en singular. Pero un único meteorito o un bólido, aunque hubiese sido muy brillante, es un fenómeno que tiene una duración demasiado breve como para servir de guía a los Magos en su viaje.
- Un planeta: a veces se ha asociado a la Estrella de los Magos con Venus, pero resulta difícil de creer que los Magos, astrólogos de larga experiencia, se sorprendiesen por la situación o el aspecto de cualquiera de los planetas dado que éstos presentan un comportamiento perfectamente regular.
- Una conjunción de planetas: esta es la hipótesis que ofrece más posibilidades. La agrupación de dos o más planetas en una pequeña región del cielo puede ofrecer un aspecto espectacular y perdurar un periodo de tiempo suficientemente prolongado, lo que podría corresponderse con el fenómeno de la Estrella. Además, los dos planetas de mayor brillo aparente, Venus y Júpiter, estuvieron en conjunción en agosto del 3 a.C. y en junio del 2 a.C., en la constelación de Leo, cerca de la estrella Régulo, que también es muy brillante. Más cerca del nacimiento de Jesús, podemos citar la conjunción de Júpiter con Saturno en el 7 a.C. y otra de estos dos planetas gigantes con Marte hacia el 5 a.C., todas ellas en Piscis. También sucedió una doble ocultación de Júpiter por la Luna en el 6 a.C.

¿Fenómeno o leyenda?
Ninguna hipótesis astronómica es totalmente satisfactoria. El problema es que no conocemos ningún fenómeno real que se corresponda con la descripción de un objeto que se mueve para guiar a los Magos y pararse después sobre una ubicación concreta (la del Portal). Rebuscando entre los fenómenos astronómicos de la época, quizás se llegue un día a localizar alguno que pueda ser asociado con la Estrella pero siempre nos quedará la duda de si no hemos forzado una explicación a posteriori.
Por el momento, cabe concluir con Asimov que la Estrella de Belén no es más que otro de los milagros narrados en la Biblia, similar a la partición del Mar Rojo, la multiplicación de los panes y los peces, o la transmutación del agua en vino. Fenómenos todos ellos que se nos refieren situados más allá de las leyes naturales.
Una estrella brillante y viajera ofrece una manera muy digna, elegante y espléndida para subrayar la enorme trascendencia que los cristianos asignan al nacimiento de Jesús.


