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Chile empieza a dejar atrás la herencia de Pinochet


Por Damián Umansky - Periodista especializado en internacionales

“No fueron 30 pesos, fueron 30 años”. Esta fue una de las frases que más se popularizó hace exactamente un año, cuando más de un millón de chilenas y chilenos salieron a las calles pidiendo cambios en un país en el que aún sobreviven los vestigios de su última dictadura militar.

No faltaron quienes quisieron bajarle el precio a esta verdadera explosión popular, liderada principalmente por jóvenes. La reacción a la suba de 30 pesos del precio del metro, que generó una serie de manifestaciones lideradas por escolares que comenzaron a evadir los molinetes de cobro, fue apenas la chispa que encendió la mecha del estallido social del 18 de octubre de 2019. “No fueron 30 pesos, fueron 30 años”.

A través del histórico plebiscito celebrado ayer, la ciudadanía chilena apoyó de manera masiva iniciar el camino para poner fin a la actual Constitución Nacional, elaborada en 1980 por el gobierno de facto de Augusto Pinochet. Un camino que tuvo su génesis en aquellas multitudinarias protestas. El resultado del referéndum no dejó margen para la duda: la opción “Apruebo”, se impuso con un contundente 78,20 por ciento frente al 21,80.

La consulta popular también indagaba acerca de la manera de encarar este proceso. Para el segundo interrogante, «¿Qué tipo de órgano debiera redactar la Nueva Constitución?», los trasandinos optaron por una convención constituyente, que estará formada por 155 ciudadanos elegidos en su totalidad por voto popular. La opción menos votada fue la convención mixta constitucional, que proponía una mezcla equilibrada de miembros elegidos popularmente y parlamentarios en ejercicio.

La Constitución de Pinochet

¿Por qué significa tanto para Chile tener una nueva Constitución? La respuesta la encontramos en el nacimiento de la misma. A pesar de haber sido modificada en dos oportunidades (1989 y 2005), para gran parte de la sociedad la actual Carta Magna es ilegítima por su propio origen ya que fue elaborada por una dictadura militar.

Sin embargo, hay puntos claves que relacionan el estallido social de octubre del año anterior con la necesidad de una nueva CN. Uno, es poner fin al llamado “Estado subsidiario” que no provee directamente las prestaciones que tienen que ver con salud, educación o seguridad social, sino que esta provisión queda en manos privadas. La privatización de los servicios que proveen los derechos esenciales, fue una de las marcas registradas del “Modelo Pinochet”

Otro elemento central, es el del altísimo “quórum” para poder realizar reformas sustanciales. Para hacer cambios actualmente se requieren mayorìas de 2/3 o 3/5, según el caso. “Fue pensada para tener una democracia moderada y protegida, donde un grupo minoritario conservador pudiera ejercer siempre el poder de veto”, coinciden diferentes constitucionalistas del vecino país.

Chile tendrá por primera vez en su historia una Constitución que será redactada por una asamblea completamente elegida. Y tendrá una característica inédita en el mundo: su conformación estará repartida equitativamente entre hombres y mujeres. Además, contará con un número de escaños reservados para los pueblos indígenas.

Todavía queda mucho trayecto por andar, pero sin dudas se inicia un nuevo tiempo en Chile. No sólo es la gran oportunidad de poner fin a los enclaves autoritarios heredados del pinochetismo, sino también una inmejorable chance para los partidos de escuchar y actuar ante las demandas sociales. Especialmente para quienes hace un año no se dieron cuenta (o no quisieron entender) que “no fueron 30 pesos, fueron 30 años”.

Damián Umansky