Política y Economía

Rodríguez Larreta, el “chico problema” que sube como la espumita


Opina Carlos Duclos

Por Carlos Duclos

Cuando el presidente Alberto Fernández lo convocó, con el propósito de mostrar un gobierno abierto a todos, no dudó en asistir y mostrarse públicamente en las ruedas de prensa junto a Alberto y al delfín de Cristina, Axel Kicillof. “Mi amigo Horacio”, le decía públicamente el presidente para comezón de los halcones del cristinismo y de los espacios más duros del frente gobernante. También los halcones de Juntos por el Cambio refunfuñaban contra “el chico problema”: ¿¡Qué hace ahí sentado!? Horacio Rodríguez Larreta desoyó las protestas de algunos de los suyos y apostó por ser y parecer una figura comprometida con la unidad nacional. Allá por mayo y junio el jefe de Gobierno Porteño había dicho: «Tenemos que buscar la unidad de todos los argentinos, no hay que engancharse en discusiones políticas».

Claro que no todos entendieron el mensaje, ni los de adentro ni los de afuera. Y si lo entendieron concluyeron en que Rodríguez Larreta, al menos comunicando, era un tipo políticamente correcto, pero peligroso. La historia ya todos la conocen: el “amigo” Horacio desapareció y los de afuera (léase gobierno y poder nacional, que parecen la misma cosa, pero no lo son) le quitaron parte de las remesas de dinero que le enviaban para su gestión. Grave error político, porque con semejante medida no hicieron más que empujar hacia arriba la figura del “chico problema” entre los numerosos argentinos independientes, que están hartos de ver como los dirigentes políticos todavía andan con peleas y acciones grotescas mientras la Patria se hunde.

En el mismo rodeo, están dentro de Juntos por el Cambio quienes en su momento no hicieron bien las cosas, contribuyeron con sus acciones y omisiones al descalabro nacional y a la victoria del Frente de Todos, y que, no queriendo perder protagonismo y poder, ven a Rodríguez Larreta también como el “chico problema”; es decir ese chico que es un problema para los de afuera y algunos de adentro sedientos de poder, porque su imagen sube, como la espumita.

Rodríguez Larreta mide mejor que Cristina, que el propio presidente según algunos encuestadores en algunas provincias y mejor que Macri, por supuesto.

Un Macri que, de la mano de Patricia Bullrich y aconsejado por quién sabe cual “golondrina”, ha salido al ruedo comunicacional y político haciendo lo mejor que sabe hacer, que parece ser escaso o insuficiente (como ha quedado demostrado en su gestión) y que a veces parecería que le va como anillo al dedo al adversario (como ha quedado demostrado en las últimas elecciones).

Al mismo tiempo y en el mismo corral, hay un segmento que, como Rodríguez Larreta, va creciendo a medida que el país se hunde: son los independientes que advierten que aquí hace falta algo nuevo, porque lo viejo y conocido, piensan (y piensan bien) no hará más que lo mismo.

Es ese sector que en las últimas elecciones apostó por Alberto Fernández, pero que hoy se siente decepcionado porque supone que no se comprometió lo suficiente con la unidad nacional y cedió ante las presiones internas. Ese sector que no tiene camiseta y que si la tuvo se la sacó o se la está sacando, con buen tino, para ponerse la de Argentina.

Es un sector que podría decidir elecciones y de hecho lo hace; desconsiderado por los halcones de uno y otro bando, pero muy en la atención de Horacio Rodríguez Larreta.

Un sector que, desde luego, no lo ve al jefe de Gobierno porteño como un “chico problema”, sino todo lo contrario. Rodríguez Larreta hoy no tiene adversarios físicos con suficiente imagen que le disputen el liderazgo en ese sector independiente. En el Frente de Todos no ha aparecido, hasta ahora, una nueva figura que haga flamear las banderas de la unidad, la paz y el crecimiento, todo gira sobre lo conocido y sobre fórmulas que caen bien en cierto sector social, pero no en la nueva y cada vez más fuerte estructura independentista. El único inconveniente para Rodríguez Larreta, el verdadero peligro para la consumación de su liderazgo, lo tiene adentro, entre sus propias filas, en esos a los que les cuesta comprender que fueron y que no deben ser, los que armaron una marcha junto con algunos medios hegemónicos cuando todo indicaba que no era momento; sobre todo un disparate político mayor fue elegir como punto de encuentro el frente de la casa de la vicepresidenta. Incurrieron en el mismo error que el oficialismo cuando decidió no compartir ruedas de prensa con Rodríguez Larreta y retirarle fondos. El miedo y el rencor obnubilan la mente, está claro.

Rodríguez Larreta, contrariamente a lo que hizo el ex presidente Macri, guardó silencio antes, durante y después de la marcha. Y los silencios a veces hablan, son elocuentes.

El chico problema (problema para algunos, se entiende) interpreta a una franja importante de la población que no quiere disputas, sino que le arreglen las dificultades; una franja que quiere menos halcones y más palomas. Lo único que falta es que algunos peronistas empiecen a verlo como un camino a seguir ¿o ya lo están viendo?