Info General

La historia de las mujeres que abren camino en la industria cervecera


Para visibilizar y potenciar la participación femenina en la industria surgieron dos organizaciones que juntas reúnen unas 300 integrantes

Mujeres sommeliers de cervezas, fabricantes artesanales, jurados en certámenes, instructoras para certificaciones internacionales y científicas dedicadas a mejorar la experiencia de esta bebida se abren paso, cada vez más, en un universo percibido como «masculino» por la vigencia de arraigados prejuicios.

«En la industria, casi todos los puestos siguen siendo ocupados por hombres, aunque de a poco las mujeres nos vamos haciendo nuestro lugar«, dijo a Télam Antonella Bombelli (33), fabricante de la cerveza artesanal «Compañía Cervecera de Caseros» creada hace cuatro años.

Por su parte, la organizadora de eventos de cervecería artesanal y comunicadora Soledad Cejas (42) consideró que la «desigualdad de género» en este rubro impone a las mujeres un muy claro «techo de cristal».

«Las mujeres tenemos que demostrar muchas más certificaciones, conocimiento o experiencia que los hombres para que nos escuchen y respeten», dijo María Sol Cravello (36), jefa de Conocimiento Cervecero de Quilmes y única instructora oficial en Argentina del Programa Cicerone, de certificación internacional de jueces.

Para visibilizar y potenciar la participación de la mujer en todos los eslabones de la industria cervecera -elaboración, cata, certámenes, consumo, capacitación, investigación- surgieron dos organizaciones que juntas reúnen unas 300 integrantes: Comunidad de Mujeres Cerveceras (CMC) -a la que pertenecen Bombelli y Cravello- y Birreras de Argentina –donde se desempeña Cejas.

Mientras la CMC es una red supranacional con presencia también en Brasil, Chile, Colombia y Venezuela; Birreras tiene cinco sedes en todo el país (Patagonia, Costa atlántica, Centro, Cuyo y CABA/AMBA), donde además realizan cocciones colectivas solidarias de cerveza artesanal que luego comercializan a total beneficio de organizaciones que asisten a víctimas de violencia de género.

Antonella Bombelli entró a este mercado casi por casualidad, escapando de «un trabajo de nueve horas de oficina que nos imponía un ritmo de vida muy rápido», manifestó.

«En 2013 renunciamos con mi novio y cuando nos fuimos de viaje, nos encontramos con la cerveza artesanal», contó esta «brewer» que está participando de la Semana Artesanal Independiente (ver recuadro) que culminará el domingo.

Lanzados a recorrer el mundo como mochileros, «arrancamos por Bolivia y terminamos en EEUU donde estaba el boom de la IPA» que despertó su interés, y directamente «empezamos a incursionar en el rubro» tras cruzar el océano, en Bélgica y Alemania.

«Al volver, como siempre quisimos tener un emprendimiento propio, nos decidimos por esto y empezamos de a poquito a asesorarnos con otras personas de este rubro, donde hay mucha camaradería», contó.

Antes de la cuarentena, su fábrica producía unos 7.500 litros al mes, de cinco variedades, que se comercializan como barriles, pero también fraccionada en porrones, botellas de litro y growler. Ahora, lentamente están recuperando producción, «y cerramos el mes con 3.500 litros», detalló.

A fines de octubre, Bombelli se presentará por primera vez en la Copa Argentina de Cerveza -el certamen nacional más importante- con cuatro productos de su creación, donde espera «ganar alguna medalla para alentar a otras cerveceras».

Además, junto a otras 24 chicas de la CMC está preparándose para dar el examen del Beer Judge Certification Program (BJCP) cuya certificación internacional «te habilita a ser juez en competencias».

La licenciada en tecnología de alimentos Sol Cravello «no tomaba cerveza» antes de entrar a trabajar en Quilmes en 2012, hasta donde la llevó su «fascinación» por «cómo los microorganismos modifican el sabor de los alimentos» y por la «fisiología de los sabores».

Ocho años después, su vida pasa por la cerveza que «aprendió a disfrutar», con tres certificaciones internacionales como jueza -BCJP, Cicerone y Doemens Bier Sommelir- en su haber, y su trabajo de «educadora cervecera» en Quilmes.

«Los sommeliers podemos entrenar personal para el ‘panel sensorial’ -que es un área de control de calidad que tienen todas las grandes plantas-, pero además juzgar la cerveza técnicamente y capacitar a los operarios» para que el producto no pierda calidad en el proceso, explicó.

También tienen «un rol educativo» destinado tanto a bares cerveceros como a los consumidores, a quienes guían sobre maridajes, correcto lavado de la cristalería, cuidado del producto almacenado, servido, elaboración de platos con cerveza y mucho más. «Somos un nexo entre el maestro cervecero y el consumidor», resumió.

En tanto, Cejas contó que Birreras de Argentina se formó por la insistencia de una líder estadounidense de la organización Pink Boots Society que participó en Mar del Plata de la Big Brew 2017, la fiesta que se realiza mundialmente el primer sábado de mayo y que en esa oportunidad incluyó una cocción colectiva realizada por cuatro mujeres cerveceras de la ciudad.

«La participación de las mujeres en la industria ha crecido a tal punto que se está conformando la comisión de género de la Cámara de Cerveceros Artesanales de Argentina y creemos que esto hará que el resto los siga», dijo la integrante de Birreras.

En contra del «cambio de chip» necesario para terminar con las desigualdades de género, opera el mundo de la publicidad, advierte Cejas y con ella acuerda también Cravello.

«Durante años, los comerciales de cerveza industrial nos dijeron que la cerveza es cosa de hombres, que a través del consumo consiguen que las mujeres -que son el objeto a conquistar- mueran por ellos», contó.

Pero este «metamensaje» es cada vez más cuestionado, por eso «Brahma tuvo que levantar su comercial ‘bautismo birrero’ en enero pasado», y en 2013 Schneider tuvo que sacar unos afiches publicitarios con la leyenda «Perdón por buscar el roce arriba del bondi», ambos acusados de apología del abuso.

En la vida cotidiana, los estereotipos sexistas hacen, por ejemplo que «si una pareja pide una IPA y una honey en un bar, suponen que la más fuerte es para el hombre», explicó Bombelli.

«Y un clásico que digan que las mujeres ‘no podemos hacer cerveza porque no tenemos fuerza’ y que el maestro cervecero -en general un hombre- es palabra santa y sabe más que todo el mundo, incluso más que una jueza, porque ‘él hace cerveza y nosotros sólo la evaluamos'», agregó Cravello.