Por José Odisio
Se terminó el Mundial. Esa es la sensación que nos invade aunque sabemos que Rusia 2018 sigue buscando su campeón. No será Argentina. Francia se encargó de devolvernos a la realidad. La improvisación, la desprolijidad del proceso, los cortocircuitos internos, la falta de liderazgo culminaron con una nueva decepción. Y duele.
Ahora nos creemos con derecho a analizar los motivos de la eliminación temprana. ¿Por qué Lo Celso no jugó un minuto y Enzo Pérez, que había quedado fuera de la lista, fue titular en los partidos decisivos? ¿Estuvo bien jugar con Messi de falso nueve? ¿Y Dybala? Por qué jugamos con doble cinco con Islandia y a los rapidito de Francia le dimos terreno libre con Mascherano expuesto en soledad? Y la realidad es que nada tiene explicación.
Sampaoli improvisó hasta el hartazgo. Nos hizo creer en la previa que era un bielsista de cepa, y al final resultó ser un técnico cambalachero. No sorprende la rebelión de los jugadores contra el DT. Aunque ellos también deben asumir su culpa.
Lo cierto es que la derrota ante Francia pudo ser la despedida de una generación que tampoco pudo alzar la Copa. Tal vez Messi tenga una chance más, en el epílogo de su carrera. Pero el tiempo de recambio está a la vista. No admite distracciones. No hay lugar para seguir improvisando. Se terminó la pasantía. Es hora de elegir un técnico en serio y bancar su proyecto. O seguiremos llorando mientras otros festejan.