Por José Calero. Jefe de Economía de la agencia NA.
El presidente Alberto Fernández llamó a los argentinos a ahorrar en pesos y dejar los dólares para la producción, y casi en paralelo se conoció que durante agosto la mitad del superávit comercial fue licuado por la compra de divisas para atesoramiento.
Lo del jefe de Estado fue una nueva versión del que «apuesta al dólar pierde», que repitieron presidentes y ministros de Economía durante las últimas décadas.
Todos se equivocaron: el que apostó al dólar ganó, y mucho, en una Argentina donde cada tanto se producen saltos enormes en la cotización de la divisa en medio de niveles de inflación sostenidos de dos dígitos.
En parte, el problema de la desconfianza de los argentinos está vinculado con el convencimiento de que siempre, en los procesos políticos, llega un momento en que la clase dirigente echa mano de cualquier remedio para hacer frente a las crisis recurrentes que tiene el país, y rompe toda promesa anterior.
El déficit fiscal crónico y la emisión monetaria ilimitada para sostener esas políticas, son algunas de las causas de estas crisis crónicas.
Por la caída de las importaciones, la balanza comercial registró un superávit de u$s 1.436 millones en agosto.
Sería un dato alentador, si no fuera que por compras de dólar ahorro se fueron unos u$s 750 millones.
El dato más complicado, como siempre en economía, son las expectativas de los agentes que operan en el mercado.
Casi todo el mundo apuesta a que en algún momento esos $ 140 al que se vende el dólar en el mercado marginal, terminarán alineándose con los $ 80 más impuestos a los que opera en el segmento oficial, y que arrojan unos $ 130.
Un dato pinta de cuerpo entero el problema: más de la mitad de la cosecha de soja está sin vender, algo sin precedentes a esta altura del año. En buena medida es porque los productores apuestan a una devaluación.
Especialistas estiman que son unos 25 millones de toneladas, por un valor de 8.000 millones de dólares.
Los productores vendieron solo lo que no pudieron evitar: para cancelar deudas de la campaña, adquirir insumos y comprar maquinaria agrícola.
Aguardan una devaluación, que el gobierno se resiste a convalidar.
Durante su segundo mandato, Cristina Kirchner aguantó más de cuatro años el cepo cambiario. Alberto Fernández parece dispuesto a seguir su camino, si puede.
El problema es que las reservas de libre disponibilidad se ubican por debajo de los u$s 8.000 millones, incluyendo los lingotes de oro atesorados en el BCRA.
Ese número explica la controversial decisión del BCRA de obligar a las empresas a refinanciar parte de sus deudas en dólares.
El escenario económico es crítico: el Producto Bruto cayó 19,1% en el segundo trimestre del año, y la construcción se desmoronó 52%.
El desempleo se disparó al 13,1% y la pobreza rondaría el 46%, y unos 3,5 millones de personas perdieron sus empleos entre abril y junio por la pandemia.
En parte por la recesión consolidada, y en buena medida por la pandemia, la economía argentina volvió a los niveles del 2004, pero con siete millones de habitantes más.
Tal vez eso explique por qué el canje de deuda en moneda extranjera no tuvo el impacto favorable esperado por el ministro de Economía, Martín Guzmán.
El índice de riesgo se redujo en una semana a la mitad, a la zona de los 1.100 puntos, pero en pocos días volvió a subir y ahora se ubica en torno a los 1.350.
Ahora Guzmán apostará a un acuerdo con el FMI, por la deuda de unos u$s 44.000 millones, para ver si logra entusiasmar a los inversores.
Por ahora, el Gobierno apuesta todos los cañones a evitar una devaluación en el mercado oficial, consciente de que dispararía la inflación y provocaría una crisis que en este delicado escenario puede ser catastrófica.
Mientras tanto, espera los dólares que ingresarán en noviembre por la venta de trigo, y en abril por la de soja.
Otra vez se apuesta al campo, mientras se aguarda que la industria consolide un incipiente proceso de reactivación.
El Gobierno mirará con lupa la evolución de las reservas para definir, tal vez en octubre, si profundiza el cepo cambiario.
En lo que va del mes, las reservas bajaron en u$s 665 millones, y se sabe que si ese camino persiste la presión sobre el tipo de cambio aumentará.
El Banco Central está presionado también por la elevada demanda de apoyo que le hace el Tesoro.
La asistencia alcanzó niveles récord de $1,6 billones este año, lo cual aumentó las expectativas de devaluación y aceleró las presiones sobre el dólar oficial.
El acuerdo con los acreedores privados trajo un alivio a nivel macroeconómico de mediano plazo, pero no logró apaciguar la demanda dolarizadora.
Al presentar el proyecto de Presupuesto 2021, el Ministerio de Economía prometió un déficit primario de 4,5% del Producto Bruto, una recuperación del 5,5% en la economía y una leve reducción inflacionaria al 29% anual.
El hecho de no tener que afrontar vencimientos de deuda el año próximo -suponiendo que habrá acuerdo con el FMI-, puede ayudar a cumplir algunos de los objetivos de política económica.
El desafío será convencer al mundo financiero internacional de que vale invertir en el potencial de la Argentina.
Allí radican parte de las muchas dudas que genera un modelo económico que Fernández aún no logró plasmar, a pesar de que va camino a cumplir 10 meses en el poder, pandemia mediante.
(*) Jefe de Economía de la agencia NA.
jcalero@noticiasargentinas.com.
@JoseCalero.