En el momento más complejo de la pandemia en Rosario, este domingo se viralizó la foto de un importante grupo de jóvenes reunidos en la costa central sin distanciamiento ni barbijos. Falta de empatía, ausencia de solidaridad y nulo control estatal
Editorial CLG
Abrazos, fiestas clandestinas, picnics multitudinarios y rechazo de las precauciones establecidas. Los jóvenes se convirtieron en los grandes impulsores del coronavirus. En el momento más complejo de la pandemia en Rosario, con profesionales de salud al borde del colapso, este domingo se viralizó la foto de un importante grupo de personas reunido en la costa central sin distanciamiento ni barbijos. Falta de empatía, ausencia de solidaridad e insuficiente control estatal son las claves del triste escenario.
Las afirmaciones no son antojadizas y tienen sustento en los datos científicos reportados en el mundo, el país y también en la ciudad: las personas entre 20 y 35 años son las que más se contagian y la de menor tasa de mortalidad. Aunque son grandes transmisores de la enfermedad; en particular a familiares y a contactos estrechos que luego presentan complicaciones o hasta mueren.
Cuarentena estricta pic.twitter.com/ZA0g6vID9P
— Adrian Gallo (@adriangalloros) September 20, 2020
Sin embargo, las consecuencias sanitarias no son las únicas generadas por este comportamiento egoísta e irresponsable. Es que el aumento en el número de casos obligó en la provincia de Santa Fe a restringir también actividades económicas. Comercios en los cuales se cumplieron con los protocolos y presentaron escasos números de casos debieron cerrar, mientras que muchos otros quedaron al borde de la quiebra.
Si bien las generalizaciones nunca son acertadas, y seguramente hay muchos otros que afrontan el actual contexto con responsabilidad, merece la pena tratar de entender el porqué de estos comportamientos. ¿Falta de educación? ¿Poco respeto por los mayores? ¿Necesidad de ‘pertenecer’?
Contrariamente a lo que se pensaba, la pandemia no supuso ninguna “cura de humildad” y lejos de mejorar a la humanidad generó un auge de individualismo que se refleja a diario, no sólo en los jóvenes, sino en la sociedad, en las redes sociales, en la política.
Un médico me cuenta que ingresó un grupo de gente a la guardia riéndose:
– Venimos a hisoparnos. Estuvimos en un asado y todos dieron positivo
"Me dieron ganas de llorar. Yo hace seis meses que no veo a mi vieja", dice el hombre de guardapolvo blanco, incrédulo de tanta desidia— Evelyn Arach (@ArachEvelyn) September 17, 2020
Es cierto, el rol de las autoridades no puede quedar al margen del análisis. Se establecen normas que luego no se controlan y al Estado se le perdió el respeto. Esta situación no siempre es culpa del liderado, en esta ocasión los líderes hicieron mucho para que la comunidad elija desoírlos. Un ejemplo claro se dio en los últimos días en Rosario: los gimnasios abrieron a pesar de las prohibiciones y hubo picnics en parques sin que funcionarios provinciales o municipales intervengan. Desidia en su máxima expresión.
A pesar de lo desalentador del panorama, es justo mencionar que durante el confinamiento se vieron chicas y chicos que se ocuparon de sus padres, abuelos, amigos y vecinos mayores, que les llevaron comida, que salieron a trabajar y los atendieron cada día. Y es que, frente al individualismo dominante, existe también una reacción de jóvenes que añora la comunidad, que la necesita, que no concibe la vida si no es en relación con las personas queridas y con el entorno. Gente que justamente quiere cambiar muchas cosas porque no está de acuerdo con vivir en una sociedad tan desigual, tan fría, tan aislada y tan superficial.