La compositora y cantante de soul británica encontró un lugar entre las grandes figuras en la historia reciente del género. El pasado 14 de septiembre hubiera cumplido 37 años
Con una voz inconfundible y deslumbrante, la compositora y cantante de soul británica Amy Winehouse (Londres, 1983 – 2011) encontró un lugar entre las grandes figuras en la historia reciente del género. La artista deslumbraba con su voz y prometía ser ícono del mismo. Su éxito fue vertiginoso al igual que su existencia. Su talento logró colocarla en la cima muy pronto, pero al mismo tiempo, los excesos y adicciones aceleraron su corta vida.
El alcohol y las drogas tomaron protagonismo en sus días y en su carrera. Su disco “Back to black” fue como un autorretrato donde supo reflejar todas esas vivencias y sentimientos. Y de hecho, lo hizo a la perfección, ya que se convirtió en uno de los mejores de la década. Al mismo tiempo, influyó en su comportamiento, no solo en su oscura vida fuera del escenario, sino también arriba de él. Su figura fue tapa de los paparazzi en repetidas ocasiones, tanto por sus escándalos como por su físico, el cual denotaba otras problemáticas que venía arrastrando, como la bulimia y anorexia.
Sus condiciones presagiaban todo un futuro prometedor por delante. Pero la muerte la sorprendió con sólo 27 años. Hoy, a diez de su fallecimiento, continúa siendo una de las personalidades más recordadas del mundo de la música.
Su juventud: el soul en la sangre y la rebeldía a flor de piel
Hija de una pareja de clase media-baja aficionada al soul y al jazz, quienes no supieron tener la autoridad necesaria para aplacar su carácter rebelde que adquirió de pequeña. La única persona que parecía contenerla y dominarla era su abuela paterna. Del suburbio de Southgate, Amy pasó a vivir en East Finchley cuando sus padres se divorciaron amistosamente en 1993.
En su niñez le gustaba bailar y la expresión corporal le asentaba bien, de hecho se le auguraba futuro como bailarina . Sin embargo, le ganó su fanatismo por el canto y poco a poco adquirió experiencia sobre el escenario ejerciendo como vocalista de la National Youth Jazz Orchestra.
Sus inicios: la obsesión de triunfar como cantante
Bajo la tutela de su nuevo manager, Amy Winehouse viajó a Miami para conocer al productor Salaam Remi, una autoridad del rhythm and blues que había trabajado con los Fugees y Lisa Lopes, entre otros. Inmediatamente fue contratada por la discográfica Island e invitada por Remi a grabar en su estudio. El talento de Amy le permitió terminar su debut en un tiempo récord, dado que casi nunca desafinaba y mantenía los tiempos con precisión, de modo que no era necesario hacer muchas tomas para cada tema.
Un camino vertiginoso hacia el éxito y las adicciones
Su primer álbum en 2003 consiguió gran aceptación. Tiulado “Frank”,en honor a Sinatra, fue disco de platino y nominado a los premios Mercury Music y ganó un Ivor Novello Award en 2004 gracias al single Stronger than me.
En esos años Amy tuvo libre acceso a las drogas y al alcohol. Compartía piso con su primer novio, pero iba adueñándose de ella una fascinación creciente por el problemático Blake, con quien inició un romance.
«Necesito tener problemas para sentir mi fuerza creativa», aseguró Amy al respecto. Alternando períodos de anorexia y bulimia, bebiendo cada noche y saliendo sin parar, Amy parecía alimentarse de su propia desgracia para salir adelante. Su manager, alertó a los padres de la cantante del peligro que corría si no se la alejaba de su desordenado modo de vida. La respuesta de Amy fue una violenta negativa a dejarse ayudar.
En 2006 volvió a los estudios con una apariencia bien distinta de la de tres años atrás: seis tallas menos y un rostro visiblemente demacrado. Paradójicamente, su talento y su carisma parecían haber crecido.
«Back to black», fue triple disco de platino a las pocas semanas de su aparición. Con letras completamente propias, donde reflejaba su cínica visión de las relaciones afectivas y su particular inmersión en el submundo de las drogas y el alcoholismo. No era el mejor ejemplo para los millones de adolescentes que muy pronto iban a consumir su música.
La muerte de su querida abuela fue un episodio que marcó con mucho dolor sus días y anticipó la tragedia que no tardaría en llegar.
El éxito de Back to black resultó un arma de doble filo. Hasta el momento, había logrado mantener con relativa discreción sus excesos. Pero de un momento a otro su imagen superó el límite de la popularidad y los paparazzi no quedaron ajenos en exponer una imagen de creciente degradación.
Comenzó así su dramático historial de cancelaciones y desplantes. En enero de 2007 apareció completamente borracha en el escenario de la G-A-Y Part y vomitó al terminar el primer tema.
En mayo de ese mismo año se casó con Blake en Miami y en noviembre obtuvo el premio Artist Choice en los MTV Europe Music Awards.
Su comportamiento era indomable y hechos como hacer callar a Bono durante una rueda de prensa, pedir 47 botellas de whisky por actuación y asegurar tranquilamente a la prensa que «padezco desórdenes alimentarios continuos», se tornaban habituales.
El año 2008 pareció comenzar bien para Amy con la ceremonia de los Grammy, donde obtuvo cinco de los seis premios a los que estaba nominada: mejor álbum vocal de pop, mejor actuación vocal femenina, mejor artista revelación, mejor canción del año (Rehab) y mejor álbum.
Pero meses después fue internada en un hospital, se dijo que a causa de un enfisema pulmonar, enfermedad que terminaría con la carrera de cualquier cantante. Con veinticinco años recién cumplidos, se decía que la artista estaba enfocada en componer su tercer álbum y que estaba ilusionada con ser madre.
Pero ni el tercer disco ni los hijos habían nunca de llegar. En 2009 se divorció y siguió rodando por la pendiente del alcohol y las drogas, protagonizando un escándalo tras otro.
El 23 de julio de 2011 fue hallada muerta en su departamento, en el barrio londinense de Camden. Tenía 27 años, al igual que otras leyendas del mundo de la música como Kurt Cobain, Jimi Hendrix o Janis Joplin.