El genial humorista explicaba en televisión lo que iba a pasar con la fiebre que generaba el aumento del billete norteamericano y la reacción de la sociedad. ¡Mirá el video!
Una verdadera perlita. En las redes se viralizó un desopilante monólogo del genial Tato Bores grabado en 1962, bajo la presidencia de José María Guido, ante una disparada del dólar. Bien podría ser de hace unas horas, ya que hace una pintura exacta de lo que está pasando hoy en los medios y en la calle.
El monólogo de Tato Bores
“Cuando digo por otra parte que estamos viviendo un gran momento de gran expansión monetaria, sé lo que estamos diciendo. Fíjense que en lugar de pagar el dólar a 30, 40, 50, 60, 70, 80 o 90 mangos, lo estamos pagando ¡a 135! Y si nos mojan la oreja lo vamos a pagar a 200, porque somos tipos ricos”.
“Todos compramos y todos juntamos y el día que tengamos muchos dólares podemos pegar un golpe fantástico. Yo les voy a explicar… Resulta que el dólar es la moneda norteamericana. Y el día que tengamos todos los dólares del mundo iremos a Estados Unidos con la guita de ellos, y ¡nos van a tener que entregar el país! No me explico como los yanquis, que son tan vivos, no se dan cuenta del peligro que están corriendo con nosotros”.
“Yo pienso que todos de golpe nos hemos vuelto financistas por una razón muy especial. Antes, cuando un tipo tenía unos ahorritos ponía un tallercito, abría una fabriquita, compraba un campito para criar gallinas o plantar tomates, esas cosas que hace la gente en los países pobres”.
“En cambio acá es distinto. Ustedes van por la calle San Martín donde están las casas de cambio, y está todo el país parado frente a las pizarras. Hay obreros, albañiles, peones, sastres, músicos, artistas, de todo. Tipos que antes trabajaban como locos, ahora de repente se volvieron economistas y cada uno está parado ahí con su paquetito de dinero».
«Y en cuanto se mueve la cotización de la pizarra entran todos en patota y uno dice ‘deme tres dólares’ y otro dice ‘deme 4 dólares’ otro pide ocho dólares y salen corriendo y van a otra casa de cambio. Y antes de que muevan la pizarra se meten y los venden”.
“Y así pasan todo el día. Vendiendo y comprando, comprando y vendiendo. Y cuando llegan a la noche a la casa entran molidos, desechos, y caen muertos arriba de un sillón. Desempaquetan, cuentan la guita, llaman a la mujer y le dicen: ‘vieja, vieja, vení. Hoy me gané catorce mangos y no hice nada”.