Opinión

Argentina, la división al palo y aquella foto de Perón y el “Chino” Balbín


Lo que llama la atención, y preocupa, es que incluso en los dos grandes espacios de poder hay internas, hay disputas de poder

Por Carlos Duclos

A poco que se repasen las andanzas del espectro político argentino, el observador imparcial, despojado de pasiones vanas, podrá ser testigo de una clara división que a veces sobrepasa lo dialéctico, como quedó evidenciado en el bochornoso suceso de la Cámara de Diputados de la Nación, protagonizado por oficialistas y opositores. Lamentablemente, este mal ejemplo se derrama en ocasiones hacia los seguidores de uno y otro sector (que no son pocos) y determina una realidad poco beneficiosa para el país, para la sociedad en su conjunto. Nobleza obliga, debe decirse que en las dos masas políticas dominantes hay sectores que hablan de no confrontar, de no libanizar a la Patria.

Más allá de este fraccionamiento (histórico en el país) lo que llama la atención, y preocupa, es que incluso en los dos grandes espacios de poder (Kirchnerismo y macrismo) hay internas, hay disputas de poder.

No es la primera vez, por ejemplo, que Sergio Berni, un hombre de Axel Kicillof y de Cristina, arremete contra la ministra de Seguridad Sabina Frederic, pero apareció recargado cuando fue fuertemente contra dos funcionarios del presidente, Fernando “Chino” Navarro y Emilio Pérsico (del Movimiento Evita), a los que responsabilizó de estar detrás de las tomas ilegales de tierra. Como si esto fuera poco, Berni fue respaldado por Kicillof y hace pocas horas el hombre de la Cámpora y amigo de Máximo Kirchner, el “cuervo” Larroque, también lo defendió. Parecería, por lo demás, un suceso al pasar y sin importancia, pero cabe recordar que la abogada de Lázaro Báez responsabilizó a la ministra Frederic sobre el hecho de que su defendido no pudiera ingresar al country donde posee la vivienda para cumplir con la prisión domiciliaria vía tobillera y con posibilidad de circular, según la excarcelación concedida en su momento por el Tribunal Oral Federeal 4, en un radio de 100 kilómetros (¡!).

En este contexto, ha aparecido Elisa Carrió, magnificando, fiel a su estilo, una disputa interna del Frente de Todos, diciendo que Cristina quiere voltear al presidente: «en un sistema presidencial -dijo- el vicepresidente tiene que ser el respaldo del presidente, y acá es la lucha por dominarlo y doblegarlo. Ese es el golpe». Es demasiado, porque no se puede negar que Cristina tiene suficiente poder político como para hacer valer su pensamiento y que Alberto le debe la Presidencia. A partir de esa realidad, es cierto, la moderación presidencial se la ve en figurillas para hacer un difícil equilibrio entre su mecenas político y la oposición.

Lo que ha olvidado Carrió, o al menos no lo dice, es que dentro del espacio del que forma parte, también hay disputas y también hay avidez de poder. Por un lado Macri y Patricia Bullrich, entre otros, que ven con ojos preocupados cómo un tipo como Rodríguez Larreta ha osado sentarse ante la sociedad argentina junto a Fernández y Kicillof; les preocupa su ánimo componedor, que se parece bastante al del presidente, quien según parece ahora se ha visto obligado a endurecer la cordialidad en aras de preservar su frente interno. A Macri y Bullrich les preocupa también que el jefe de gobierno porteño aparezca como un referente distinto para un sector de la sociedad. Y esta misma preocupación y desconfianza la comparten con algunos sectores kirchneristas. Por eso, tal vez, ya no hay “tres mosqueteros”.

Diagonales | Fernández junto a Kicillof y Larreta anunció la suspensión de clases hasta el 31 de marzo

Esta división argentina, esta pulverización, por parte de ciertos actores, de la unidad nacional para salir de una crisis con pocos antecedentes, es histórica, nada es nuevo. Se remonta al odio entre federales y unitarios, pasando por la Unión Democrática o la mal llamada “Libertadora. Este fatal desencuentro, alcanzó su cénit cuando los entornos de Perón y del “Chino” Balbín se opusieron a la idea de una fórmula compartida para la salvación nacional, luego de que el general regresara a la Patria. Allí quedó enterrado para siempre el apotegma del general que en su exilio y con los años había comprendido muy bien (los lobos viejos son los más inteligentes) que “Primero la Patria, luego el movimiento y por último los hombres”. Perón y Balbín murieron y ahora es todo al revés: muchas palabras bonitas, pero pocas acciones que las avalen y la Patria nunca está primero, porque parecería que lo importante y prioritario son los hombres del poder y los espacios.

Muchos hoy deberían repasar lo que el general Perón le escribió a Balbín luego del «indulto» mutuo tras años de desencuentro: «Tanto la Unión Cívica Radical del Pueblo como el Movimiento Nacional Justicialista son fuerzas populares en acción política. Sus ideologías y doctrinas son similares y debían haber actuado solidariamente en sus comunes objetivos. Nosotros, los dirigentes, somos probablemente los culpables de que no haya sido así. No cometamos el error de hacer persistir un desencuentro injustificado».