Por Guillermo Malisani
Cuando la Argentina todavía no se llamaba así formalmente, inició en 1824 un largo y ruinoso proceso de endeudamiento que la llevó al borde de la quiebra, a caer en default una decena de veces y negociar interminables y ruinosas refinanciaciones.
A poco más de ocho meses de asumir y en un contexto complejo por la pandemia del coronavirus, el presidente Alberto Fernández y el ministro de Economía, Martín Guzmán, marcaron otro capítulo en la historia de la deuda, al anunciar un nuevo entendimiento con los bonistas para reestructura más de u$s 66.000 millones, con quitas y extensión de plazos.
El país logró reestructurar el 99% de los títulos en negociación, y se saca un fuerte peso de encima.
Este acuerdo, uno más en el derrotero argentino, le permitirá al país prorrogar vencimientos y obtener un ahorro cercano a los u$s 50.000 millones en diez años, y constituye un paso necesario para tomar oxígeno y empezar a recuperar la golpeada economía nacional. .
Ahora, con ese lastre más aliviado, el Gobierno deberá comenzar a encauzar las cuentas públicas, maximizar potencialidades y recursos para impulsar la actividad interna y evitar que otra vez la rueda de la deuda vuelva a poner en jaque al país.
La Argentina, junto con Ecuador y Venezuela, integra el panel de las naciones con al menos 10 eventos de default en su historial mientras que con una cesación de pagos menos se ubican Uruguay, Brasil, Costa Rica y Chile.
Lo que ante ese panorama se muestra como contradictorio es que los argentinos tienen dentro del país, a resguardo y sin invertir, alrededor de u$s 170.000 millones, según el presidente del Banco Central, Miguel Pesce.
De acuerdo con las estadísticas del INDEC, la deuda externa bruta total alcanzó los u$s 274.247 millones en el primer trimestre del año y hubo una leve baja de u$s 4.242 millones con relación al período octubre-diciembre de 2019.
Hitos principales de la deuda argentina
El historial arrancó temprano con el empréstito firmado por el presidente Bernandino Rivadavia con la casa Baring Brothers de Londres, por un millón de libras esterlinas para la construcción de un puerto y diversas obras en Buenos Aires.
Sin embargo, del préstamo sólo llegaron 560 mil libras esterlinas porque la banca descontó, por adelantado, intereses, comisiones y amortizaciones, pese a que el Gobierno firmó la deuda por el total acordado.
Los fondos llegaron de manera fraccionada y no en efectivo sino en letras de cambio: recién en 1904 se terminó de pagar esa deuda que en intereses y amortizaciones implicó un desembolso ocho veces superior al monto prestado. Y las obras nunca se hicieron.
Hacia 1890, la Argentina tenía una deuda de 879 millones de pesos oro, tanto a nivel público como privado, que sólo en parte se había destinado a proyectos de infraestructura porque el resto se diluyó en financiar políticas inviables.
Otro ominoso hito en el historial se dio en 1933, con la firma del pacto Roca-Runciman, que además de un desfavorable acuerdo comercial por la exportación de carnes, abarcó un empréstito que recién terminó de pagarse en la Presidencia de Juan Perón.
Hacia 1955, la autodenominada Revolución Libertadora que derrocó a Perón generó una deuda de u$s 500 millones y al finalizar las presidencias de Arturo Frondizi y Tomas Guido, las obligaciones habían llegado a u$s 1.200 millones y con el FMI – al que recién se había ingresado- superaban los u$s 300 millones.
El salto más grande se dio con la dictadura civico-militar iniciada en 1976, al pasar de u$s 8.000 millones a u$s 45.000 millones, por lo que cada habitante de la Argentina que debía u$s 320 pasó a u$s 1.500 al inicio de la democracia.
A partir de ahí se aceleró la crisis de deuda, no sólo en la Argentina sino en la mayoría de las naciones latinoamericanas, que derivó en 1989 en el Plan Brady impulsado por los Estados Unidos para evitar el colapso de los bancos norteamericanos.
En la Argentina, durante los ´90, y con Domingo Cavallo en el Ministerio de Economía en la gestión de Carlos Menem, se consiguieron refinanciaciones pero igualmente la deuda aumentó en forma exponencial.
La persistente renegociación terminó en una crisis sin precedentes en 2001 con la declaración de uno de los default más grandes de la historia por u$s 100 mil millones, sólo superada una década después por la de Grecia.
Durante la Presidencia de Néstor Kirchner, en 2005, se consigue un canje de deuda que supera el 76% de aceptación entre los acreedores, en una operación que se amplió en 2010 y llegó al 92% de adhesión.
En cuanto al resto de los acreedores, muchos de ellos fondos buitre cuya cabeza visible fue Paul Singer, logró un fallo favorable en la Justicia de los Estados Unidos y finalmente el Gobierno de Mauricio Macri terminó pagándoles alrededor de u$s 9.300 millones, aunque la emisión global de bonos llegó a u$s 16.500 millones.
De acuerdo con los datos del INDEC, durante la era Macri, la deuda externa argentina saltó de u$s 157.792 millones a fines de 2015 a u$s 277.921 al término del año pasado, con un incremento del 76%.
En la Presidencia de Macri se dio un hecho que es toda una definición para la Argentina y su relación con el endeudamiento: se emitió un bono a cien años por u$s 2.750 millones: restan 97 años para llegar a su vencimiento.