Especialistas expresaron su preocupación al considerar que la potencial protección que brinde la vacuna contra el coronavirus podría ser menor en las personas con obesidad
La obesidad no sólo incrementa el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas no transmisibles (cardiovasculares, diabetes, cáncer), sino que, en el contexto de la pandemia, se reveló como uno de los factores de riesgo asociados a mayor gravedad y riesgo de muerte en las personas con coronavirus. Eso es algo que se sabe casi desde que el SARS-CoV-2 empezó a propagarse por el mundo, hace más de ocho meses.
Ahora, con la carrera bastante avanzada hacia una o más vacunas que puedan proteger contra la infección, especialistas manifiestan una nueva preocupación, ya que consideran que la potencial protección que brinden podría ser menor en las personas con obesidad.
«Sabemos que una vacuna contra covid tendrá un efecto positivo en las personas obesas, pero, basándonos en nuestro conocimiento de las pruebas sobre la vacuna contra el SARS y la vacuna contra la gripe sospechamos que tendrá un beneficio menor en comparación con las otras personas», afirmó al periódico británico The Guardian Barry Popkin, director de estudio realizado a partir de una base de datos global que mostró que la obesidad aumenta un 48% el riesgo de muerte por SARS-CoV-2.
Popkin, que es profesor del departamento de Nutrición en la UNC Gillings Global School of Public Health, cree que los científicos y las compañías que están abocadas al desarrollo de vacunas candidatas deberían tener en cuenta el factor de la obesidad en los datos de sus ensayos clínicos, con el objetivo de desarrollar una vacuna más efectiva para toda la población.
«Recibimos información de que algunas vacunas (en especial, la antigripal y contra hepatitis A y B) pueden reducir su efectividad en determinados grupos poblacionales, como mayores de 70 o personas que padecen obesidad, pero no sabemos a ciencia cierta que esto vaya a pasar en la vacuna de Covid-19″, afirmó Jarbas Barbosa, subdirector de la Organización Panamericana de la Salud, en una reciente conferencia de prensa.
En ese sentido, Barbosa señaló que es necesario esperar los datos de los ensayos de las vacunas contra cuando se realicen «en 40.000 o 50.000 personas, porque en función de esa evidencia se pueden adoptar estrategias específicas, por ejemplo, si hay que dar refuerzo al cabo de un año o hay que dar dos dosis o tres dosis. Esa información es fundamental».
Actualmente, más de 30 de las 170 vacunas experimentales que se desarrollan en el mundo se encuentran en fase de pruebas en humanos y seis de ellas ya iniciaron la última fase de estudios (la 3), con estudios en los que participan decenas de miles de personas de diversos países que buscan determinar si son efectivas para prevenir la infección (en Argentina ya se realiza uno de esos estudios de la candidata de Pfizer y BioNTech, el mes que viene empezará a probarse la de Sinopharm y un tercer ensayo será con la de Janssen)
Aunque hay esperanzas, todavía no se sabe si funcionarán, por lo que tampoco se sabe a ciencia cierta cuán efectivas serán en las personas con obesidad. Las razones para la inquietud se basan en la evidencia científica sobre la efectividad de vacunas como las de la influenza (gripe), la hepatitis B, el tétanos y la rabia, que indica que la efectividad se ve disminuida en personas con obesidad.
«Sabemos de otras vacunas que han sido probadas en poblaciones de personas con obesidad que estos individuos no responden tan bien a estas vacunas. Mientras estamos desarrollando una vacuna para el Covid-19, reconocemos que podría no funcionar en todas las poblaciones, incluyendo a aquellas que sufren obesidad. Por lo tanto, esa es una preocupación», reconoció en una entrevista reciente con ABC News el doctor Matthew B. Laurens, investigador principal de la Escuela de Medicina de la Universidad de Maryland, uno de los centros estadounidenses donde están más avanzados los ensayos de la vacuna contra el coronavirus de Moderna Therapeutics.
En 2017, un equipo conformado por especialistas de la Universidad Duke y la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill realizaron un estudio observacional prospectivo en 1.082 mayores de 18 años. Todos los participantes habían recibido la vacuna trivalente contra la gripe en las temporadas 2013-2014 y 2014-2015. El 9,8% de las personas con obesidad presentaron gripe, casi el doble que las personas con peso normal (5,1%).
Según Melinda Beck, una de las autoras de la investigación, eso puede deberse a una inadecuada respuesta de los linfocitos T, responsables de la respuesta antiviral. (Vale recordar que la vacunación contra la influenza no impide la infección, sino que reduce el riesgo de complicaciones y hospitalización)
Si bien aún se están investigando los mecanismos biológicos exactos por los que las personas con obesidad pueden no responder de la manera esperada a la vacunación, los especialistas indican que la inflamación crónica parece interferir con la respuesta inmune producida por las vacunas, lo cual pone en una situación de mayor vulnerabilidad a las personas con obesidad.
Mónica Katz, presidenta de la Sociedad Argentina de Nutrición, hizo hincapié en el compromiso inmunológico que presentan las personas con un índice de masa corporal mayor a 30 (se calcula dividiendo el peso por la altura al cuadrado).
«El exceso de órgano adiposo -inflamado y fibrosado-, que se presenta en quienes padecen obesidad, contribuye a la existencia de adipocitos muy grandes, que de alguna manera son interpretados como un cuerpo extraño, como si fueran un virus o una bacteria, por lo que el organismo de la persona con obesidad los combate. Esta situación hace que, cuando de verdad aparece un virus o una bacteria, es decir un patógeno externo, el organismo tiene comprometido ya su sistema de defensa en una especie de estado inflamatorio crónico», explicó Katz.
Y amplió: «Hay que pensar en el sistema inmune de una persona joven con obesidad, teniendo que responder frente a un virus especial, muy virulento, que tiene una afinidad por receptores específicos que tenemos en pulmones. Pero esa persona tiene todo el tiempo su sistema inmune abocado a otras tareas, a combatir su propio cuerpo, porque su órgano adiposo es su propio cuerpo».
«Dado que la obesidad condiciona no solo mayor riesgo de severidad de infección por SARS-CoV-2 sino también menor respuesta a la vacunación, es central la pérdida de peso en las personas con obesidad para así aumentar las probabilidades de mejorar su respuesta a la vacunación contra el Covid-19», opinó Pedro Martínez Duartez, presidente de la Sociedad Argentina de Cirugía de la Obesidad (SACO), que además llamó a no postergar ni interrumpir el tratamiento de la obesidad en el contexto de la actual pandemia.
La presidenta de la SAN advirtió que la obesidad constituye una problemática ante la cual se ve desde hace años cierta inacción en términos de políticas sanitarias, algo que ahora -en el marco de la pandemia de Covid-19- configura el escenario para un tsunami, una tormenta perfecta.
«Diversas encuestas a nivel nacional han documentado la obesidad, pero hay una dilación en tomar cartas en el asunto. Existe una subestimación de una problemática que involucra por lo menos a la tercera parte de la población adulta argentina», remarcó Katz, quien cuestionó que «como la agenda sanitaria la instala el Covid, todo el resto que no sea Covid ha pasado a un segundo plano».