Opinión

Un nuevo paradigma, un nuevo modelo sindical para defender derechos 


Debe hacer frente a modelos de avasallamiento sutiles, pero eficaces a la hora de dar por tierra con los derechos logrados por los trabajadores.

Por Alberto Botto

El sindicalismo del mundo, y por supuesto el sindicalismo argentino, afronta nuevos desafíos; debe hacer frente a modelos de avasallamiento sutiles, pero eficaces a la hora de dar por tierra con los derechos y conquistas logrados por los trabajadores. Hoy, el llamado “sistema”, con sus tentáculos en todas partes del mundo con un cerebro centralizado, procura lograr propósitos que satisfagan sus intereses a costa de los derechos de las clases que sirven al capital. Un capital que lejos de ser humanista detrás de un vestido que simula bondad, es en realidad una máquina de devorar derechos.

El sindicalismo, por tanto, debe estar preparado para esta lucha cuyo contendiente no se circunscribe al mundo del empresariado y mucho menos a ese empresario pequeño y mediano que apuesta a la producción y a la defensa de la fuente de trabajo. La lucha es contra una estructura en la que se entraman intereses económicos, financieros, políticos, mediáticos y hasta muchas veces judiciales; es decir un frente de poder de envergadura.

Si bien es cierto que este sistema, este poder, se ha apoyado históricamente en el modelo neoliberal, una pregunta en estos tiempos de la humanidad surge casi espontáneamente: ¿dónde empieza y dónde termina el neoliberalismo y cuál es su teatro de operaciones?

Las circunstancias de estos tiempos demandan entonces del sindicalismo una revisión de metodologías: ¿dónde empieza y dónde termina el accionar sindical? ¿Cuál debe ser su ámbito de discusión y de acción? La vida gremial no puede hoy terminarse con la discusión de paritarias o condiciones laborales, debe ir más allá, debe lograr aliados sociales que estén dispuestos a luchar con éxito ante un poder que no solo amenaza a los trabajadores y sus familias, sino que, en la búsqueda de más riquezas de forma inescrupulosa, atenta contra el medio ambiente, la educación, la justicia, tratando de instalar una cultura del “vale todo” que solo sirve a sus desenfrenados intereses.

 

La solidaridad, la defensa del ecosistema, la lucha contra todo tipo de corrupción, la defensa de los derechos humanos, tal como lo plantea el Pacto Mundial de Naciones Unidas, debe ser la guía para enfocar la acción sindical en los tiempos que corren y que se avecinan.

Hoy, como decíamos en el inicio de esta opinión y vale remarcarlo, el mundo empresario, (sobre todo el mundo Pyme) no puede ser el foco, o al menos no debe serlo exclusivamente; hay acciones en otros campos, cuyos autores, a menudo mimetizados, sirven a un ente poderoso, omnímodo, cuyo objetivo es el oro a costa incluso de la vida del planeta y todas sus criaturas.

El compromiso del sindicalismo, entonces, pasa, sin descuidar la defensa de los trabajadores y sus familias, por la construcción de un nuevo paradigma, nuevas acciones, para defender los derechos de todos.