“¡Soy hijo de Evita, vengo a salvarlos!”
Doce horas del miércoles 20 de junio. Rosario. Mientras el popular desfile cívico tenía lugar en las celebraciones por el Día de la Bandera, la fiesta patria más representativa para la ciudad, en el palco dispuesto para funcionarios el conductor de la ceremonia relataba los sucesos para las miles de personas que celebraban en un tranquilo día feriado.
La ausencia del presidente Mauricio Macri, para quien se había dispuesto un fuerte y costoso operativo de seguridad, había alterado la previa del encuentro, pero el ambiente se realizaba en un clima ameno, sin discusiones políticas ni escenas de reclamo.
De repente, forcejeos. Un hombre de aspecto malogrado había logrado subirse al sitio preferencial y luchaba contra el relator de la ceremonia en busca del micrófono, con la intención de poder gritar algunas palabras a la gente. El temor se hizo piel en algunos de los funcionarios presentes, y la relación inmediata llegó: ¿qué hubiera pasado si acá estaba el presidente?
Rápidamente, efectivos de la Guardia Urbana Municipal y Gendarmería Nacional tomaron al hombre y comenzaron también a forcejear con él, cortándolo debajo del párpado y logrando finalmente reducirlo. “¡Soy hijo de Evita, vengo a salvarlos!”, espetó el hombre en ese momento, armado con un cuchillo. No pudo lograr su cometido, sea cual fuese.
La tensión se había disipado, pese a que las alarmas ya estaban encendidas. La historia, en una situación normal, debería finalizar allí, con la detención del sujeto… pero no.
Una vez realizado el procedimiento, los efectivos de la GUM entregan al hombre a Gendarmería, quienes lo trasladan hasta el móvil del BOU y dejan el cuchillo dentro del mismo, para salir a buscar testigos del hecho.
Al regresar, con los testigos ya dispuestos a brindar declaración, el cuchillo había desaparecido. Desconcierto general. Ninguno supo qué había ocurrido con el arma.
Por supuesto, más desconcertado estará quien lea el acta redactada por el gendarme a cargo, enfrentándose al hecho insólito de que en un procedimiento tan simple hayan perdido el arma con el que estuvieron a punto de atacar a un funcionario, como si de una historia de Sherlock Holmes se tratase.
Sin lugar a dudas, el episodio se asemeja a una de detectives, aunque lo que más resalta no es el tinte novelesco del hecho, sino la importante inoperancia de las fuerzas de seguridad.