Info General

La «venta de vereda», un fenómeno que se asienta para hacerle frente a la crisis


Se trata de una modalidad que crece en las grandes urbes tras "una necesidad económica real e inmediata", originada por la pérdida de la fuente laboral

El boom de las «ventas de vereda», un fenómeno que se expandió en los últimos meses en el Conurbano bonaerense y otros centros poblados del país potenciado por la pandemia de coronavirus y el aislamiento social, tiene su origen en la fuerte caída de las oportunidades laborales registrada en los últimos cinco años.

«Estos emprendimientos no derivan del aprendizaje o la vocación sino de una necesidad económica real e inmediata ante quedarse sin trabajo», sostuvo Lorena Putaro, economista del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO).

Las ventas de veredas, un fenómeno que crece en las principales localidades del conurbano bonaerense y en los barrios más alejados del centro porteño, consiste en emprendimientos familiares en los que los productos son ofrecidos en las puertas de las casas, apoyados en general sobre las veredas.

La especialista en economía social destacó que el surgimiento de esta modalidad de sustento «se observa desde hace un tiempo» y que, a su criterio, «no pasa por el estado de superación que supone independizarse».

Recordó como antecedente la gran crisis de 2001 que generó un resurgir de los emprendimientos autogestivos «en donde todo el mundo se puso a hacer lo que podía» y piso como ejemplo de esto el caso de los Clubes de Trueque.

La economía informal surgida a fines de la década del 90 con el trueque, «creció en los primeros años del 2000 y luego volvió a caer en los últimos cinco años con aumento del desempleo y de la tasa de excluidos», explicó.

El actual panorama, según las perspectivas del CESO, se van a mantener en el contexto de una recesión a nivel mundial.

Los emprendimientos autogestivos «no desaparecieron», remarcó Putaro, y recordó que la inserción laboral desde 2003 a 2015 mejoró debido a las políticas públicas, aunque muchas personas no pudieron ingresar al sistema y quedaron excluidas.

Según su visión, los casos que se ven hoy no corresponden en su mayoría a emprendedores, sino a personas que se quedaron sin empleo que «hacen lo que encuentran», como la venta de ropa o de artículos de limpieza por volumen sin marca.

Putero analizó esta exclusión y sostuvo que -en general- abarca a «personas mayores, los que tienen hijos y no pueden encontrar la estrategia para dejarlos en la casa, personas con alguna enfermedad y también por la falta de formación en las tareas estratégicas».

En este marco, la venta de vereda «es un fenómeno ya conocido que está estallando, que crece minuto a minuto», sentenció.

Consultada sobre la incidencia del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) en el auge de esta modalidad, la analista del CESO dijo a Télam que no existen estadísticas que confirmen que este ingreso sea el motor que las impulsa.

«El IFE es poco, al menos para ese tipo de actividad», indicó, aunque reconoció que algunos talleristas puedieron haber invertido y necesitaron algún tipo de canal para sus ventas.

En tal sentido, apuntó hacia las fábricas de indumentarias que vieron mermar su producción por el cierre de sus bocas de expendio a raíz de la cuarentena obligatoria.

En relación a esto, recordó el sistema de producción de las grandes marcas de indumentaria, en el cual muchos hogares funcionan como subtalleres de confección de partes del producto y no del armado del todo, tarea reservada a la intimidad de las marcas.

«Si estas marcas no contratan a esta gente por tener sus bocas de expendio cerradas, los trabajadores a façon pueden llegar a confeccionar prendas a partir de retazos o, incluso, tener una producción aparte que necesitan sacar a la calle para vender», sugirió al respecto.

«El IFE puede jugar ahí como eso, como un mini mercado interno de producción», opinó.

En relación al panorama económico mundial, sostuvo que «tenemos un problema en la forma del trabajo que conocemos, que ya no necesita tantos trabajadores de manufacturas, por lo que tenemos que repensarlo».

En ese ámbito, «empiezan a ser necesarias» las discusiones que comenzaron a surgir en el seno de la informalidad, como la renta universal y asignaciones familiares,.

A la hora de aportar soluciones, la analista del CESO manifestó que el replanteo ante la situación es revisar las estrategias económicas.

«Tenemos muchas deudas sociales, ambientales y habitacionales con nuestra población que pueden ser fuente de reactivación económica», indicó.

«En paralelo tenemos que empezar a pensar cómo mejoramos las cuestiones universales como la educación y la salud pública, rentas universales y todo lo que tiene que ver con estas personas que están fuera del mundo laboral formal, pero que trabajan o quieren trabajar y no pueden», añadió.

Según estudios recientes de la Universidad Católica Argentina (UCA) y de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (Fiel), las diferentes crisis económicas agregaron más de 11 millones de trabajadores a la economía informal desde 1980, de los cuales las dos terceras partes lo hace «en negro».

A ellos deberán sumarse los nuevos afectados por la crisis pandémica, cuya primer atisbo se da en los puestos de venta de veredas barriales que aún ostentan fachadas de una otrora clase media.