-La vida de algunos seres, Inocencio, hubiera podido ser distinta si sus padres no hubieran muerto tempranamente, o si no se hubieran ausentado de la vida de sus pequeños hijos dejándolos en el mismo abandono.
-¿Hubieran sido más felices?
-No lo sé. Tal vez sí, tal vez no. Sí sé que sus vidas hubieran sido distintas y que, en presencia de un padre más o menos bueno, no se padece el vacío que provoca su ausencia. Porque no nos engañemos, amigo mío, cuando uno de los padres no está, esto genera un hueco que jamás se llena. Y ello no quiere decir que los hijos ante la ausencia de sus padres estén perdidos, nada de eso, porque a veces la soledad, el dolor, impulsa a los seres fuertes a propósitos sublimes, a metas impensadas. A veces, digo, porque en otra oportunidades si el alma no es fuerte la razón se pierde.
-Pero, sin embargo…
-Sin embargo, aun cuando los fuertes sean hombres de éxito arrastrarán un poco consigo, a veces sin que el consciente lo sepa, ese vacío. La figura del padre es siempre fundamental ¡Y cuidado! No me refiero en esta charla a esa ausencia física del padre que se separa de la madre, no, porque un padre puede estar algo alejado físicamente, puede no pertenecer más al matrimonio, pero estar presente con su espíritu, con su corazón y con su presencia cuando su hijo lo necesite. Un hijo que está seguro de que a pesar de la distancia puede contar con su padre, es un hijo que crece seguro, confiado, respaldado ¿Para qué le servirá al hijo, después de todo, un padre que aunque viva bajo el mismo techo le responda una y otra vez a su vástago: “hoy no puedo”, o lo maltrate física o moralmente?
-Es cierto. Pero lo ideal es el padre bueno y permanente.
-Lo ideal, lo ideal entedido como perfección no existe. Ser padre, es muy difícil, es una tarea que deberíamos tomarla como la más importante de nuestras vidas, una tarea para aprenderla responsablemente. Y aun así no seríamos infalibles. Sin embargo, ya ve usted que hay cursos de computación, carreras de abogado, de médico, cursos de marketing; cursos de lo que se le ocurra, pero no he visto que haya una escuela para padres por aquí.
-Es que tal vez no convenga demasiado la consolidación de la familia, la entronación (por así decirlo) de la figura de los padres.
-Creo mejor que la tarea de padre se da por hecha y sabida. Y no es así, porque la vida posmoderna y las nuevas culturas nos ponen con frecuencia en aprietos. Es una pena, porque una escuela para padres, integrada por terapeutas; padres con experiencia, algunos de los cuales retornaron del error; padres que crecieron sin padres; algún filósofo; padres con padres ancianos; etcétera sería, creo, una acción interesante y beneficiosa para los hijos.
-Tal vez.
-Como sea, y esto es lo importante, quiero rendir hoy un homenaje a esos padres que piensan en sus hijos y velan por ellos; a esos papás que ahora mismo tienen a sus chicos enfermos y sufren más que ellos; a esos que, trágicamente, los han perdido (porque atención, amigo mío, si un hijo sufre el hueco que deja un padre ausente, el sufrimiento del padre por el hijo que ha partido es infinito). Mi homenaje hoy es para esos papás que se han quedado sin trabajo, o que perciben como sueldos miserias que nos les permiten criar con dignidad a sus hijos. Mi homenaje es para los padres que son humillados por el poder, tratados desconsideradamente, trato que recae sobre los hijos. Y también quisiera rendir un homenaje a esos papás que ya no están, en especial a esos que murieron temprano, cuando el hijo era apenas un niño o un adolescente, esos papás jóvenes que se perdieron la hermosa oportunidad de compartir con ellos un beso, un abrazo, una carta, una pelota o un brindis con una copa de vino. Ahora mismo, en este Día del Padre, Inocencio, pienso en esos papás que saben que van a morir y que van a dejar, contra su amor y contra su voluntad, a sus hijos en medio de este mundo. A ellos los recuerdo y por ellos elevo una oración en este día.