El presidente del vecino país, en el que cerca de 67.000 personas fallecieron por el virus, consideró que cuidaron la vida y el trabajo “sin propagar el pánico”
El presidente Jair Bolsonaro afirmó hoy que ningún otro país del mundo preservó la vida y los empleos como Brasil durante la pandemia, aunque cerca de 67.000 personas murieron por coronavirus y más de 1,6 millones lo contrajeron, incluido el propio mandatario.
«Ningún país del mundo ha hecho como Brasil. Preservamos vidas y trabajos sin propagar el pánico, lo que también conduce a la depresión y la muerte», escribió Bolsonaro en Twitter, un día después de anunciar que contrajo el virus, al que en el inicio de la pandemia calificó de «gripecita».
«Combatir el virus no podía tener un efecto colateral peor que el propio virus», agregó al insistir en su crítica a las medidas de distanciamiento social impuestas por gobiernos estaduales para intentar frenar la pandemia y que provocaron una crisis económica.
Brasil es el segundo país del mundo con más decesos y casos confirmados, tan solo por detrás de EEUU, que hoy superó los 3.000.000 de contagios, y continúa posicionándose como uno de los focos globales de la pandemia y el principal epicentro en Latinoamérica.
El mandatario ultraconservador, de 65 años, que desde ayer gobierna aislado en el Palacio de la Alvorada, su residencia oficial en Brasilia, mantuvo hoy su agenda mediante videoconferencias con algunos de sus ministros, informó la agencia EFE.
Bolsonaro es uno de los pocos líderes mundiales que considera que el nuevo coronavirus es un peligro sólo para la población mayor de 65 años o para quienes tienen enfermedades de riesgo, por lo que siempre cuestionó las medidas de confinamiento social que, según él, impiden que la gente pueda salir a «ganarse el pan» y que «Brasil salga adelante».
En ese sentido, el gobernador de San Pablo, Joao Doria, anunció hoy en conferencia de prensa su decisión de retomar el campeonato regional de fútbol a partir del 22 de julio, paralizado el 16.
San Pablo, el estado más populoso del país con sus 46 millones de habitantes, es el más afectado con 332.000 infectados y 16.475 muertos, en un país con un total de más de 66.500 decesos y casi 1,7 millones de contagiados, de acuerdo con datos del Ministerio de Salud.
La decisión de retomar el fútbol fue aprobada de forma conjunta por el Centro de Contención al coronavirus y la Federación Paulista de Fútbol, con la distinción de que los partidos se jueguen solo en las ciudades que se encuentren en la llamada «fase amarilla» del estado, indicó la agencia de noticias EFE.
Asimismo, se jugarán a puerta cerrada, sin público y bajo un estricto protocolo sanitario que prevé la participación de menos de 200 personas en cada partido, la división de los estadios por zonas de seguridad y el confinamiento de los equipos en lugares previamente determinados para el control de los profesionales involucrados en los encuentros.
En tanto, el país está expectante de la salud de Bolsonaro, quien el lunes pasado se sometió a otra prueba diagnóstica del nuevo coronavirus, la cuarta desde que comenzó la crisis sanitaria y cuyo resultado dio positivo.
Al igual que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se automedica con hidroxicloroquina, una medicina cuya eficacia contra el coronavirus no ha sido probada científicamente y que tiene graves efectos secundarios, pero asegura sentirse bien de salud.
Fiel a su negacionismo, hoy mismo vetó 14 artículos de una ley aprobada por el Parlamento para contener la expansión de la pandemia entre los indígenas, que por sus precarias redes sanitarias son uno de los focos de preocupación en Brasil.
Entre los puntos vetados, que según el Gobierno creaban pesados compromisos presupuestarios sin determinar su impacto fiscal, uno obligaba al Estado a garantizar el acceso de los indígenas «al agua potable» y otro establecía la «distribución gratuita de materiales de higiene, limpieza y desinfección en las aldeas».
Sin embargo, casi al mismo tiempo, un juez del Supremo determinó que el Gobierno deberá, en un plazo de diez días, «elaborar un plan y crear barreras sanitarias en las tierras indígenas», en las que hay unos 12.000 contagios y cerca de 450 muertos.