Especialistas destacaron la importancia de cuidar la comunidad de bacterias en el intestino, la microbiota, de los bebés para promover su salud digestiva actual y futura.
Cada vez hay más evidencia del rol que cumple la microbiota durante las primeras etapas de la vida ya que son billones de microorganismos que interactúan en el sistema digestivo e impactan en muchas funciones.
Si hay mayoría de ‘bacterias buenas’, favorece el desarrollo adecuado del aparato digestivo, que ayuda a prevenir trastornos funcionales y sobrepeso y obesidad a futuro, y del sistema inmunológico, para prevenir enfermedades y alergias.
De éste y otros temas debatieron gastroenterólogos y pediatras durante el III Encuentro de Expertos en Salud Digestiva, denominado ‘Todo Comienza en la Panza’, organizado recientemente por Nutricia-Bagó.
Lo que que se haga durante los primeros mil días de vida del bebé, que van desde la gestación hasta los dos años, condiciona su salud futura y su desarrollo integral en la adultez.
Al respecto, María del Carmen Toca, médica de planta de la Sección de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición del Hospital Nacional ‘Alejandro Posadas’, sostuvo que «el desarrollo de defensas para prevenir enfermedades que se puede dar en el intestino por esa composición de bacterias es la gran ventana de oportunidad en esta etapa de la vida».
«Una microbiota saludable asegura un menor riesgo de diarreas de los lactantes, de alergias alimentarias y de trastornos funcionales como cólicos», indicó Toca.
En la misma línea, el pediatra gastroenterólogo Christian Boggio Marzet, coordinador del Grupo de Trabajo de Gastroenterología y Nutrición Pediátrica del Hospital Pirovano, detalló que la microbiota interviene en muchos aspectos del crecimiento y del desarrollo del aparato digestivo.
«El estado de salud digestiva que podamos tener en la edad adulta también va a depender de qué intervenciones tempranas se hayan hecho con impacto en la microbiota, adonde las decisiones sobre la alimentación juegan un papel fundamental», añadió.
Acerca de los beneficios que aportan las bacterias buenas en el intestino, Toca explicó que producen sustancias que interactúan con el cerebro, el hígado y el tejido graso, e intervienen en la síntesis de vitaminas.
«Su presencia es el principal estímulo para el desarrollo de la inmunidad intestinal, necesaria para generar mecanismos de defensa de todo el organismo», dijo.
Además, producen en el intestino ácidos grasos de cadena corta que favorecen el desarrollo de células ‘epiteliales’, mejorando el funcionamiento del colon y generando energía que el intestino utilizará como nutriente.
La especialista explicó que la conformación de la microbiota «comienza antes de nacer con un pequeño desarrollo de bacterias que llegan desde la placenta y se acentúa en el parto vaginal, cuando el bebé traga secreciones de la madre al pasar por el canal de parto».
«Luego, se irán sumando los microorganismos de la piel y la boca de la mamá, y, sobre todo, aquellas bacterias benéficas presentes en la leche materna», agregó.
.
Los trastornos digestivos funcionales
.
Éstos son un conjunto de signos y síntomas que pueden afectar a las personas de cualquier edad, producen dolor y malestar, pero no representan una enfermedad real, no se traducen en un proceso orgánico o lesiones. Algunos son el colon irritable, la constipación y la distención abdominal.
Boggio Marzet, quien además es Director de la Maestría en Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica de la Universidad del Salvador, señaló que en el caso de los bebés, «los más frecuentes son los cólicos y las regurgitaciones (vómitos recurrentes), que se estima que afectan a más de la mitad de los recién nacidos».
Los datos a nivel mundial indican que los cólicos afectan al 20 por ciento de los niños y las regurgitaciones al 30 por ciento.
Ambos están vinculados al proceso de maduración del tubo digestivo, adonde la nutrición y la microbiota son clave.
En la mayoría de los casos, estas situaciones revierten luego de los 6 meses de vida, ya que forman parte de un proceso propio del crecimiento.
De todos modos, padres y profesionales deben estar atentos a la aparición de signos como problemas de aumento de peso y talla, brotes en la piel y problemas respiratorios.
«Estas manifestaciones pueden ser señales de algo más allá del trastorno funcional, como la enfermedad por reflujo o alergias como a la proteína de la leche de vaca», refirió el Dr. Boggio Marzet.
.
Cómo cuidar la microbiota y la salud digestiva
.
Los especialistas destacaron que «no hay dos microbiotas iguales» ya que «su composición está determinada por factores genéticos, por la impronta inicial en el momento de su formación, por el modo de parto, por la alimentación en los primeros meses de la vida y por el impacto negativo que pueden generar medicaciones como antibióticos y aquellas que cambian la acidez del aparato digestivo».
«En ocasiones, puede suceder que el bebé tenga que nacer por cesárea o no pueda recibir leche materna. En esos casos, existen estrategias para que la microbiota siga desarrollándose en forma adecuada y sea rica, diversa y sustentable en el tiempo. Una medida útil es la incorporación a la dieta de fórmulas nutricionales que incluyan bacterias buenas, con componentes como prebióticos, probióticos y simbióticos», manifestó Boggio Marzet.
En cuanto al impacto en la salud futura, indicaron que en la actualidad se sabe que, según cómo esté compuesta, la microbiota aumenta o disminuye las chances de presentar alergias y sobrepeso y obesidad a futuro.
Para los expertos, los trastornos digestivos funcionales que aparecen en la primera infancia pueden tener una continuidad a lo largo de los años. Por eso, son clave las medidas para cuidar la salud digestiva en esa etapa.
«El trastorno digestivo funcional puede ir cambiando con los años y tal vez el cólico del lactante es luego el dolor de panza crónico del niño y el colon irritable del adulto: el mismo síntoma va expresándose de diferentes formas según pasan los años», sugirió el Dr. Boggio Marzet.
La intervención del profesional de la salud en estos casos no se resuelve con indicar un medicamento, sino que se necesita evaluar también los patrones de alimentación y el manejo de emociones.