Por Alejandro Maidana
“O el pozo era muy profundo, o ella caía muy lentamente, porque mientras descendía le sobraba tiempo para mirar alrededor y preguntarse qué iría a pasar a continuación”. Alicia en el país de las Maravillas (1865).
Toda gran metrópoli tiene un importante vaivén de situaciones agradables y otras no tanto. Sobre estas últimas se debe referenciar lo que parece ser una situación naturalizada hasta el hartazgo: el mal estado de las calles. Algunos argumentan que la irrupción de un parque automotor fuera de lo común fue el que aceleró de sobremanera el desgaste de las calzadas que hoy se muestran como un verdadero campo de batalla. Otros, hacen hincapié en la inacción del estado municipal. Ambas teorías tienen asidero, y se complementan a la perfección.
En Rosario son varios los barrios donde las condiciones de las calles obligan a los automovilistas a realizar maniobras evasivas. A esta complicación se le suman los basurales indeseados, y la peligrosidad de algunas alcantarillas.
Es fácil distinguir entre quienes habitan en la zona y las personas que ocasionalmente pasan por allí. Los primeros son avezados y expertos en esquivar los baches que parecen haberse afincado para siempre. Conocen de memoria la ubicación de cada uno de ellos y hacen todo lo posible por evitarlos, aunque no siempre es efectivo el movimiento, los otros, les regalan insultos al aire y al funcionario político de turno.
Facundo es estudiante de medicina y vive sobre calle Vera Mujica entre Santa Fe y San Lorenzo. “Yo circulo en bicicleta y este sector se ha convertido en una verdadera trampa cuando transitás por la noche. Entiendo que se debe a una importante obra de la provincia, pero los pozos que han dejado son peligrosísimos”, indicaba el vecino en diálogo con Con la Gente.
Allí el gobierno de la provincia de Santa Fe inició una obra para que barrio Agote deje de sufrir ante la presencia de lluvias copiosas.
Recorrer calle Caferatta desde Pellegrini hacia el sur, resulta un verdadero periplo. Oír los golpes del tren delantero de los vehículos se ha convertido en una insana costumbre. Alicia habita en el barrio hace más de 60 años, su casa está ubicada en un sector que parece bombardeado.
“Jamás he visto obras concretas sobre esta calzada, sí algunos trabajitos de aguas provinciales pero solo eso. Pretenden acabar con el problema emparchando, una solución que es un consuelo de sonso, estas calles son intransitables”, enfatizaba una vecina cansada de promesas vagas.
El distrito oeste tiene en su vientre un sinfín de inconvenientes que hacen que la calidad de vida de sus moradores no sea óptima. Las importantes obras de iluminación y remodelación de la avenida 27 de febrero contrastan con la realidad de las arterias olvidadas de ese sector de la ciudad.
“Hay calles que están olvidadas hace tiempo, Felipe Moré, Virasoro en el sector de la vía, Gálvez, salvo la avenida que la hicieron nueva, el resto es de un cruel abandono. A esto habría que sumarle la complicación que le trajo al barrio que la línea 125 deje de circular por Felipe Moré, quiero resaltar que desde Godoy a Seguí, el abandono es sistemático”, sostuvo Iván, quien camina desde niño las calles antes mencionadas.
Diferentes zonas, la misma problemática que se repite una y otra vez sin obtener respuesta favorable alguna.
Distintas experiencias de una misma y engorrosa situación, baches, corralitos, alcantarillas salidas, veredas rotas, suelen conformar un paisaje que acompaña diariamente. Un verdadero caos que hace que la circulación por las calzadas sea tan peligroso como hacerlo por las aceras.
María Esther vive sobre la esquina impar de San Juan y Alsina, en diagonal a su casa, se puede observar un pozo producido por el hundimiento de la vereda. “Es tremendo, tiene una profundidad que asusta, la gente ya comienza a usarlo como tacho de basura”, dijo la vecina.
Pero la realidad en muchas oportunidades maneja a la perfección la ironía, frente a este hoyo, funciona un centro kinesiológico, una concreta publicidad indirecta.
Andrés Olavarría es asesor de Celeste Lepratti en el Concejo Municipal de la ciudad. Sobre las quejas recibidas en el 2017 en torno a la temática sostuvo: “En lo personal me tocó acompañar a Celeste Lepratti en la comisión de Obras Públicas, allí han llegado muchos pedidos de refacciones. Si estos son sencillos, digamos, si es sólo para tapar un bache, se resuelve bastante rápido sin tener la necesidad de pasar por los concejales”.
“Cabe destacar que en muchas oportunidades diferentes grupos de vecinos se han acercado al Concejo para plantear los problemas que a los que estaban expuestos. Allí la cosa cambia, ya que los mismos deben someterse a un estudio de factibilidad y esto suele tornarse más burocrático. Y también es bueno remarcar que muchas veces las respuestas de algunos ediles tuvieron su sustento en remarcarle al vecino que la responsabilidad máxima era de aquellos concejales que no habían votado el endeudamiento para poder realizar estas obras”, concluyó Olavarría.