"Hace falta una cercanía verdadera, hacen falta auténticas cadenas de solidaridad", remarcó
El papa Francisco instó a los cristianos a iniciar cadenas de solidaridad, en el marco de la pandemia por coronavirus para ayudar a los pobres, y remarcó: «Es urgente que ahora nos hagamos cargo de los que tienen hambre de comida y de dignidad, de los que no tienen trabajo y luchan por salir adelante».
En ese sentido, el Sumo Pontífice pidió «hacerlo de manera concreta, como concreto es el Pan que Jesús nos da». «Hace falta una cercanía verdadera, hacen falta auténticas cadenas de solidaridad. Jesús en la Eucaristía se hace cercano a nosotros, ¡no dejemos solos a quienes están cerca nuestro!», señaló en la misa con motivo de la Solemnidad del Corpus Christi, celebrada en una Basílica de San Pedro con aforo reducido debido al coronavirus.
A la celebración asistieron unos 50 fieles que guardaron las distancias de seguridad y que usaron tapabocas para reducir riesgos de contagio. Durante la homilía, el Papa habló de la memoria sin la cual los hombres se convierten en «transeúntes de la existencia», al tiempo que ha subrayado la importancia de la Eucaristía que «no es un simple recuerdo, sino un hecho».
«No podemos prescindir de ella, es el memorial de Dios. Y sana nuestra memoria herida», indicó y enumeró las memorias que son nocivas: «La memoria huérfana, la memoria negativa y la memoria cerrada».
El Papa hizo referencia a las personas que tienen la memoria herida por la falta de afecto y las amargas decepciones recibidas. Para sanar esta situación, ha hecho hincapié en el amor de Jesús, que del mismo modo que «transformó una tumba de punto de llegada en punto de partida» también puede cambiar la vida de las personas.
Por otro lado, habló de la memoria negativa, que siempre hace aflorar las cosas que están mal. «Con Jesús podemos inmunizarnos de la tristeza. Ante nuestros ojos siempre estarán nuestras caídas y dificultades, los problemas en casa y en el trabajo, los sueños incumplidos.
Pero su peso no nos podrá aplastar porque en lo más profundo está Jesús, que nos alienta con su amor. Esta es la fuerza de la Eucaristía, que nos transforma en portadores de Dios: portadores de alegría y no de negatividad», sostuvo.
Asimismo, se refirió a la memoria cerrada, que vuelve a las personas «temerosas y suspicaces», «cerrados al principio, pero a la larga cínicos e indiferentes». «Nos llevan a reaccionar ante los demás con antipatía y arrogancia, con la ilusión de creer que de este modo podemos controlar las situaciones. Pero es un engaño, pues sólo el amor cura el miedo de raíz y nos libera de las obstinaciones que aprisionan», afirmó.
«El Señor, que se nos ofrece en la sencillez del pan, nos invita también a no malgastar nuestras vidas buscando mil cosas inútiles que crean dependencia y dejan vacío nuestro interior. La Eucaristía quita en nosotros el hambre por las cosas y enciende el deseo de servir. Nos levanta de nuestro cómodo sedentarismo y nos recuerda que no somos solamente bocas que alimentar», concluyó.