Por Carlos Duclos
Por Carlos Duclos
Sobre la larga y estrecha alfombra gris de la pandemia, cae la tarde. Desde un viejo ventanal de un remoto lugar del mundo, una mirada recorre el gris oscuro que se tiñe de un extraño y bello bermellón. Una mirada llena de compañías pasadas, de recuerdos que angustian y soledades presentes que arrugan el alma.
Sobre la extensa carpeta, silenciosa y sola, va la mirada hacia el horizonte en el que se desploma el rojo, como si la noche lo hubiera vencido irremediablemente. Y cae también, poco menos que vencida, esa mirada, que ahora apura un trago de whisky mientras casi llora con un blues de Buddy Guy.
Recorre la larga y estrecha alfombra y se cruza con la vida hecha círculo de fuego que se desvanece en la lejana línea. Y cuando esos ojos al fin creen que todo está perdido, que las sombras permanecerán para siempre, una formación de pura vida hecha de pájaros y canto, le avisan que retornarán mañana, como la vida, como ese rojo que volverá para hacerse oro y plena vida en el cénit de las cosas.
La mirada, que ahora entiende que no está perdida, que solo se ha ido por un rato a iluminar otros mundos, apura otro trago y sonríe mientras mira al gigante rojo que es pura poesía, puro blues, pura nostalgia, pura bella esperanza nunca perdida.