Este 18 de abril se cumplen 65 años del fallecimiento del científico, que dejó la Tierra a los 76 años
A 65 años del fallecimiento de uno de los mayores genios que el mundo ha conocido, un recorrido por la vida de Albert Einstein. El científico nació en 1879 en Ulm, Alemania, y falleció 76 años después en el Hospital de Princeton, Estados Unidos. Nunca dejó de moverse, hasta el final de sus días y sus descubrimientos marcaron un antes y un después en la física, recibiendo el premio Nobel en 1922 y un reconocimiento mundial que trascendió la ciencia. La vida de Einstein no fue lineal y constante. «La imaginación es más importante que el conocimiento», le dijo en 1929 al periodista George Sylvester Viereck.
Periodistas y biógrafos lo describen como inconformista y rebelde, con una inmensa curiosidad y pasión incansable de la ciencia. A pesar de su reputación de ser un hombre distante y solitario, tuvo fuertes lazos familiares y de amistades que se extendieron durante toda su vida.
En su infancia, Einstein experimentó serios problemas para hablar y aprender. «Tenía tanta dificultad con el lenguaje que los que lo rodeaban temían que nunca aprendería», le escribió Maja Einstein, hermana de Albert, a su amiga Sybille Blinoff en una carta de mayo de 1954.
“Yo me desarrollé tan lentamente, comencé a preguntarme sobre el espacio y el tiempo solo cuando ya era un adulto. En consecuencia, investigué el problema más profundamente de lo que lo haría un niño común y corriente», le contó el propio Einstein al físico alemán y premio Nobel James Franck, uno de los testimonios que recoge Walter Isaacson en la biografía Einstein, his life and universe («Einstein, su vida y universo»).
Sin embargo, algunos investigadores sostienen que la capacidad de concentración y sistematización, es decir la habilidad que tenía Einstein de identificar las leyes que gobiernan un sistema, y a la vez su aparente falta de empatía, podrían haber sido una manifestación de autismo, lo cual nunca se ha demostrado.
Concentración extrema
La genialidad de Einstein sumada a su capacidad extrema de concentración hicieron que en 1905 escribiera cinco influyentes investigaciones científicas que incluyen, por ejemplo, la ecuación más famosa de la historia de la ciencia (E=mc2). Einstein tenía solo 26 años y trabajaba como funcionario en la oficina de patentes de Suiza ocho horas al día seis veces por semana. El científico podía hacer su trabajo en dos o tres horas y el resto del día desarrollar sus propias ideas.
«Incluso el llanto más fuerte de un bebé no parecía molestar a mi padre. Podía continuar con su trabajo completamente impermeable al ruido», describió su hijo Hans Albert Einstein a Bucky. Eso explica su increíble capacidad de concentración y de realizar varias cosas a la vez. El violín era otro de los instrumentos que le permitía agudizar esa concentración.
Además, se dice que Einstein gozaba de una paciencia infinita y no le molestaba explicar sus teorías una y otra vez. «Era un maestro innato, que no resiente las preguntas». Sin embargo, sus primeros años como profesor en las universidades de Berna y Praga no gozaron de tanto éxito.
La familia
Si bien hubo momentos en la vida de Einstein que pudo parecer un ejemplo de un hombre multitarea, es también verdad que manejar el balance entre su vida profesional y la privada no le fue fácil.
Además del «año milagroso» en el cual su productividad fue asombrosa, el científico continuó publicando investigaciones revolucionarias y revisiones: seis en 1906 y diez en 1907, todas ellas mientras trabajaba en la oficina de patentes, describe Isaacson. Al menos una vez a la semana tocaba su violín en un cuarteto de cuerdas y se ocupaba de su pequeño hijo Hans Albert que en ese entonces tenía unos 3 años.
«Cuando mi madre estaba ocupada en la casa, mi padre dejaba de lado su trabajo y nos cuidaba durante horas, mientras nos balanceábamos sobre sus rodillas. Recuerdo que nos contaba historias y a menudo tocaba el violín en un esfuerzo por mantenernos callados», recordó Hans Albert en una entrevista que recoge Isaacson.
Pero para 1911, su vida profesional empezó a pesar más que la personal. Las tensiones en el matrimonio sumadas al creciente acercamiento con su prima Elsa, que luego se convertiría en su segunda esposa, se volvieron insostenibles para 1913. En 1914 se separó y se apartó de sus hijos, cosa que lo perturbó bastante. Se sumergió en la ciencia para escapar de su tristeza.
¿Y el almuerzo?
La dedicación exclusiva a la investigación científica, que dio como resultado la teoría de la relatividad general junto a otros descubrimientos, dejó a Einstein exhausto en 1915. Ese proceso no solo lo dejó agotado sino que se profundizaron sus episodios de distracción incluso olvidándose de comer. «A menudo estoy tan absorto en mi trabajo que me olvido de almorzar», le escribió a su hijo en una carta.
Cuando Einstein se volvió a casar, su matrimonio con Elsa fue muy diferente que el anterior. Tenían cuartos separados y él estaba muy a gusto de que ella lo cuidara en todo momento. «Elsa decidía por él cuándo comer y a dónde ir; empacaba su maleta y le repartía dinero en sus bolsillos. Esos detalles le permitieron concentrarse más en el cosmos que en el mundo que lo rodeaba», detalla Isaacson en su libro.
A Einstein le gustaba navegar y salir a caminar. Era una manera de despejar su mente luego de sus momentos de intensa concentración.
Después de la muerte de Elsa en diciembre de 1936 y ya viviendo en Estados Unidos, Einstein volvió a sumergirse en el trabajo. En una carta a su hijo Hans Albert de enero de 1937, Einstein admitió que le costaba concentrarse pero que el trabajo lo mantenía activo.
Su particular imagen
Ciertamente Einstein no era un hombre que pudiéramos calificar de coqueto. Construyó una imagen de «profesor amable y gentil, aunque distraído a veces pero indefectiblemente dulce, quien deambulaba perdido en sus pensamientos, ayudaba a los niños con sus tareas y raramente se peinaba o usaba calcetines», describe Isaacson en su biografía. En 1909 tanto su cabello como su vestimenta empezaron a caer en una especie de desprolijidad.
Entre las múltiples historias que se suelen repetir de Einstein una de ellas es que Einstein tenía diferentes conjuntos de ropa pero todos iguales para no tener que perder tiempo en elegir diariamente qué usar.
Sin embargo, ni la detallada biografía de Isaacson ni los archivos autorizados que contienen material original del científico mencionan esa historia.
Una vida sin pretensiones
Einstein fue un hombre muy austero. No ambicionaba dinero más que el que le permitiera vivir sin lujos. «El único instrumento de Einstein es su cabeza. No necesita libros, su cerebro es su biblioteca», detalla un biógrafo.
Su perseverancia, genialidad y descubrimientos lo convirtieron en la cara más famosa de la ciencia de los últimos siglos, e igual nunca perdió su humildad.
«No tengo talentos especiales, solo soy apasionadamente curioso», le escribió Einstein a Carl Seelig, su primer biógrafo, en marzo de 1952.