CLG dialogó con referentes de comedores de Rosario y los alrededores, quienes relataron la situación que viven. "El lunes podemos llegar a no abrir", aseguraron, por ejemplo, desde Los Pekes
El coronavirus y la cuarentena obligatoria han paralizado de alguna manera al país. La medida que busca prevenir que el covid-19 se propague hizo que la población deba habituarse a una nueva manera de trabajar y vivir, pero también hace que quienes se dedican al voluntariado busquen alternativas para seguir con sus tareas solidarias.
Este es el caso de los comedores barriales y las copas de leche, que buscan la manera de seguir alimentando a los más pequeños y sus familias, pero el acceso a los alimentos se torna cada vez más difícil. Estos centros comunitarios dependen de las donaciones de instituciones, municipios y ciudadanos, por lo que muchos están en riesgo de tener que cerrar sus puertas.
CLG dialogó con distintos referentes de comedores Rosario, Villa Gobernador Gálvez y Granadero Baigorria, quienes relataron el presente que están atravesando.
Daniel Gallardo, coordinador del comedor Los Pekes, ubicado en el barrio 7 de Septiembre, contó que hacen todo lo posible por seguir funcionando: «Estamos siguiendo la reglamentación del Presidente, de que los comedores puedan funcionar. Atendemos a casi 200 chicos y adultos».
Sin embargo, están al borde del cierre por la falta de insumos: «Estamos tratando de poder seguir cocinando pero tenemos muy poca mercadería. Con lo que nos queda podemos trabajar normalmente hasta el viernes nada más, ya el lunes se va a hacer difícil poder abrir».
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Gallardo señaló que reciben una ayuda mensual de la provincia, pero que la demanda aumentó tanto que están a punto de quedarse sin alimentos: «Se nos complicó porque estamos haciendo más cantidad de comida. El número de gente que teníamos se fue agrandando y no podemos negarle un plato de comida a nadie. Mientras podamos, vamos a seguir ayudando».
«Estamos en una situación muy compleja, esto se empezó a complicar la semana pasada», aseguró María Angélica Maccagno, coordinadora de la copa de leche «Ojitos Felices», de Villa Gobernador Gálvez. «No tenemos ningún subsidio, sólo a veces la Municipalidad nos provee de verduras. Tanto el gas como como todos los elementos para cocinar viene de particulares que donan», explicó.
Este comedor actualmente está abriendo tres veces a la semana, repartiendo por cada jornada 300 raciones de comida a 300 personas, de las cuales 80 son niños y niñas. Por ahora, los insumos están llegando: «El Banco de Alimentos sigue trabajando, pero tuvimos que hacer una campaña para juntar lavandina, alcohol, guantes y barbijos. Pudimos conseguir una cantidad que nos va a alcanzar para los próximos 15 días. Gracias a eso todas las madres y voluntarias están dispuestas a seguir trabajando».
De todas maneras los problemas empiezan a aparecer: «Nos avisaron que no saben si para este viernes nos van a conseguir las verduras y frutas que repartimos a la gente». Y añadió: «Si llegamos a tener un problema con el Banco de Alimentos no sé qué vamos a hacer».
Por su parte, Valeria Belén, coordinadora de la copa de leche «Las del Indu», de Granadero Baigorria, indicó que ya tuvieron que reducir su actividad: «Desde que arrancó la cuarentena dejamos de dar la copa de leche y mantenemos los dos días a la semana en los que damos el almuerzo: los martes y viernes. Se da por orden de llegada y repartimos hasta que se nos acabe la comida. Estuvimos entregando más de 200 raciones por día».
Por ahora, los alimentos llegan, pero a duras penas: «Gracias a la gente que es muy solidaria, a Hernán que nos trae la mercadería todos los meses y a la Mutual del Sindicato de Luz y Fuerza, fuimos recibiendo donaciones, pero no puedo negar que se nos está haciendo muy difícil. Nos está costando un montón».
Valeria aseguró que están tomando todas las medidas de higiene necesarias para resguardarse: «Trabajamos con todo el cuidado que esto implica, usando barbijos, guantes y cuidando la higiene».