“Un gran camino de compromiso en el deseo de libertad”. Así retrató a los acontecimientos del 25 de mayo de 1810 la historiadora rosarina Marcela Ternavasio, quien evocó y explicó los sucesos más importantes de una fecha patria que marcó un camino hacia la soberanía, signada por una revolución histórica.
Ternavasio atendió amablemente a Con La Gente ante la llegada de un nuevo 25 de mayo y tocó todos los temas: cómo era la mirada de los llamados revolucionarios, cuál era el concepto de democracia que ellos percibían y cómo han cambiado los puntos de vista gracias a los tiempos y la información que se maneja hoy en día.
— El concepto de revolución, ¿se ajusta a los hechos que ocurrieron aquel 25 de mayo de 1810?
— Como suele ocurrir en casi todas las revoluciones de aquella época, quienes participaron de estos acontecimientos no se llamaron a sí mismos “revolucionarios”. Será al calor de los hechos que los revolucionarios (como los llamamos nosotros ahora), han asumido esa posición, porque quienes eran llamados así en aquel entonces eran precisamente sus contrincantes. También el concepto mismo de revolución va a adoptar su propio nombre mucho tiempo después.
— ¿Hubo una real búsqueda de la democracia?
— La palabra democracia, a fines del siglo XVIII y comienzo del siglo XIX, tenía una connotación muy distinta a la que nosotros conocemos hoy. La misma era considerada tumultuaria porque estaba identificada a la noción de la clásica democracia: un ejercicio directo de la soberanía, por ejemplo en la plaza pública de forma asambleísta, lo que sería similar a la forma que se adoptó en la Grecia antigua. Esa idea, entonces, estaba muy desprestigiada.
— Entonces, la revolución fue en busca pura y exclusivamente de la libertad…
— Los acontecimientos sucedieron efectivamente en nombre de nuevas libertades. Libertades ante el despotismo colonial, frente a la metrópolis y por las libertades personales. Todo inició con una guerra, que comenzó siendo civil, pero que no era una batalla entre defensores y opositores de la independencia. La misma era un punto de llegada y no de partida.
— ¿Qué sentían las personas de aquella época?
— Sin dudas, la revolución genera y estimula una nueva noción de patriotismo. La idea de generar un nuevo tipo de identidad y de pertenencia hacia una comunidad política que ahora se siente y se piensa como propia, genera un compromiso cívico muy grande. Se trata de ponerle un freno a la metrópolis que, hasta el momento, había ejercido todos los atributos de la autoridad.
— ¿Y les fue sencillo?
— Más allá de que se hayan compartido los ideales, había que convencer a la gente de ir a la guerra, nada más ni nada menos, para poder ganar esas libertades.
— Ese sentimiento de patriotismo y de pertenencia, ¿hoy está en extinción?
— Yo creo que hay una redefinición de conceptos. Y no te hablo de 200 años después. Lo que significaba «libertad» en 1810 no significaba lo mismo que en 1853, por ejemplo. Con la abolición de la esclavitud esa palabra tomó otra connotación, mucho más fuerte o no, pero sin dudas se modificó. Y así sucede con casi todos los conceptos que tuvieron lugar en esa época.
— Con el paso de los años y la llegada de la tecnología y el acceso a más información, ¿los historiadores siguen encontrando nuevas formas de mirar y analizar los sucesos?
— Tal cual. Una como historiadora vive haciéndose preguntas y vive justamente de eso, de hablar e investigar cosas sobre el pasado. Van surgiendo nuevas herramientas que nos permiten tener otro enfoque cuando miramos hacia atrás y nos permiten acercarnos, a veces más y otras menos, a lo que pensaban los actores de nuestra historia.