Las recomendaciones psicológicas que se están difundiendo para afrontar la crisis por el coronavirus son sólo paliativos. Existen consejos útiles que buscan reducir el miedo a una preocupación por los acontecimientos
Los consejos psicológicos que se están difundiendo para afrontar psicológicamente el temor al coronavirus desde los organismos oficiales son lógicos pero insuficientes. Veamos cuáles son y en qué fallan:
«No hacer caso de rumores y noticias falsas, no sobreexponerse a la información, no hablar constantemente de ello, buscar pruebas de realidad y datos fiables de medios oficiales científicos veraces». Esto es útil cuando lo que «asusta» es falso. Pero cuando lo que «asusta» es la información veraz, es inútil. Por otro lado, una persona que tiene miedo, puede tratar de evitar el tema, pero lo que hará es pensar sobre ello.
«Hacer vida normal, no magnificar la situación o mantenerse distraído». Hacer vida normal y no magnificar la situación puede ayudar un poco a no empeorar las cosas, pero no resolverá el miedo. Por otro lado, las distracciones sólo aplazarán momentáneamente el problema.
«Abogar por la tranquilidad». Es algo obvio que no se puede lograr simplemente por querer estar tranquilo. Uno no elige voluntariamente tener miedo, luego no puede elegir no tenerlo.
«Identifique los pensamientos que puedan generarle malestar». Esto sólo es útil si no se limita a luchar por evitar dichos pensamientos.
«Reconozca sus emociones y acéptelas». Reconocer las emociones, como en el caso anterior, es útil, pero aceptarlas no es la solución, en realidad no es posible. Tratar de «aceptar» una emoción es un proceso cognitivo que lo único que puede lograr, y no siempre, es reprimir esa emoción temporalmente.
Resolver el miedo es un proceso de aprendizaje
Igual que aprender a nadar, aprender a resolver el miedo es un proceso. No se hace con unos consejos bienintencionados. La situación actual provocada por la expansión del nuevo coronavirus ha despertado miedos habitualmente adormecidos que tienen la mayoría de las personas: miedo a enfermar y miedo a la muerte, propia o de un ser querido.
En esta situación de emergencia cada cual hace lo que puede para lidiar con estos miedos. Lo habitual es distraerse, quitarle importancia, alarmarse y pensar constantemente, obsesionarse con las medidas de precaución, saltárselas para demostrarse que no se tiene miedo… Sin embargo, por ser urgente, es una situación muy propicia para aprender a resolver los miedos, el miedo.
Es bueno para todos
Es muy habitual que en situaciones de emergencia los seres humanos reaccionen solidariamente, se recupera el sentimiento de comunidad y se reacciona con generosidad. Un ejemplo es la respuesta masiva que ha habido de donantes de sangre, provocando que las autoridades sanitarias retiren el llamamiento inicial.
Dejarse llevar por el miedo, además de que le puede hacer sufrir, puede impedirle pensar en los demás o colaborar con los demás. En situaciones de emergencia la búsqueda del interés personal puede incluso perjudicar a otros. Imagínese que el personal sanitario se dejase llevar por su temor, que lo tienen, son seres humanos.
Por eso, por uno mismo, y por los demás, lo mejor que se puede hacer es aprender a resolver el miedo.
¿Qué hay que hacer?
Igual que no es suficiente una explicación para aprender a nadar, aprender estas indicaciones de memoria no será suficiente. Es necesario ponerlas en práctica.
Lo primero es hacerse consciente de que se tiene miedo, en el momento en que se está teniendo miedo.
El siguiente paso es prestar atención al miedo en el cuerpo. El miedo, como cualquier otra emoción se siente en el cuerpo. Hay que localizar en qué partes del cuerpo se sienten las sensaciones de miedo y prestarles atención.
Este prestar atención incluye no tratar de que se pase el miedo ni pretender hacer nada con él. Ni gestionarlo, ni aceptarlo, ni rechazarlo, ni desear que se vaya… es decir, no intervenir cognitivamente. Sólo prestar atención, sentir y perder el miedo a las sensaciones de miedo. Esto puede requerir un aprendizaje paulatino, es decir, varios ensayos y exploraciones.
El hábito mental empuja a escapar del malestar, luego hay que prestar atención al pensamiento para evitar que intervenga en esta fase.
Una vez que ha perdido intensidad el miedo al miedo, se puede prestar atención a los pensamientos alarmistas intrusivos. Y volver a prestar atención a las sensaciones que esos pensamientos provocan en el cuerpo. Cuando se hace de esta manera, esos pensamientos van perdiendo fuerza y van dejando de aparecer.
Después, hay que hacer una reflexión sobre las ideas y experiencias que se han tenido con la enfermedad, el sufrimiento y la muerte. Pues de las ideas o conceptos erróneos que uno tenga, surgen los pensamientos automáticos y las emociones negativas es de dónde surge el sufrimiento.
Este es sólo un esquema breve de lo que hay que hacer para aprender a resolver el sufrimiento. Es un proceso de aprendizaje que requiere dedicarle un tiempo, pero es lo mejor que se puede hacer para dejar de sufrir, incluso en circunstancias difíciles como las que estamos viviendo.
María Ibáñez y Jesús Jiménez, Psicólogo Clínico y Psicoterapeuta