Las empresas que venden gas licuado están al borde del colapso. A nivel local, un trabajador del rubro explicó a CLG cómo se llegó a esta situación que pone en jaque la distribución de un servicio básico para millones de familias
Las empresas que venden gas licuado están al borde del colapso. A nivel local, un trabajador del rubro explicó a CLG cómo se llegó a esta situación que pone en jaque la distribución de un servicio básico para millones de familias
Por Matías Gregorio
Las empresas de distribución de garrafas de gas atraviesan un duro momento. El sector se vio afectado por la crisis económica que sacude al país desde el año 2018, ya que sus costos aumentaron cada vez más y la demanda cayó considerablemente. Como muchos otros rubros que transitan una situación similar, debieron ir absorbiendo el déficit operativo sin aumentar el costo de las garrafas ante el temor de que el panorama se torne peor. En Rosario, Jorge Salvatierra, un trabajador de la zona oeste de la ciudad que vende gas licuado de forma particular, narró la difícil coyuntura en diálogo con CLG y anticipó qué esperan para el invierno.
A fines de enero, la Cámara Argentina de Distribuidores de Gas Licuado (Cadigas) en garrafas denunció a través de un comunicado que el sector «enfrenta una de las peores crisis» de su historia y que las empresas que la constituyen «se encuentran al borde del colapso operativo».
La entidad puntualizó que en los últimos años mientras los costos aumentaron 370%, el margen para las empresas -que en su mayoría son pymes- se incrementó menos de 150%, lo cual provocó un «fuerte endeudamiento» que pone en riesgo la continuidad de las operaciones comerciales.
Claudio Bisurgi, presidente de Cadigas, señaló que la situación crítica afecta a unas 180 pequeñas y medianas empresas de capitales nacionales, entre las cuales la mayoría tiene estructuras familiares. Estas compañías emplean a 3.000 personas y se encargan de llevar el gas en garrafas al 41% de las familias de nuestro país que diariamente necesitan este insumo fundamental para cocinar y calefaccionarse porque no cuentan con conexión a redes de gas natural.
“Somos conscientes del contexto en el cual debemos operar y entendemos que la solución no pasa por el aumento de los precios”, indicó el comunicado de la cámara. “Creemos que, a través de la implementación de políticas públicas como la ayuda económica, la exención y/o la disminución de cargas e impuestos, la promoción del primer empleo además de acuerdos con empresas proveedoras del sector, será posible lograr la subsistencia de las empresas, llevando tranquilidad tanto a nuestros empleados, que corren el riesgo de perder sus puestos de trabajo, como a los consumidores que podrían verse desabastecidos de cara al próximo invierno», señaló el documento confeccionado por las compañías.
A nivel local, Jorge Salvatierra, quien desde hace más de 20 años vende garrafas de gas licuado de forma particular, aseguró “la demanda de garrafas bajó un montón”, por lo que el sector “está realmente muy mal”, y explicó cuáles son las razones: “Muchos negocios y fábricas han cerrado, y las que aún se mantienen abiertas están trabajando a media máquina. Además, en los barrios carenciados tampoco se utiliza tanto como antes porque muchas veces están conectados de forma irregular al servicio eléctrico y usan objetos que requieren energía”.
Salvatierra no dudó en afirmar que “la rentabilidad es cada vez menor”, dado que a la baja de las ventas se le ha sumado el incremento de los costos, tal como indicó Cadigas. Entre ellos está el fuerte aumento del combustible. “A este paso no hay mucha expectativa para el invierno”, admitió el trabajador consultado, al entender que “si siguen ajustando todos los impuestos, la inflación no merma y los alimentos cuestan cada vez más, la gente se restringe en todo lo que puede”.
Los números
Dos años atrás, antes de que estalle la crisis económica, una garrafa de 10 kilos costaba 320 pesos con el servicio de envío a domicilio incluido. En cuanto a la garrafa de 15 kilos, su valor ascendía 400 pesos, y el tubo de gas de 45 kilos rondaba los 1.800 pesos.
En la actualidad, la garrafa más chica (10 kilos) trepó a 500 pesos, valor al que la vende Jorge con flete incluido, lo que marca un aumento del 56% en dos años, muy por debajo de la inflación acumulada en ese lapso de tiempo. Las principales empresas del rubro de la ciudad manejan el mismo precio, que según dijo Salvatierra “se mantiene congelado desde aproximadamente un año” con el fin de no intensificar el derrumbe de la demanda ante los bolsillos cada vez más flacos de los argentinos.
De la misma forma, la garrafa de 15 kilos incrementó su valor en un 50% en dos años, ya que hoy se vende a 600 pesos, siempre y cuando el cliente ya disponga del envase para obtener la recarga. De lo contrario, un envase de 10 kilos cuesta 2.400 pesos y uno de 15 kilos 3.000 pesos, que en muchos lugares incluye una carga gratuita, según especificaron a CLG distintas compañías locales.
Por último, el tubo de gas de 45 kilos cuesta 2.800 pesos, por lo que registró una suba del 55% en dos años, similar a las medidas de gas licuado menores.
De todas maneras, desde la cámara del sector y los distintos comerciantes del rubro anticipan que el producto -de acuerdo a los datos oficiales suministrados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) se utiliza en casi 5 millones de familias del país- llegará al invierno con un ligero aumento estipulado en un 20%, dado que mantener los valores actuales “será imposible”, reconoció Salvatierra.