El violento asesino en serie que burló a la policía y negó sus crímenes durante más de diez años
El violento asesino en serie que burló a la policía y negó sus crímenes durante más de diez años
Ted Bundy fue un asesino en serie estadounidense. Después de más de una década negándolo, confesó más de treinta homicidios a mujeres estadounidenses que cometió en siete estados entre 1974 y 1978. El número real de víctimas es desconocido.
Se le comprobaron treinta y seis (36) asesinatos, fue condenado a muerte y ejecutado en la silla eléctrica el 24 de enero de 1989.
Bundy nunca aceptó en los juicios que él había asesinado a algunas jóvenes. Siempre cambiaba su aspecto físico para que la policía no lo encontrara.
Las víctimas de Bundy terminaron siendo testigos en los juicios. Elizabeth Kloepfer dio el nombre de Bundy a los oficiales para que lo investigaran, ya que el retrato que habían hecho se parecía bastante a su novio (Ted Bundy).
Antes de comenzar a asesinar perpetró una serie de hurtos en casas y comercios.
Durante la primavera y verano de 1974 desaparecieron varias universitarias y madres jóvenes. Se calcula que fueron ocho víctimas a las que atacó de noche, hasta que comenzó a hacerlo de día. La policía había iniciado una investigación y contaba con descripciones acerca de un hombre que solicitaba ayuda a chicas que jamás volvían a ser vistas. El individuo tenía la particularidad de ir cargado con libros y llevar un brazo enyesado o en cabestrillo. También hubo testigos que observaron a un hombre que solía tener «problemas» para arrancar su Volkswagen, el cual había sido visto rondando el sitio donde desaparecieron dos de las jóvenes asesinadas.
Bundy despistaba a la policía porque sabía cómo alterar su aspecto físico. Se cambiaba el peinado, se dejaba crecer barba y bigote o se los afeitaba. También cambió de residencia y se mudó a Midvale (Utah), donde el 30 de agosto de 1974 se matriculó como estudiante en la Facultad de Leyes en la Universidad de Utah.
La policía inició una investigación y descubrió similitudes en el modus operandi con algunos asesinatos ocurridos en Washington. Entre ambas comisarías elaboraron un retrato hablado del posible aspecto que tendría el asesino.
Ted Bundy nunca acepto los asesinatos que el había cometido en los juicios.
Debido al retrato hablado del asesino, una amiga cercana de Meg Anders lo reconoció como Ted Bundy. Meg Anders (novia de Ted) también llamó de manera anónima a la policía sugiriendo que su novio podría tener algo que ver con las muertes. A pesar de que se facilitaron fotos recientes de Bundy a la policía, los testigos fallaron al hacer la correspondiente identificación. La policía desechó esa pista para enfocarse en otros informes. La atención hacia Ted Bundy se disipó hasta algunos años más tarde.
Bundy adoptó la estrategia de trasladarse de un estado a otro para evitar que la policía descubriera sus patrones. Con el paso del tiempo sus ataques se volvieron cada vez más erráticos y temerarios. Algunas de sus víctimas se convirtieron en testigos, lo que más tarde haría posible el enjuiciamiento de Bundy.
El 16 de agosto de 1975 un patrullero detuvo un Volkswagen para comprobar su matrícula. El sospechoso se dio a la fuga, pero fue detenido poco después. En el auto se encontró una palanca de metal, esposas, cinta y otros objetos que dieron inicio a una investigación a gran escala en torno a Theodore Robert Bundy.
El 23 de febrero de 1976 comenzó el juicio contra Ted Bundy por secuestro agravado. Tenía 29 años y entró en la sala con la confianza de que no existían pruebas suficientes contra él. Sin embargo, Carol DaRonch lo señaló como el hombre que intentó secuestrarla y amenazó con matarla. Él negó conocerla, pero carecía de coartada. El 30 de junio de 1976 fue sentenciado a una condena de 15 años de prisión con posibilidad de libertad condicional.
En prisión, los médicos le efectuaron pruebas psicológicas y toxicológicas concluyendo que no era psicótico, ni drogadicto o alcohólico, y que tampoco sufría algún tipo de daño cerebral. Los resultados de las pruebas permitieron seguir preparando procesos en su contra.
Durante los preparativos de su segundo juicio, Bundy despidió a sus abogados y decidió defenderse él mismo. Por ese motivo se le permitió visitar la Biblioteca de la Corte de Aspen (Colorado). El 7 de junio de 1977 saltó desde la ventana de la biblioteca, lesionándose el tobillo. Aun así, eludió a la policía durante seis días y sobrevivió robando y durmiendo en una cabaña abandonada. La policía lo atrapó cuando trataba de robar otro Volkswagen con las llaves puestas.
Volvió a escapar de nuevo el 30 de Diciembre de 1977 trepando al techo de una de las estaciones de la cárcel, para desde ahí acceder a otra parte del techo que desembocaba en el armario de un departamento vacío del penal. Esperó a que no hubiera nadie cerca y salió por la puerta delantera de uno de los departamentos de los funcionarios de prisiones. Hasta la mañana siguiente, pasadas quince horas, no se dieron cuenta de su desaparición. Esta vez huyó a Chicago y Florida usando el seudónimo de Kenneth Misner.
Nada fue fácil con Bundy y su ejecución no sería diferente. Siguió proclamando su inocencia y metódicamente agotó sus apelaciones. Representándose a sí mismo obtuvo numerosos retrasos a la ejecución, la primera el 4 de marzo de 1986, incluyendo unos quince minutos antes de la hora programada para morir el 2 de julio de 1986, y otro el 18 de noviembre, a tan solo siete horas de la ejecución.
Este criminal usaba y abusaba de su encanto personal y no dudó en utilizar esta capacidad en su lucha por retrasar su final. Resaltando tal rasgo, el criminólogo Robert Ressler estima que Bundy se favoreció, pues la prensa interpretó mal aquel encanto personal.
El 17 de enero de 1989 obtuvo la fecha definitiva: iba a ser ejecutado una semana después. Bundy no había terminado su lucha para evitar la muerte y trató de mantener sus confesiones como cebo para, así, obtener más tiempo. Él y sus abogados pidieron una prórroga de tres años para que confesara los demás asesinatos. También trató de coaccionar a los familiares de sus víctimas para que solicitaran a la corte que le otorgaran más tiempo para poder confesar. A pesar de no conocerse el paradero de muchas de las víctimas, todas las familias se negaron.
Bundy celebró un maratón de entrevistas y confesiones durante sus últimos días, aunque nunca estuvo dispuesto a admitir todo, especialmente los asesinatos de algunas de las víctimas más jóvenes. En su último día llamó a su madre y rechazó su última comida. Fue electrocutado el 24 de enero de 1989 y declarado muerto a las 07:16 de la mañana. Tenía 42 años.