La Organización Mundial de la Salud (OMS) reveló recientemente un informe en el que indica que el número de personas adictas al tabaco supera ampliamente el millón. Entonces, la intervención sanitaria en la “deshabituación tabáquica” se ha convertido en la más importante de las acciones preventivas.
El mismo informe da a conocer alarmantes cifras: cada año, mueren más de 8 millones de personas como consecuencia del consumo de tabaco. El tabaquismo es, por lo tanto, la primera causa de muerte y enfermedad evitable en todo el mundo. En este sentido, la intervención sanitaria para su abandono es crucial.
Para que la intervención sea eficaz, es necesario que la persona sea capaz de manejar la dependencia física y psicológica hacia el tabaco, de romper el automatismo asociado al acto de fumar y modular la influencia del entorno social de cada quién sobre su consumo. Para eso hay que reconocer en qué fase del proceso de fumar se encuentra una persona.
Al hablar de deshabituación tabáquica se debe aludir al modelo transteórico del cambio, un modelo creado en 1982 por los psicólogos Prochaska y DiClemente con el objetivo de comprender y favorecer el proceso de cambio ante una determinada conducta. En él, se diferencian seis etapas, cada una con características muy concretas. Es posible volver hacia atrás en el proceso y no es necesario pasar por todas ellas. Además, se contempla la recaída, no como un fracaso, sino como una oportunidad de mejorar y aumentar la probabilidad de éxito en un nuevo intento.
Etapa de precontemplación
En esta etapa, pese a que la persona sabe que fumar no es una conducta saludable, todavía no es consciente del problema que supone para sí y, por tanto, tampoco reconoce la necesidad de abandonar el consumo de tabaco. Generalmente, estas personas acuden a la consulta por otro motivo o por haber sido presionadas por sus familiares.
En este punto, el objetivo del profesional será conseguir que la persona tome consciencia del problema y entienda la importancia de dejar de fumar. Para ello, sería conveniente evaluar su grado de conocimiento sobre los riesgos del consumo de tabaco, informarle en consecuencia y destacar los beneficios que obtendría si dejara de fumar.
Etapa de contemplación
En esta fase, la persona ya sabe que tiene un problema y que debe dejar de fumar. Sin embargo, aunque parece que quiere hacerlo en un plazo inferior a 6 meses, tiene sentimientos ambivalentes al respecto o no sabe bien cómo conseguirlo. Es decir, aunque es consciente del problema, duda sobre su capacidad para resolverlo.
En este punto, para que la persona fumadora avance en su proceso de deshabituación tabáquica, el profesional sanitario deberá ayudarle a abandonar la ambivalencia. Para ello, será imprescindible analizar y profundizar de forma personalizada sobre los siguientes aspectos:
- Importancia que para el fumador tiene dejar de fumar.
- Grado de confianza que la persona fumadora deposita en sí misma para conseguirlo. Aquí es fundamental favorecer la autoeficacia recordando otros logros conseguidos a lo largo de su vida.
- Riesgos asociados al consumo de tabaco y motivos por los cuales la persona quiere seguir fumando.
- Beneficios de dejar de fumar y dificultades para conseguirlo.
Preparación para la deshabituación tabáquica
La fase de preparación comienza cuando la persona ha decidido firmemente que quiere dejar de fumar. La persona está convencida de que quiere dejar de fumar y está dispuesta a realizar un intento serio en el plazo inferior a 1 mes. Aquí, el profesional deberá:
- Felicitarle y subrayar que dejar de fumar es posiblemente la mejor decisión que ha tomado para su salud y la de los que le rodean.
- Seleccionar una fecha a partir de la cual la persona dejará de consumir tabaco («día D»). Si la persona ha escogido una reducción gradual, esta deberá iniciarse con anterioridad para que en el «día D» se abandone el tabaco por completo.
- Favorecer que la persona comunique su decisión a todos sus amigos y familiares. Cuantas más personas lo sepan, mejor.
- Informar acerca de la aparición de posibles dificultades (craving, irritabilidad, ansiedad, nerviosismo, cansancio, alteraciones en el patrón de sueño, aumento del apetito, estreñimiento, cefalea, dificultades de concentración, influencia negativa del entorno social…) y trabajar sobre aquellas estrategias útiles para paliarlas.
En esta etapa, la prioridad es que la persona se prepare para dejar de fumar. Aquí, es fundamental hacerle ver el proceso como algo positivo y que comprenda que puede dejar de fumar por tener las estrategias necesarias para afrontar con éxito cualquier adversidad.
Acción para la deshabituación tabáquica
En este momento, la persona ya ha dejado de fumar y su principal objetivo es continuar sin consumir tabaco. Para ello, el profesional sanitario deberá evaluar las dificultades con las que la persona se está encontrando y afianzar aquellas estrategias que le resulten útiles para paliarlas eficazmente.
Además, será importante recordar que el síndrome de abstinencia comienza a desaparecer a partir del séptimo día, hablar sobre la sensación de vacío que aparece a los 10 días después de haber dejado de fumar y alertar sobre la sensación de falsa seguridad que tiene lugar entre los días 15 y 30 posteriores al abandono del consumo de tabaco.
Mantenimiento: 6 meses sin fumar
La fase de mantenimiento comienza cuando la persona lleva seis meses sin fumar, aunque no se habla de ex fumador hasta que no han transcurrido doce meses desde que se produjera el abandono del hábito tabáquico. Aquí el profesional deberá volver a evaluar posibles dificultades y reforzar las estrategias para sobrellevarlas.
Además, podría ser conveniente recordar por qué se dejó de fumar y hacer un repaso de los beneficios que ya se han manifestado y de aquellos que están por venir. Igualmente, podría ser necesario recordar los inconvenientes asociados al consumo de tabaco.
Deshabituación tabáquica: recaída
Se habla de recaída cuando una persona vuelve a fumar después de haber abandonado el hábito tabáquico. En este punto, es fundamental que el profesional sanitario muestre empatía, proporcione apoyo, se abstenga de cualquier conducta punitiva y favorezca que la persona entienda la recaída como una buena oportunidad para aprender y volver a realizar otro intento con mayores probabilidades de éxito.