Ocio

Charla de Candi: La gran pregunta – (Escuchá a Serrat al pie de la nota)


-Un golpe brutal, hecho de sombrías emociones y
almíbares ausentes,
vino a dar en la naturaleza del corazón que, por entonces,
era apenas latiente.

Desde el mismo centro de la bondad y la inocencia,
brotó la sangre de la paz a borbotones;
y aquel pobre corazón, cansado ya, débil y maltrecho,
de ser vida, carne y alma, se volvió jirones.

En un último y formidable esfuerzo, el vencido le arrancó
a la razón una pregunta que era plegaria y pasional clamor:
¿Por qué sobre la vida está el dolor?

-Hoy parece ser un poeta, mi querido, Candi. Parece ser, digo, porque desde luego como aquella guitarra del mesón de Machado, «no fuiste nunca ni serás poeta». Y a propósito, al pie de esta charla publico ese inolvidable y nostálgico poema al que Serrat le puso música. Pero… ¿encontró usted la respuesta a por qué por sobre la vida (entendido esto como vida en paz) está el dolor?
-Sí, yo creo saber por qué en muchas personas el corazón languidece y llora.
-¿Por qué?
-Porque esos corazones son, de una y otra forma, abandonados, son arrojados al foso infinito de la soledad. Foso que siempre en mis escritos he llamado «el desierto». El desierto entre todos los desiertos.
-Pero no siempre es así, no siempre la angustia se debe al abandono.
-Sí, casi siempre. Un trabajador despedido es un ser que ha sido abandonado; un jubilado a quien no le alcanza para comer ha sido abandonado; ese chico de la villa que pasa hambre, querido amigo, ha sido abandonado; el rico, que ve a su hijo presa de una enfermedad terminal, es posible que haya sido abandonado por las circunstancias necesarias y adecuadas para la vida.
-¿Cómo se entiende esto último?
-Claro, porque cuando el hombre por avidez de poder y dinero contamina el medio ambiente y sume por ello en la enfermedad a las personas, éstas son seres abandonados. Un chico que no recibe amor, aun cuando no se lo maltrate física o moralmente, es un abandonado y será siempre un sufriente. Y ni que hablar de aquellos pequeños inocentes que son cruelmente tratados. El ser humano, Inocencio, casi siempre sufre porque es víctima del abandono, del abandono por parte de otra u otras personas, del Estado o, en fin, de aquellos que debiendo cuidarlo y protegerlo lo dejan solo en medio del desierto.
-¿Todos somos susceptibles de ser abandonados y por tanto sufrientes?
-Sí, todos. El dinero no puede comprar o evitar ciertas cosas que son la reacción a una acción descomedida. El dinero no salva a la persona de ciertas situaciones. Por eso un ser inmensamente rico puede estar inmensamente solo y ser un sufriente, aunque lo disimule. Un joven que va ufano en su BMW no puede, por más que quiera, evitar la bala del delincuente, ni su madre suprimir con dólares el dolor.
-Sí, es así. Pero, ¿se puede mitigar el dolor?
-Sí, claro. Cuando el ser humano entienda que por sobre el oro, la gloria, el poder, está el amor; cuando no se venere tanto al Becerro de Oro como a los principios que son fundamentales para la vida, entonces el dolor dejará de ser protagonista en la vida del hombre. ¡Ah, Inocencio!, a propósito de esos versos de Machado…, es cierto, nunca fui ni seré poeta, pero tendré la nostalgia de esa guitarra: «alma que dice su armonía solitaria, a las almas  pasajeras»