Por Diego Añaños
Si bien 2020 es un año libre de macrismo, también es cierto que la economía argentina sufrirá por un tiempo considerable los efectos devastadores de las políticas de Cambiemos. Sin embargo ya no es tiempo de quejas para Alberto Fernández y su equipo, y debe comenzar a gobernar. La semana pasada, comentábamos las primeras decisiones tomadas desde la conducción económica. Aún no tenemos un plan económico (es decir, un plan donde se articulen consistentemente un programa fiscal, uno monetario y uno de sector externo), pero las primeras medidas de contingencia muestran claramente un cambio de rumbo.
Se le han sumado recientemente algunos guiños a la clase media, como la renovación del plan Ahora 12, el congelamiento de las tarifas de los servicios públicos y el congelamiento de los créditos UVA
Hoy la gestión pasa por un período de luna de miel. La imagen del presidente crece, y los distintos sectores, con luces y sombras, le dan un voto de confianza. Tanto en las encuestas, como en los informes de los analistas, comienza a revertirse la opinión de aquel 60% de argentinos que, sobre el final de la gestión de Cambiemos, auguraban un 2020 aún peor que el 2019. Hoy más del 50% de los encuestados ya cree que el 2020 será un año mejor.
Pero no es sólo la percepción popular la que muestra un cambio de signo en sus prospectivas. El Banco Central publica mensualmente una encuesta, denominada Relevamiento de Expectativas de Mercado, que refleja los pronósticos macroeconómicos de corto y mediano plazo de un grupo de especialistas locales y extranjeros, sobre un conjunto de variables seleccionadas por el staff técnico del Banco. El último relevamiento disponible se realizó entre los días 26 y 30 de diciembre, y respondieron 40 participantes: 24 consultoras y centros de investigación locales, 14 entidades financieras de Argentina, y 2 analistas extranjeros. Si bien los pronósticos no sufrieron un viraje notable, comienza a percibirse que las expectativas de inflación decrecen levemente, lo mismo que las de caída del producto o evolución del tipo de cambio. Repetimos, no estamos planteando un cambio notable en las tendencias, pero sí un freno y un levísimo retroceso de las variables que venían creciendo sistemáticamente mes a mes.
Hoy el gobierno enfrenta una multiplicidad de frentes abiertos, por lo que no es posible encontrar un área de confort para montar una cabecera de playa. El frente político interno, muestra una alianza oficialista compleja y variopinta, sobre la que habrá que trabajar permanentemente para mantener la cohesión puertas adentro. La oposición, por su lado, sabe que si no se abroquela, le será imposible sostener la unidad. Claro, esa unidad es aún más complicada porque la diversidad de la misma es aún mayor que en el oficialismo.
El frente político externo marca una escenario regional extremadamente volátil, con procesos potencialmente disruptivos inconclusos, como el caso de Chile y Bolivia, y en menor medida Venezuela, Ecuador y Brasil. El frente financiero global, por su parte, que incluye la renegociación con el FMI, pero también las otras renegociaciones de la deuda con acreedores diversos, representa la próxima batalla para la gestión de Alberto Fernández, una vez que se logren estabilizar las variables internas de la economía nacional. Finalmente, el frente económico global, que involucra:
- las decisiones de la FED en cuanto a las tasas de interés, ya que una baja de las mismas le aportaría algo de aire a la negociación de la deuda argentina. En el mediano plazo, también es posible pensar que, ante una resolución positiva del reperfilamiento de las deudas, facilitaría la vuelta del país al mercado voluntario de capitales.
- el ritmo de crecimiento de la economía global, ya que el enlentecimiento de la economía China incorpora en el radar la posibilidad de una recesión global.
- las consecuencias de la guerra comercial entre EEUU y China, ya que un escenario de bipolaridad rígida, o confrontativa, presiona a los demás países a alinear económica y comercialmente con una de las dos potencias.
- el comportamiento de la economía brasileña, ya que nuestro principal socio comercial regional marca la agenda económica de la Argentina. La mayoría de los analistas confluyen en que, luego de la recesión 2014/2016 y la meseta 2018/2020, Brasil volvería a crecer por encima del 2% en 2020. Si así fuera, son buenas noticias para nuestro país.
En síntesis, tanto el panorama político interno como el externo, así como el panorama económico, son claramente complejos. Obviamente, resta ver si 2020 nos traerá algún cisne negro. Sin embargo, las decisiones que se van tomando hasta el momento, y que se focalizan sobre las variables que el gobierno puede controlar, parecen avanzar en el sentido correcto, al menos en función del escenario restrictivo en el que le tocó asumir.