El papa Francisco denunció este lunes que hay «más de 40 millones» de esclavos en el mundo. Además, aseguró que «nadie puede lavarse las manos» ante el problema y criticó a quienes son «consumidores de servicios» de la esclavitud.
«Según algunas estadísticas recientes, habría más de 40 millones de personas, hombres, pero sobre todo mujeres y niños, que sufren la esclavitud», resaltó. El mensaje fue enviado por el pontífice al Foro Internacional sobre Esclavitud Moderna que se hace en Buenos Aires esta semana.
«Solo para hacernos una idea podemos pensar que si vivieran en una única ciudad, sería la más grande megalópolis de nuestro planeta y tendría, más o menos, cuatro veces más la población de toda el área urbana de Buenos Aires y gran Buenos Aires», aseveró el obispo de Roma en el video dirigido a los participantes del encuentro que lleva como título «Viejos problemas en el nuevo mundo».
«Ante esta realidad trágica, nadie puede lavarse las manos si no quiere ser, en cualquier modo, cómplice de este crimen contra la humanidad», afirmó al dirigirse al encuentro organizado por la Arquidiócesis ortodoxa de Buenos Aires, guiada por el Metropolita Tarasios, y por el Instituto Ortodoxo Patriarca Atenágoras de Berkeley en California.
«Una primera tarea que se impone es poner en acción una estrategia que permita un conocimiento mayor del tema, rompiendo ese velo de indiferencia que parece cubrir la suerte de esta porción de la humanidad que sufre, que está sufriendo», propuso. «Parece ser que muchos no desean comprender el alcance del problema», lamentó y aseveró que «la esclavitud no es algo de otros tiempos» sino que «es una práctica que tiene raíces hondas y se manifiesta todavía hoy y en muchas formas diversas: tráfico de seres humanos, explotación del trabajo a través de deudas, explotación de niños, explotación sexual y de trabajos domésticos forzados».
Francisco criticó además a «quien, aun conociendo el problema, no quiere hablar porque se encuentra allí donde termina la ‘cadena de consumo’, como consumidor de los ‘servicios’ que ofrecen hombres, mujeres y niños convertidos en esclavos». «No podemos hacernos los distraídos: todos estamos llamados a salir de cualquier forma de hipocresía, afrontando la realidad de que somos parte del problema», demandó Bergoglio.