Después de tres años de no pisar escenarios rosarinos, Andrés Calamaro regresó para presentar su último trabajo discográfico y hacer vibrar con sus temas clásicos a una multitud en el Anfiteatro.
Después de tres años de no pisar escenarios rosarinos, Andrés Calamaro regresó para presentar su último trabajo discográfico y hacer vibrar con sus temas clásicos a una multitud en el Anfiteatro.
A tres años de su última visita a Rosario y por primera vez en el Anfiteatro, Andrés Calamaro ofreció anoche un show impactante donde convivieron sus clásicos con lo mejor de su último disco “Cargar la suerte”. El Salmón cantó, tomó mate, rockeó y acompañó todas sus canciones con clips de alto vuelo artístico. Fueron dos horas de Calamaro que volvió una noche y fue una celebración.
A las 22 en punto, Calamaro entró en escena acompañado por Germán Wiedemer en teclados, Julián Kanevsky en guitarras, Mariano Domínguez en bajo y Martín Bruhn, en batería. El Gauchito Gil en un rojo profundo acompañaba la escena en las pantallas de fondo. “Cargar la suerte”, su notable último disco, fue la excusa perfecta para el regreso de Calamaro a la ciudad.
Un riff sutil de Kanevsky presagió el primer corte del disco nuevo: “Verdades afiladas”, casi recibido como un clásico. Y luego vendría “Clonazepan y circo”, la primera de las tantas alegorías al fútbol que ofreció el concierto, con su frase “demasiada camiseta y cada vez menos gambeta”.
Un Calamaro más de entrecasa lanzó:”Hoy es el Día Internacional del Mate, lo que no es cualquier efeméride”. Y se corrió al costado del escenario para tomar un mate, el primero de una larga noche. Fue el momento de “Diego Armando Canciones”.
Casi sobre el final, fue el momento de los clásicos. Primero vino “El salmón” y después la sensible “Estadio Azteca”, con Diego de fondo haciendo malabares con la redonda y Andrés, de frente, dedicándole el tema a algunos amigos rosarinos, entre los que citó a “Coki Burrito y Maronna”, en alusión a Coki Debernardi, líder de Killer Burritos, y al periodista Mauricio Maronna.
“Gracias Rosario” se leyó en la pantalla gigante sobre el final, en una noche como pocas en el Anfiteatro.