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Un oficio poco reconocido

El trabajo invisible: ser ama de casa, una labor sin horarios ni descanso


Nada fue casualidad. Que las tostadas estén ahí, en la mesa, no fue un truco de magia. Que la camisa para ir a trabajar esté planchada y esperando, blanca y lisa, en el respaldar de una silla, no fue obra de alguna fuerza divina. Ahí hubo una mujer, y dejó su huella. Se nota en la delicadeza y en el esfuerzo. Esa mujer que trabaja en silencio y que casi nunca es reconocida: la ama de casa.

Quizás el trabajo más exigente y peor pago del mundo. El que demanda casi más horas de las que tiene el día y un esfuerzo físico que genera incontables dolores que viajan desde la nuca hasta los talones. Sin embargo, esa “empleada” nunca desiste ni baja la calidad de su “producción”, aunque a fin de mes no le llegue un recibo de sueldo especificando una suma en relación a las horas trabajadas.

Representan el calendario, el reloj y el GPS de la casa, entre miles de cosas más. Estrategas para planificar y que todo suceda a tiempo, y habilidosas como nadie para encontrar lo que no aparece. Amas de casa hay muchas, y en este Día del Trabajador viaja para ellas un sentido homenaje.

A veces las circunstancias que plantea la vida hacen que la necesidad de tener un trabajo “común y corriente” llame a la puerta. Y no se cambia gato por liebre. Ser la dueña de la casa se lleva en la sangre y todo se automatiza, haciendo de esa su más loable labor y siempre pensando en los demás.

La historia de Susana, una ama de casa que además trabaja como empleada en un local comercial desde hace más de 14 años, sirve de ejemplo para la aventura que estas mujeres enfrentan día a día.

Una siempre va a estar para los hijos. Se puede decir que soy ama de casa desde hace 30 años, porque a pesar de que trabajo de otra cosa, nunca dejé de serlo. Es una carga extra que llevamos las mujeres”, manifiesta.

Su vida de casada la encontraba trabajando como empleada administrativa, hasta que sus tres hijos llegaron al mundo. A partir de ahí, comenzó esta incansable labor que lleva adelante con amor y lealtad hacia los suyos. Con días mejores y peores, su granito de arena siempre está, y casi siempre es el más importante.

Yo creo que llevamos adelante un trabajo que no es reconocido como debería serlo. He pasado horas y horas en mi casa cuidando a los chicos, preparando las cosas para comer, lavando y planchando ropa, comprando los útiles para el colegio, ayudando con las tareas y prestando la oreja cada vez que venían corriendo a contarme algo. No parás un segundo. Sólo tenés paz cuando se termina el día y te vas a dormir”, relata Susana.

Tuve que dejar mi trabajo por haber quedado embarazada. Eso es algo que no sufren los hombres y me parece injusto. Eso me empujó a quedarme en mi casa hasta que mis hijos crecieron”, recalca.

En ese sentido, apunta: “El ser una ama de casa significa un peso extra, y eso lo suele sentir sólo la mujer. Tener que encargarse de las compras, la comida, de pensar en la ropa y millones de cosas más, es algo que a muchos hombres les cuesta. Y nosotras, o al menos yo, he aprendido a convivir con eso y lo sigo haciendo”.

Difícilmente se encuentre un adjetivo que defina a una ama de casa y que logre englobar todo lo que significan tantos años de trabajo. Ahí es donde la gratitud debe hacer lo suyo. “Uno en la vorágine del día no recibe las gracias por todo lo que se hace. Es que está todo tan automatizado que llega un punto que tener la ropa limpia y doblada en un cajón parece lo normal. Y a veces, cuando eso no pasa, aparecen los reclamos”, sostiene.

En un día tan especial, donde el trabajador no la está pasando bien en el país, las amas de casa merecen su lugar. Un homenaje, un simple gesto de amor que grafique ese “gracias” enorme que se han ganado desde hace mucho tiempo, por estar ahí siempre que uno las necesitó, las llamó y, hasta cuando existieron peleas y distanciamientos, allí estuvieron siempre. Y ahí se van a quedar.