Editorial de Con la Gente / Ilustración: Chachi Verona
Un frío corrió por todo su cuerpo, incrustándose como una estalactita en el centro del pecho. De su pecho de trabajador rudo, acostumbrado a las pesadas cargas; pero aquella era insoportable. La puerta de la fábrica estaba cerrada y decenas de compañeros permanecían confundidos, con rostros oprimidos por la insensiblidad del poder, por la reverencia al ídolo de oro antes que a la dignidad del hombre.
Todos aguardaban en la puerta la explicación de aquello que no puede ser explicado, porque ¿con qué palabras se explica al ser humano que se ha quedado sin trabajo, sin labor que lo dignifique? ¿Qué palabras se utilizan para explicar políticas de sojuzgamiento e inescrupulosa avidez por el dinero? No hay palabras, solo hay eufemismos monstruosos.
Después, alguien, un esbirro, un mequetrefe al servicio del poder a cambio de miserables denarios, crucificó a los trabajadores, a sus esposas, a sus madres, a sus hijos con más estalactitas hechas de ¡qué me importa!: “La fábrica cerró sus puertas por falta de rentabilidad”.
Lejos de allí, en el mundo burdo y despreciable de alta gama, el dueño se pavoneaba hablando de dólares, lebac y otras morondangas para Dios que son tesoros para el diablo.
El dolor del corazón de aquellos trabajadores ahora sin trabajo subió hasta el alma haciéndose angustia y depresión. Y aquel pecho rudo se partió en dos, no tanto por él como por aquellos pequeños que ahora miraban sin comprender, pero sintiendo, a ese padre sentado, con la cabeza gacha, los ojos humedecidos y la salud quebrantada.
Todo se resume en el pensamiento de un puñado de trabajadores de Mefro Wheels y de numerosas empresas argentinas, que a sus largos 50 años se topan con una piedra en el camino con la que pocos pensaban encontrarse. “A esta edad no nos toman en ningún lado. Estamos verdaderamente a la deriva”, coinciden.
¿Cómo sostener una moral de esa manera? ¿Cuánto peso y cuánta carga debe soportar un hombre o una mujer al levantarse cada día y saber que lo que el destino le depara puede ser no contar con un pedazo de pan en la mesa? Mientras aquellos, a los que muy poco se los ve caminando entre las máquinas de la planta, toman decisiones sin mirar a los costados, aquella estalactita se sigue un hundiendo más y más en el pecho del trabajador.
“No será un día normal para nosotros. Este Día del Trabajador nos agarra tristes y desamparados porque ya no tenemos nuestra fuente de ingreso. Tenemos experiencia, pero no tenemos un lugar que nos permita demostrar todo lo que sabemos hacer. Difícilmente encontremos una salida a esta altura del partido”, se lamentan.
Así de machacada y pisoteada se exhibe la salud de los trabajadores. Inestabilidad, falsas esperanzas, promesas incumplidas, inseguridades y presiones de todo tipo. Esas son las cosas que configuran un cóctel explosivo que se va agitando cada vez más y, con él, la vida y los sueños de miles de familias.