Por Mario Luzuriaga
Jorge Migoya es uno de los hijos pródigos de la ciudad, que llevó su música por el mundo. El ex líder de «Síntesis», mítica banda de rock progresivo local y desde 1979 vive en Francia, donde ha gestado una intensa actividad musical.
Como arreglador, trabajó junto a Gustavo Beytelman, el cuarteto Cedrón y Bernardette Lafont, entre otros. Además, ha escrito música para teatro y, liderando sus grupos, realizó conciertos en distintos países europeos y africanos.
En los noventa, en ocasión de una gira por Argentina, grabó su primer disco «Elefantes», y reeditado en CD en el año 2013 por el sello rosarino BlueArt, que ha publicado además otros títulos como «Otros vientos», «Casi solo(s)», «Aquí me pongo a cantar» y «Al piano», su último disco.
Hoy Jorge regresa a tu tierra natal para ser parte de la celebración de 18° aniversario del sello discográfico BlueArt y habrá un concierto en el Centro Cultural Parque España, hoy viernes a las 21. Antes del show dialogó con CLG.
—¿Cómo es volver a casa y tocar un género cargado de nostalgia que es el jazz?
—Volver a Rosario es fundamental, es como cargarse las pilas. Durante años no volví porque me estaba instalando y para mí era difícil regresar, si hubiese tenido el dinero para volverme de París en esa época lo hubiese hecho, pero las cosas se dieron de otra forma. Ahora vengo seguido y lo hago para recargarme humana y sentimentalmente.
—Seguramente ese retorno es para poder componer nuevas canciones.
—La composición es una mezcla de lo que vivo allá, lo que vivo cuando vengo y para mí la música es como la vida, es un reflejo de lo que vivís. Lo que compongo es muy diverso, me gusta hacer eso y no ser catalogado. Tengo mucha influencia árabe, africana, europea, rusa y está todo mezclado.
—¿Cómo toma esas influencias?
—No tomo ni el sonido ni la música, sino la gente. Mi raíz fundamental en la composición es la humanidad, los desastres que pueda hacer y las genialidades también. Por consiguiente pensás a un hombre o una mujer en una sociedad, en un país, en un mundo y en un planeta que se está destruyendo, Entonces para mí es la única fuente de inspiración. De esas vidas, su cultura y su costumbre sale esa composición que viene sola.
—¿Cómo ve la cultura musical rosarina?
—Es de una riqueza increíble, estando allá hay ciertas inspiraciones, pero lo que pasa en París es que al ser cosmopolíta recibís de todo, pero lo que ellos pierden es su identidad musical. Yo hago mucha musica para teatro y danzas y vivo de eso junto con los conciertos. Lo que me impacta es que el público rosarino es muy sabio, cuando vas a un concierto no vuela una mosca y en Francia no pasa eso.
—¿Piensa que Rosario es una usina de grandes músicos?
—Yo soy rosarino y francés porque tengo doble nacionalidad, tengo hijos allá, pero en ningún momento me desarraigó de lo que soy. El Gato Barbieri estaba en Nueva York y le hacían un reportaje en inglés y al ver a uno de esos carroajes de paseo, se acerca y dice «Caballito criollo», tocando al animal. Esas cosas me emocionan y es un tipo que no se olvida de nada. Esta ciudad es especial porque voy caminando, reconozco olores y te encontrás con tus raíces. Por suerte pude evolucionar en mi vida profesional y no usé la música autóctona, hubiese sido el camino fácil, pero hice otra cosa.