Ni el más optimista podía afirmar el escenario que hoy dibujó el seleccionado argentino de básquet en el arranque de este Mundial. Seis de seis. Todas victorias y contundentes. Dejando de lado, corriendo con el codo a potencias como Serbia y Francia. Esta última, la víctima de hoy. Argentina está en la final de un Mundial y el Alma sigue emocionando.
Fue dominio de principio a fin. Fue 80 a 66 para los del Oveja Hernández, que otra vez volvieron a hacer gala de su juego en equipo y de las virtudes individuales, presentes en los seis juegos que la selección afrontó en este Mundial.
Deck, Scola, Campazzo… los puntos altos de siempre, volvieron a estar ahí. La confianza se transmite desde el campo de juego y se puede palpar a través de la televisión. Argentina engendró una identidad combativa, que se mezcla perfectamente con el talento, el sacrificio y la eficacia en el aro.
Ahora toca seguir soñando ante la difícil España, que no dejará que la tarea sea sencilla. Pero no es momento para achicarse ni sentirse menos. Hay material. Hay con qué. Será este domingo el día en que a la selección argentina le tocará animarse a conseguir aquello para lo que tanto trabajó.