Por Leo Ricciardino
El gobierno nacional sigue en el mismo rango de campaña que traía de cara al 27 de octubre, al que llega roto y sin respuesta. La imagen del presidente Mauricio Macri esta semana inaugurando un jardín de infantes con “parte de la plata que traía la valija de Antonini Wilson”, es por lo menos un insulto a la inteligencia. Y demuestra que no hay nada nuevo bajo el sol en el discurso del supuesto equipo más moderno que gobernó la Argentina en las últimas décadas. La misma gestión que incumplió, precisamente, su promesa de construcción de unos 3 mil jardines de infantes.
Por el otro lado, en la larga transición, la destrucción avanza. Un cuarto de millón de compatriotas perdió el empleo en el último año y el porcentaje de desocupación trepó al 10,6%. En Rosario, con una medición diferente, los desocupados ya conforman un ejército de casi 86 mil personas que dejará como herencia local el gobierno de Cambiemos.
La emergencia alimentaria tuvo sanción unánime en el Senado ante el creciente reclamo de comida de más sectores sociales que se sumergen por debajo de la línea de pobreza. Todos saben que no es una solución de fondo pero sí un paliativo necesario para la angustiante emergencia.
El gobierno no pudo sostener el congelamiento del precio de la nafta por 90 días como había prometido. No sólo no tiene convicción en la medida sino que tampoco tiene el poder político para asegurarla y el incremento le volverá a pegar de lleno a los precios y hará más irrelevante la quita del IVA a los productos básicos de la canasta familiar, que hasta ahora hicieron más mal que bien desfinanciando a las provincias que están al límite de sus posibilidades. Como en “Esperando a Godot” o en “Zama” la trama agobiante de la espera ocupa toda la escena política.